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Por Publicado el: 30/12/2015Categorías: Crítica

El Adagio salvador en la 9º de Beethoven

EL ADAGIO SALVADOR

            Beethoven: “Sinfonía nº 9”. Malin Hartelius, Cristina Faus, Jussy Myllys, Robert Bork, solistas. Coro Nacional. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Juanjo Mena. Auditorio Nacional, Madrid. 28-12-2015.

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            La “Novena” siempre ha sido un auténtico miura para cualquier orquesta, coro y director. Su originalidad de planteamientos, sobre lo que reflexiona con agudeza Joan Matabosch en las notas al programa, hace siempre cavilar a las mejores batutas. La obra se colocaba una vez más en los atriles de la antigua “Arbós” siguiendo una costumbre navideña que se remonta a 26 años atrás.

            Mena ofreció una plausible versión hace unos meses con la Nacional. Esta interpretación ha sido más irregular, con un punto de inflexión muy positivo en el desarrollo del “Adagio molto. Andante moderato”, que fue delineado con extremo cuidado, propiciando un fraseo medido, elástico, de gran inspiración lírica, al que se prestó la agrupación madrileña, hasta ese momento áspera y poco depurada, en connivencia con la poco refinada y escasamente matizada rectoría (¿pocos esnsayos?). Pero en ese tiempo lento nos olvidamos de la rudeza, las borrosidades, los desajustes de los dos primeros y nos entregamos a paladear tan sublime música.

            El gran tema del “Adagio”, expandido en volutas por la sala, fue expuesto con gran concentración y suaves contornos, con cuerdas bien acompasadas, en dibujo elegante y expresión verdaderamente “cantabile”. Las múltiples anotaciones dinámicas, los “sforzandi”, las respiraciones fueron juiciosamente observadas. Aplausos para el trompa, la flauta, el clarinete y el oboe solistas. Un clima de beatitud nos preparó para el estallido postrero, donde el coro sonó más cohesionado y compacto, más robusto y potente que empastado, pero a un nivel sobre el que Mena pudo levantar, sin especiales relieves ni finuras, el complejo edificio, que creció naturalmente a partir de una bien planificada introducción y un “crescendo” inteligentemente planteado.

            De los solistas destacamos a una ajustada Faus, mezzo lírica de sonoridad homogénea y afinación impoluta. El tenor Myllys, de timbre gangoso, se mostró débil en su lucha contra el coro masculino en el pasaje “alla turca”. El barítono Bork, que mostró hechuras y relativo temple en su entrada, casi desapareció luego. Y la soprano Hartelius, algo descolorida y feble, se comió, sin justificación posible, el difícil si natural agudo de su última intervención. Arturo Reverter

 

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