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Por Publicado el: 22/06/2025Categorías: En vivo

Crítica: Capitales imperiales, Viena: ‘Der Rosenkavalier‘, ni fu ni fa

Capitales imperiales (5), Viena (8): Der Rosenkavalier, ni fu ni fa

Der Rosenkavalier, música de Richard Strauss y libreto de Hugo von Hofmannsthal. Reparto: Krassimira Stoyanova, Günther Groissböck, Emily D’Angelo, Adrian Eröd, Sabine Devieilhe. Wiener Staatoper Orchester, Bühnenorchester der Wiener Staatoper, orquesta(s). Chor der Wiener Staatoper, coro. Kinder der Opernschule der Wiener Staatoper, coro y figurantes infantiles. Martin Schebesta, director del coro. Otto Schenk, director de escena. Adam Fisher, director musical. Wiener Staatoper, Viena, 14 de junio 2025.

Capitales imperiales (5), Viena (8): Der Rosenkavalier ni fu ni faDer Rosenkavalier, música de Richard Strauss y libreto de Hugo von Hofmannsthal. Reparto: Krassimira Stoyanova, Günther Groissböck, Emily D'Angelo, Adrian Eröd, Sabine Devieilhe. Wiener Staatoper Orchester, Bühnenorchester der Wiener Staatoper, orquesta(s). Chor der Wiener Staatoper, coro. Kinder der Opernschule der Wiener Staatoper, coro y figurantes infantiles. Martin Schebesta, director del coro. Otto Schenk, director de escena. Adam Fisher, director musical. Wiener Staatoper, Viena, 14 de junio 2025.

Imagen de la producción

Cuando Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal comenzaron a trabajar en Der Rosenkavalier en 1909, venían de colaborar en obras intensas y simbólicas como Elektra, más acordes con la experimentación musical de su época, (atonalidad, expresionismo …). Pero después sintieron la necesidad de explorar un lenguaje más ligero, ‘a la antigua’.

El resultado fue una “comedia para música” ambientada en una Viena dieciochesca idealizada, que mezcla el espíritu de Mozart con la nostalgia de fin de siglo, una suerte de Le nozze di Figaro pero algo más canalla, dado que contaban con más libertad para expresar sus ideas.

La obra se estrenó en Dresde en 1911 y fue un éxito inmediato. Su libreto, mezcla de ironía, ternura, inocencia y melancolía, retrata el paso del tiempo a través de la figura de la Mariscala, una mujer madura que renuncia al amor de un joven para dejarlo libre. Decíamos que canalla, y es que Hofmannsthal juega con los roles de cada uno: nobles con menos educación que el pueblo llano, burgueses que quieren ascender de cualquier modo…

Por no hablar de la figura de Octavian: es un hombre pero su papel lo canta una mezzosoprano y en la primera escena aparece en su papel de hombre encamado con otra mujer (la mariscala), pero es que para el acto tercero se traviste de mujer y es perseguido por otro hombre (el barón)… muy Víctor o Victoria.

Destacar también la originalidad de la ‘tradición’ inventada por Hofmannsthal: la entrega de una rosa de plata por parte de un caballero noble a la prometida de otro noble como símbolo de compromiso matrimonial, y de ahí el título de la obra. Por su parte Strauss compuso una partitura rica en texturas, con valses que evocan una Viena que nunca existió, pero que todos parecen reconocer como propia.

En cuanto a la producción, tras la magnífica Il barbiere di Siviglia, hoy volvemos a otra versión que no envejece, la de Otto Schenk, estrenada en 1968 y que el jueves pasado alcanzó su representación 400ª, una forma también de rendir tributo al artista, fallecido en enero pero que el pasado 12 hubiera cumplido 95 años. Con escenografía de Rudolf Heinrich y vestuario de Erni Kniepert, esta puesta en escena es un clásico absoluto del repertorio de la Ópera de Viena.

Su fidelidad al libreto y a la partitura ha sido celebrada durante décadas. Vimos Der Rosenkavalier en 2018 en Dusseldorf y nos dejó muy buen sabor de boca, así que teníamos ganas de volver a verla, pero… no. La versión histórica sí, la representación artística… no: nos aburrió, nos cansó, nos abrumó y no veíamos la hora de que acabara.

En el papel de mariscala (aristócrata ya mayor), la soprano spinto Krassimira Stoyanova ofreció una interpretación noble y contenida. La búlgara tiene la edad perfecta para la mariscala, pero su voz, ya tiene signos de desgaste, quizá hubiera necesitado más la parte de lirismo, aunque conservó una línea elegante y a nivel actoral se impuso sobre los demás. La mezzo canadiense Emily D’Angelo, como Octavian (amante primero de la mariscala pero que se enamora después de Sophie), mostró una presencia escénica firme pero una vocalidad metálica y algo rígida, y que también jugó bien sus diferentes roles.

Hizo de Sophie (joven hija de un burgués con ganas de medrar socialmente que la compromete con un barón decadente), la francesa Sabine Devieilhe, una soprano de coloratura que fue técnicamente impecable, aunque algo distante sobre la escena. Nos gustó más el barítono austríaco Adrian Eröd, con muy buena dicción. Y hablamos finalmente del papel del burlado barón Ochs, interpretado por el bajo austríaco Günther Groissböck, que en su búsqueda de equilibrio entre comicidad y arrogancia nos pareció exagerar demasiado y esa exageración acababa doliendo a los oídos.

El trío final del segundo acto no nos gustó, y el acto tercero casi al completo fue caótico, los personajes no deambulaban bien y no se entendían. Además la música parecía que no acompañaba bien. El húngaro Adam Fischer estuvo al frente de la orquesta de la Wiener Staatsoper, realizó una lectura fue enérgica pero faltó delicadeza, acompañaba mejor al barón que a la mariscala. La función fue una muestra de respeto por la tradición, la producción de Otto Schenk sigue siendo un referente, pero necesita ser reanimada desde dentro. El reparto, desigual, cumplió sin deslumbrar, y la dirección musical, aunque sólida, no logró compensar la falta de sutileza general.

Javier Lillo

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