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Música y Poesía
Por Publicado el: 25/05/2011Categorías: Crítica

Viena con Gatti, orden y control

Ciclo Ibermúsica
Viena con Gatti, orden y control
Obras de Berg, Beethoven y Mahler. Rainer Honeck, violín. Orquesta Filarmónica de Viena. Daniele Gatti, director. Auditorio Nacional. Madrid, 23 y 24 de mayo.
Las visitas de la Filarmónica de Viena conllevan siempre una gran expectación, máxime cuando hacía ya cuatro años que se la echaba de menos en el ciclo de Ibermúsica, como se pudo comprobar en el lleno hasta la bandera del Auditorio Nacional. Todas las agrupaciones pasan por momentos mejores y peores en su tónica general, al margen de actuaciones puntuales que puedan alcanzar un gran nivel o resultar un desastre, tal y como le sucedió a este conjunto en 1998 con Maazel y el ya célebre “Bolero”. La Filarmónica de Viena que se ha escuchado estos dos días no está en su mejor momento y los metales lo atestiguaron especialmente. Su sonido, aún con todo admirable porque estamos hablando de una primerísima línea, quizá quede hoy algo por debajo del Concertgebouw, por poner un ejemplo. Realmente sólo sonó como la gran Filarmónica de Viena en la propina “Vida de artista” de Johann Strauss, que prácticamente toca sola sin ayuda del director. Hubo, evidentemente, momentos magníficos en las maderas –oboe, clarinete, etc- y, sobre todo, en las cuerdas, de enorme rotundidad en el primer tiempo de la “Heroica” o de exquisito lirismo en el último de la “Novena” de Mahler.
Resulta todo un lujo que un concertino de una orquesta pueda tocar tan espléndidamente el difícil “Concierto para violín” de Berg. Rainer Honeck, impecable técnicamente, supo además combinar la ternura del primer movimiento con la tensión dramática del momento cumbre en el “Adagio”. Fue muy aplaudido por un público que no acaba de entrar en este tipo de obras por mucho que nos empeñemos y de ahí que su entusiasmo sea perfectamente descriptible. Daniel Gatti es un director cuyos méritos más sobresalientes quizá sean orden y control, sin embargo peca de una cierta superficialidad y, desde luego, no posee hoy por hoy ese don de los grandes que logran, no se sabe por qué motivo, hacer que las notas sean algo más que notas. Por eso la “Marcha fúnebre” de la “Heroica” sonó “grande” pero no “grandiosa” y su “Finale” no alcanzó la electricidad karajana. Por eso la “Novena” -¿cuántas van ya en pocos meses?- no pudo compararse, ni de lejos, a aquella con la que nos sobrecogió Claudio Abbado el pasado octubre. Se inició bien, decayó en el segundo tiempo y ascendió en el tercero, quizá el más idóneo para Gatti, para concluir en un buen “adagio”, cómo no machacado en sus notas finales por la tos inoportuna y altisonante de una espectadora maleducada. Gatti debería intentar emocionar en su discurso de otra forma que no fuese exagerando el rubato. Gonzalo Alonso

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