Sevilla, sus teatros e instituciones culturales siguen sin saber aprovechar el sorprendente filón musical e histórico que significa la familia García, una saga de al menos cuatro generaciones dedicadas de alma y corazón al canto y a la música y que recorre con sus trayectorias vitales y artísticas, desde Manuel (1775-1832) hasta su bisnieto Albert (1875-1946), el corazón de la cultura musical europea durante siglo y medio.

Por ello merece todo nuestro aplauso el empeño del Ensemble Viardot por diseñar un programa tan atrayente y en el que sólo hubiesen faltado las más que interesantes canciones de Louise Héritte, hija de Pauline Viardot, para completar el panorama de compositores de esta familia con orígenes en el Arenal sevillano. Lamentamos, sin embargo, tener que reconocer que el resultado de las interpretaciones estuvo por debajo de lo esperable. El acompañamiento de piano fue totalmente mecánico y sin expresividad, plagado de errores, notas falsas y detenciones. El barítono pareció nervioso y atenazado casi toda la velada, con problemas para emitir de forma firme el sonido, que sonaba más a susurro entrecortado en muchas ocasiones; el registro es corto, con estrangulamientos desde la zona de paso; sólo al final pareció encontrarse más seguro, pero ya era tarde. No es éste un repertorio que le acabe de casar bien a la voz de Rocío de Frutos, caracterizada por la delgadez de su sonido, su tesitura estrecha y el blanqueamiento sistemático del agudo. Faltaba más cuerpo, más resonancia en la emisión y una zona aguda de mayor contundencia. Eso sí, su fraseo fue especialmente detallado y delicado en las canciones de Viardot, con estupendas notas de languidez, enlazando con gusto las frases y sosteniendo algunos pianissimi cristalinos. Andrés Moreno Mengíbar