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¿Cuándo en el Real?
Por Publicado el: 16/12/2008Categorías: Crítica

Soberbia Patética

Ciclo de Ibermúsica
Soberbia Patética
Obras de Brahms, Chaikovski, Mahler y Wagner. N. Angelich, piano. A. Kampe, R.Den Smith, S. Connolly, S. Gadd. Orquesta Filarmónica de Londres. V. Jurowsli, director. Auditorio Nacional. Madrid, 14 y 15 de diciembre.
Comenzó el primero de los dos conciertos de la Filarmónica de Londres con un segundo de Brahms de forma un tanto aturullada en el acompañamiento orquestal y con un perceptible descontrol en el teclado por parte de Nicholas Angelich. Aquello parecía casi una improvisación. Afortunadamente el barullo duró sólo los dos primeros tiempos, con una notable mejora minuto a minuto y solista. Conjunto y director bordaron los tiempos tercero y cuarto. En el inicio del tercero se contagió del nerviosismo colectivo la excelente solista de chelo para luego dar toda una lección. Angelich fue capaz de alumbrar detalles preciosos y devolver su sentido original a la obra.
Sin embargo la sorpresa llegó con una lectura personal e interesantísima de una partitura tan trillada –también maltratada- como la “Patética” de Chaikovski. ¡Que maravilla de orquesta y, muy especialmente, qué maravilla de cuerda! Aquí sí que Vladimir Jurowski (Moscú, 1972), titular de la agrupación, se manifestó como el controlado en las arquitecturas pero apasionado en la comunicación de otras veces. Estamos ante una de las mejores batutas de la generación siguiente a la de los últimos grandes. Se recreó en los pasajes dramáticos del primer movimiento casi como lo pudo hacer en su día un Celibidache, parando el tiempo, templando las emociones… El segundo movimiento mostró plenamente su carácter de “allegro con grazia”, en el tercero se pudieron oír con claridad todas las maderas a pesar de su enorme poderío y el cuarto nos llegó con toda su inmensa resignación. Jurowski y los de Londres se traían la lección muy bien aprendida e incluso el maestro se pudo permitir el ahorro gesticular.
El segundo día, tras un bien resuelto adagio de la “Décima” malheriana, conllevaba el plato fuerte del II acto de “Tristán e Isolda”, obra hoy casi imposible. Lo fue para la soprano Anja Kampe, tantas veces admirada en los Strauss más líricos e incluso como Sieglinda pero absolutamente corta de aliento y material como Isolda, y para el excesivamente lírico Robert Dean Smith. Ambos lucharon hasta naufragar contra la apabullante sonoridad orquestal. No hubo equilibrio voz-orquesta y la versión no funcionó. La pudo haber salvado el monólogo del Rey Marke, pero su parte fue suprimida ante la enfermedad de Laszlo Polgar. Con todo, ahí queda una “Patética” para el recuerdo. Gonzalo Alonso

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