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Entre admiración y cabreo
“Las Estaciones”, un trabajo cohesionado
Por Publicado el: 18/03/2007Categorías: Crítica

Rigoletto en el planeta de los simios

Opera de Munich
Rigoletto, astronauta entre simios
«Rigoletto» de Verdi. P.Gavanelli, O.Sala, J.Calleja, M.Murano, E.Maximova. D.Dorrie, dirección escénica. F.Haider, dirección musical. Orquesta y Coro de la Bayerische Staatsoper. Munich, 17 marzo.
De verdad que uno ya no entiende nada de lo que sucede en el mundo de la dirección ecénica lírica. ¿Para qué buscan los directores de escena a cantantes con buenas figuras y caras bonitas si después los van a disfrazar de monos o astronautas? Es lo que efectúa Doris Dorrie en un «Rigoletto» que debería subtitularse «El bufón en el planeta de los simios». Creánselo, Rigoletto y su hija Gilda no son sino dos astronautas llegados al mismo planeta en el que un día aterrizó Charlton Heston. El duque de Mantua es naturalmente el rey de los simios y ya pueden ustedes imaginarse el resto, incluído que Giovanna es el robot P2 que viajaba con ellos en la nave. Hay un único momento inspirado, el final del segundo acto, con un impresionante despliegue multimedia de gran belleza cinematográfica para el anonadado Rigoletto tras el rapto de su hija.
El despropósito va a más. El tenor canta «Ella mi fu rapita» mientras un par de monos deslumbran al público con un espejo, de modo que éste ha de cerrar los ojos y sólo escuchar. Rigoletto canta su gran escena mientras los simios cortesanos se dedican a hacer el mono en el estricto sentido del término, lo que anula toda la desesperación del protagonista. Uno de los grandes despropósitos líricos de los últimos años. Friedrich Haider se rebela contra lo que sus ojos ven con una dirección pasional, vital, de tempos muy rápidos para ayudar a los cantantes o para que la pesadilla temine cuanto antes. Se agradece.
Lástima que haya que escuchar así a un tenor tan de actualidad como el maltés Joseph Calleja, de voz importante en el caudal, grata en el timbre, expresiva y segura en el agudo. Sin duda hay divo en ciernes. Paolo Gavanelli es barítono inteligente. Su Rigoletto es la otra cara de la moneda del de un Carlos Álvarez. Éste siempre en forte, el otro abusando de pianos y medias voces hasta amanerar el personaje. Todo para disimular que los agudos en forte ya no son posibles. La valenciana Ofelia Sala realizó un aclamado debú como Gilda, mostrando una voz de ligera con cuerpo, que no suena a «pito» sino que expresa sentimientos. El foso y el canto salvaron lo que parecía insalvable. Gonzalo Alonso

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