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El mito de Orfeo en la OCNE
Imperturbable perfección
Por Publicado el: 12/05/2006Categorías: Crítica

Versiones personales de Temirkanov

Ibermúsica
Visiones personales
Obras de Prokofiev, Mahler, Mussorgski y Brahms. L. Batiashvili, violín. N.Demidenko, piano. London Symphony Orchestra. Y.Temirkanov, director. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de mayo.
Hay que resaltar obligatoriamente un hecho tan poco corriente como que una orquesta celebre su concierto número doscientos con un mismo promotor privado a lo largo de treinta y dos años. Es lo que sucedió en el primero de los dos conciertos aquí comentados con la Sinfónica de Londres y Alfonso Aijón. Hubo para celebrarlo una pieza de propina compuesta para la ocasión por un trombonista de la agrupación en la que, a plantilla completa, no faltaron ni las castañuelas.
Yuri Temirkanov, el maestro de esta visita, es un director de conceptos personales y versiones que unos pueden llamar brillantes y otros tildar de atacadas, incluso alguno podría calificarlas de crispadas. Disfruta con la brillantez e impregna de nervio a sus lecturas. Lo mejor llegó de la mano del “Romeo y Julieta” de Prokofiev, en una selección propia en fragmentos y su orden, que terminó con lo más espectacular: la “Muerte de Teobaldo”. No podía ser de otra forma dado lo ya expuesto. Aunque siempre emplee la partitura, dejó la batuta y modeló la música con unas manos de rica expresividad. Fueron once escenas servidas con las dosis adecuadas de lirismo y teatralidad. El primer día se abrió con oto Prokofiev, el “Concierto para violín n.1”, interpretado por Elisabeth Batiashvili. Para este repertorio se requiere fundamentalmente técnica, temperamento y sonoridad. Ella reúne la primera, Temirkanov la arrastró con el segundo y flojeó en la tercera. A las frases más líricas le faltó un punto de vuelo y, en general, algo de alma a la versión. Casi lo opuesto sucedió en el “Segundo concierto” de Brahms, en el que Helene Grimaud -¿de verdad pensaba atreverse a tocarlo?- fue sustituida por el ruso Nikolai Demidenko. Fue la suya una lectura de gran poderío sonoro tanto en el piano como en la orquesta, que empezó con bastante tosquedad pero que mejoró en cada tiempo.
La Sinfónica de Londres es indudablemente una gran orquesta, pero estuvo mucho mejor en el segundo día que en el primero, en el que a algunos metales y maderas les faltó finura desde el mismo inicio de la “Titán” malheriana. El fragor de las ocho trompas, levantados de sus asientos, en el final del cuarto tiempo pudo con todo. Bravos por doquier. Gonzalo Alonso

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