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Por Publicado el: 12/03/2015Categorías: Crítica

Tetralogía ecologista: «Siegfried» en el Liceo

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Una Tetralogía ecologista
La segunda jornada del Anillo del nibelungo ofrecido por el Gran Teatro del Liceo sigue los pasos marcados por una producción escénica que enfatiza los valores ecológicos actuales mostrando un planeta contaminado, sobre explotado en el que intentan sobrevivir los protagonistas. Robert Carsen presenta el bosque en donde ha crecido Siegfried como un descuidado paraje lleno de residuos industriales y militares.  Una destartalada caravana junto a su herrería es el hábitat en el que Mime ha criado al joven héroe que inicia su periplo vital con la forja de Nothung, la ultrajada espada de su progenitor. Desde el punto de vista vocal merece apuntarse que el tenor Lance Ryan que debía cantar en el estreno anunció esa misma tarde que no estaba recuperado de un proceso gripal y no estaba seguro de poder cantar toda la ópera en condiciones. Se avisó a Stefan Vinke que debía cubrir el segundo reparto para que salvase la función, cambio que fue anunciado por la nueva directora artística del Liceo Christina Scheppelmann ante el telón del Liceo micrófono en mano, al más puro estiló estadounidense. Vinke empezó algo flojo sus recitativos y disquisiciones del primer acto hasta que llegó la escena final de la forja de la anhelada espada demostrando un timbre amplio y sonoro en el registro central y agudo que le metió perfectamente en el personaje.  Por su parte el Mime de Peter Bronder funcionó con convicción a pesar de unos agudos algo forzados y un vestuario exageradamente pobre y Albert Dohmen fue un Caminante ejemplar con una gran presencia escénica y unas prestaciones vocales de gran clase.
El segundo acto se desarrolló en un paraje boscoso deforestado, con los troncos de los árboles a medio arrancar y un dragón industrializado representado por una retro excavadora. Un acto en el que un correcto Alberich interpretado por Jochen Schmeckenbecher algo harapiento y alcohólico espera recuperar el anillo mientras que el cavernoso bajo Andreas Hörl presentó un Fafner de buen fuste mientras que el resto del reparto continuó en la misma línea que en el primero. La utilización del salón de la morada de los dioses visto en La Valkiria fue un recurso interesante para la escena del Caminante y Erda del tercer acto, esta última una magnífica Ewa Podles y para el encuentro de éste con el héroe que no conoce el miedo ni autoridad alguna y que acaba por partirle la lanza, en éste caso un elegante bastón. La escena final recupera la sala en la que las valquírias depositaban a los héroes para llevarlos al Walhalla donde reposa Brünnhilde rodeada por el fuego. Una extensa escena final muy esperada por la presencia de la prestigiosa soprano Iréne Theorin quien no defraudó, gracias a una memorable actuación vocal y actoral mientras que el Siegfried de Stefan Vinke siguió demostrando una potencia y volumen remarcables aunque una línea canora mejorable. Una interesante velada wagneriana, con un público bastante mermado por la longitud de la obra y no nos engañemos por la compleja y escasa belleza de una producción que habla de contaminación, destrucción y violencia y esconde toda la magia y belleza de los ideales románticos wagnerianos. Algo de lo que también adoleció la lectura musical del titular del Liceo Josep Pons, que firmó una interesante lectura, pero a la que le faltó una mayor riqueza e intención en el complejo entramado musical wagneriano. Fernando SANS RIVIÈRE

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