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Por Publicado el: 29/11/2015Categorías: Crítica

Un Devereux con luces y sombras en ABAO

ROBERTO DEVEREUX (G. DONIZETTI)

ABAO. Palacio Euskalduna de Bilbao. 27 Noviembre 2015.

Subía por primera vez al escenario del Euskalduna esta ópera de Gaetano Donizetti, que no se representaba en Bilbao desde 1998, cuando ABAO ofreció la llamada Trilogía Tudor en tres temporadas consecutivas. Ahora también Roberto Devereux corona la trilogía, pero se ha represando a lo largo de nada menos que 8 años, por lo que no me parece muy adecuado hablar en este caso de una unidad dramáticas en las tres óperas de Donizetti.

La representación ha sido un tanto irregular en todos los aspectos, con cosas notables, alternando con otras deficientes.

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Escena

La producción escénica es obra de Mario Pontiggia, que la estrenó en Las Palmas, donde él fue director artístico durante muchos años, ocupándose habitualmente de la parte escénica, donde tenía que superar con imaginación la escasez de presupuestos. La producción que nos ocupa se estrenó en la capital canaria en el año 2009 y responde a las características habituales en el director de escena argentino. Un trabajo tradicional, muy apegado al libreto y un tanto corto de dirección escénica.

La escenografía es del propio Mario Pontiggia y consiste en unos muros laterales, ofreciendo al fondo sea un jardín, sea un cuadro o simplemente una cortina. Da la impresión de que hay alguna labor de reciclaje en la escenografía, ya que no parece muy

adecuada la presencia de un arco mudéjar en la Inglaterra del siglo XVI o un cuadro que parece más propio para Venecia que para Londres. El vestuario es obra del mismo Mario Pontiggia y responde a la época de la trama, siendo en general atractivo. La iluminación de Santiago Mañasco no ofrece mucho interés. La labor de Mario Pontiggia se limita a narrar la historia, quedando corta de dirección escénica, especialmente en lo que a coro y figurantes se refiere.

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Escena

La dirección musical estuvo encomendada al catalán Josep Caballé Doménech, que volvía a Bilbao tras su Romeo et Juliette de hace ahora 4 años. En este tiempo la carrera operística de Caballé Doménech se ha asentado, siendo actualmente director musical de la ópera de Halle, donde, por cierto, acaba de dirigir la Tetralogía wagneriana. Su dirección me ha resultado un tanto irregular. Tras una obertura dirigida con buen ritmo y energía, su lectura me resultó plana y pesante en los dos primeros actos, ganando nuevamente interés y fuerza dramática en el último acto. Apenas ha pasado un mes de las representaciones de esta ópera en el Teatro Real de Madrid y debo decir que la dirección de Andriy Yurkevich me pareció superior a la de Caballé Doménech. A sus órdenes estuvo una no muy brillante Orquesta Sinfonica de Euskadi, que cumplió bien. El Coro de Ópera de Bilbao no fue más allá de la corrección, mejor en las féminas que en los hombres.

Aunque la ópera lleva por titulo Roberto Devereux, la auténtica protagonista es Elisabetta, personaje que necesita una soprano de características muy concretas y que aquí se ha cubierto de modo más que satisfactorio. No es una soprano lírico-ligera y mucho menos una soprano ligera lo más adecuado para este personaje, sino que se

necesita una auténtica soprano spinto, que además ha de hacer frente a otras exigencias. En el personaje estuvo anunciada originalmente Elena Mosuc, estupenda cantante, pero alejada en mi opinión de lo que el personaje requiere. Su cancelación y sustitución por la soprano italiana Anna Pirozzi han sido una suerte, ya que las características vocales de esta última son mucho más adecuadas al personaje de Elisabetta. Para mí la actuación de Anna Pirozzi ha sido lo más interesante de la representación. La voz tiene anchura y calidad para transmitir las emociones necesarias al auditorio y, especialmente, en la grandiosa escena final que escribió para ella Gaetano Dozizetti. No es Anna Pirozzi una belcantista con denominación de origen, como son otras colegas suyas como Gruberova, Devia o la misma Mosuc, pero prefiero mucho más una voz como la suya, aunque no sea un dechado de perfección en agilidades. Hoy por hoy es una de las mejores alternativas a la gran Elisabetta de nuestros días, que no es otra que Sondra Radvanovsky, a la espera de que pronto Anna Netrebko se decida a incorporar esta ópera a su repertorio, como hiciera con Anna Bolena.

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Gregory Kunde y Anna Pirozzi

Como el mes pasado en Madrid, Roberto Devereux fue interpretado por Gregory Kunde y sigo creyendo que no es hoy en día su personaje más interesante. Si centramos el interés en la escena clave de la prisión, diré que Gregory Kunde me resultó un tanto decepcionante en su aria, más verista que lo deseable, mientras que brilló con luz propia en la cabaletta, en la que hay que destacar las variaciones que introdujo en el segundo verso. No es la primera vez que Kunde introduce variaciones en las cabalettas y hay que agradecérselo, ya que para eso están escritas con segundo verso. Añadiré que le he encontrado algo más apretado que en Madrid. Hoy por hoy, y sin menoscabo de su calidad, prefiero a Kunde en un repertorio más pesado.

El Duqe de Nottingham fue interpretado por el joven barítono italiano Alessandro Luongo, que sustituía a Vladimir Stoyanov. La verdad es que me ha parecido insuficiente para el personaje. Se trata de un barítono un tanto ligero, con un caudal vocal no excesivo y con tendencia a quedarse la voz atrás. Tiene una buena línea de canto, pero no compensa de sus carencias para el personaje. Es verdad que Nottingham no requiere un barítono de los llamados verdianos, pero estamos muy cerca de ellos, como ocurre también en el Enrico de Lucia o en el Alfonso XI de La Favorita. Alessandro Luongo puede hacer bien personajes como Malatesta o Marcello, pero no resulta adecuado para un personaje como Nottingham y menos todavía en un espacio como el Euskalduna, que no perdona determinadas carencias.

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Silvia Tro Santafé y Alessandro Luongo

La mezzo soprano valenciana Silvia Tro Santafé fue una Sara correcta, aunque sin brillo especial. Cantó bien e interpretó con intensidad, con el inconveniente de que sus notas altas resultan un tanto estrechas y algo metálicas. Creo que también en este caso se notó que estábamos en el Euskalduna. De hecho, su Sara funcionó vocalmente mejor el mes pasado en el Teatro Real.

Los personajes secundarios se movieron por terrenos de modestia. Eran Eduardo Ituarte (Lord Cecil), Javier Galán (Gualtiero Raleigh) y Gexan Echabe (Un Paje y Familiar de Nottingham).

El Euskalduna ofrecía una entrada apenas superior al 75 % de su aforo. El público no mostró particular entusiasmo durante y al final de la representación, siendo los mayores aplausos para Anna Pirozzi.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 36 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 1 minuto. Cinco minutos de aplausos, bastante arrastrados, por cierto. Me llamó la atención que Gregory Kunde cediera el protagonismo en los saludos finales a Anna Pirozzi.

El precio de la localidad más cara era de 192 euros, costando 83 euros la localidad más barata. José M. Irurzun

Fotos: Moreno Esquibel

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