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Por Publicado el: 25/02/2023Categorías: Colaboraciones

Carta a Mozart: No todas hacen así

<˂ Caro signor Mozart:

Permítame la osadía de dirigirme a usted mediante la presente carta que nunca llegará a su destino en esta forma material, aunque si confío que viaje en el trasunto de la espiritualidad, para exponerle cómo en el siglo XXI queda un tanto cuestionada su creencia, o mejor dicho la de su libretista el abate libertino Lorenzo Da Ponte, al escribir un libreto que pone entredicho la bondad y la fidelidad de la mujer, con el que da paso a su magnífica obra musical compuesta bajo el formato escénico de dramma giocoso, titulada Cosí fan tutte, ossia La scuola degli amanti (en castellano ‘Así hacen todas, o sea la escuela de los amantes’).

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Wolfgang Amadeus Mozart

Desconozco, ya que en nuestra actual civilización no existe aún un túnel del tiempo que nos trasporte, cuál era el conglomerado interclasista centroeuropeo, concretamente el vienés, del siglo XVIII, para entrar en el alcance de la función social y los derechos de la mujer. No obstante, por medio de trabajos de historiadores, de novelistas, de dramaturgos y de sociólogos, bien puedo imaginar que el rol femenino de esa época era, en un alto grado, el de estar sometida a la disciplina tanto eclesiástica, como a la del padre y, posteriormente, si contraía matrimonio, al de su esposo; dedicada al hogar y a una obediencia ciega, salvo algunos casos en que por iniciativa y tenacidad de ellas conseguían cierta libertad para instruirse y hacerse doctas. Situación, esta última, que no era del agrado de los poderes fácticos de entonces, como el religioso, el político o el cortesano, influyentes, en mucho, sobre las clases medias y/o bajas, amén de la licencia real para contraer determinados matrimonio.

Usted, Herr Mozart, y el veneciano Da Ponte, su compañero de viaje en esta aventura lírica, fueron enormemente contradictorios, ya que, en su personal vivencia, nunca reflejó conducta negativa sobre la libertad del género femenino. Vos, querido Wolfgang, tuvisteis la inmensa suerte de contraer matrimonio, en pervivencia ininterrumpida hasta el fin de sus días, con Constance Weber, prolífica madre, mujer ejemplar, atenta a todas sus necesidades, luchadora en la defensa de su legado artístico póstumo, a la que usted dedicó amantísimas cartas desde los distintos lugares en los que su cuerpo descansaba tras viajes agotadores. Bien sabe a lo que refiero, pues para gozo de cuantos (millones) amamos su música, ha llegado hasta nosotros las pruebas documentales de aquella amante correspondencia escrita de su puño y letra.

Intentando profundizar en su intimidad, permítame el atrevimiento de sorprenderme con la contradicción -cierta por otra parte- de haber puesto bellísima música a ciertos pasajes dapontianos donde se cuestiona a la mujer, a pesar de que en su vida familiar, tanto como su madre Anna Maria, como su hermana Maria Anna Walpurga Ignatia, alias Nanerlt, y, principalmente hasta su citada esposa, fueron ejemplo de fidelidad para con usted.

Vos, querido Amadeus, o Wolfi como era conocido en el entorno íntimo, expresáis en este drama jocoso (casi bufo) ambientado en Nápoles, la infidelidad de dos mujeres, las ferrarenses Fiordiligi y de su hermana Dorabella, para con sus respectivos prometidos Guglielmo y Ferrando, quienes como prueba de ello se intercambian el papel, en base a los enredos de un solterón maloso cual es don Alfonso que cuenta con la complicidad de la sirviente Despina (dándose el común afán con una especie de Maritornes a la española).

Esta situación en los albores de una Europa naciente al siglo XXI sería poco admisible, salvo en alguno pueblos de tierras casi vaciadas, o en ciertas etnias como la gitana, o en ciertas élites de nuestra atascada nobleza, y estaría sujeta a que nuestras mujeres dejaren a sus prometidos plantados y rígidos como la estatura del Comendador en su ‘Don Giovanni’; y tal vez, como acaece en la novela del español Fernando de Rojas, en su tragicomedia titulada ‘Calisto y Melibea’ (1499) su Celestina sea un perfecto antecedente para que tres siglos después el cura veneciano hubiese hecho lo propio o algo parecido con su Don Alfonso (nombre, por cierto, eminentemente español). Claro que Da Ponte estaba influenciado -con evidencia epistolar- por la vida libertina de su amigo Giaccomo Casanova, su contemporáneo veneciano y afamado por su vida disoluta para con las mujeres, en la que aquel pudiera haberse inspirado para escribir el libreto su famosísimo Don Giovanni, como se aprecia en el aria ‘Madamina, il catalogo è questo’ que canta el criado Leporello, leyendo con altanería una lista en la que constan las aventuras y daños amorosos con mujeres por parte de su patrón. Hoy en día sería presunta conducta para sentarse en el banquillo de los reos ante la Justicia.

Sabrá usted, desde su asentamiento en las Marismas Eternas donde seguro mora gracias a sus monumentos musicales religiosos católicos, que las mujeres ahora son -al menos para quien le escribe- unos seres humanos dignos de plena admiración y absoluto respeto- pese a ideologías que hacen de su género un dogma de fe en plena batalla con oponente radical hacia el otro seso. Verá usted, como caballero que fue de la vaticana Orden de la Espuela de Oro, nuestras mujeres, a mi mortal criterio, son más listas, con más intuición sobre sentimientos y deberes, que los hombres, pues cuando nosotros iniciamos los caminos de ida, ellas ya han hecho el recorrido de llegar y volver. En su mayoría son absolutamente fieles a sus maridos, por puro amor, siendo éstos, en gran parte, quienes devuelven la misma fidelidad. Son mujeres cultas o que intentan cuajarse en la cultura. Una inmensa mayoría tiene estudios y todas saben leer y escribir, cosa que en su tiempo era casi una pura quimera. Cierto que también hay poderes -cada vez menos- en la economía, principalmente, donde se las somete a determinadas discriminaciones de promoción, pese a sus méritos propios, aunque esa situación se achica más día a día.

Por eso, la visión que usted pone en boca de ellas, hoy en día es errónea en un 95%. Así no son todas ahora, mi admirado Mozart. Por descontado que vos tenéis el legítimo derecho de preguntarme: ¿entonces la sociedad de su tiempo por qué acude a ver mi trabajo musical de Così fan tutte? Pues verá, espero que entienda las respuestas. En primer lugar a la luz del texto cantado y oído nos damos perfectamente cuenta de cuánto ha sido el gran avance que ha tenido la mujer desde sus días a los nuestros, lo cual llena nuestra satisfacción. En segundo, porque su música es tan arrebatadoramente bella en las voces de Fiordiligi y Dorabella que nos eleva el espíritu con las armonías y melodías que cantan, pese a ser inconscientes del engaño al que son sometidas hasta los albores del final de la trama.

En 2023 el varón que juega, abusa éticamente, con o de una mujer tiene un muy importante rechazo social, por no decir casi absoluto; y si su personaje Don Alfonso hoy existiere, sería objeto de casi unánime reprobación. Ahora hombre y mujer son iguales en el mundo occidental civilizado para disfrutar derechos y en responsabilidades. Incluso le digo que también hay mujeres que son su propio hombre y mujeres que sobrepasan con creces a los hombres. Día a día, van ganando cuota, inclusive a veces por encima, sobre aquellos otros humanos, los hombres, quienes por mandato de la Madre Naturaleza, al ser mamíferos, hemos venido al mundo desde el seno de una mujer. Es su época, dignísimo Wolfgang, sería imposible dicho pensamiento y de serlo acabaría hecho cenizas en una hoguera.

Seguro que usted, Johannes Chrysostomus, a los 267 años de su fallecimiento estaría con plena capacidad para componer la misma música, o parecida, pero con otro argumento distinto, tal vez con el título de Cosí fan tutti, ossia el destino degli infedeli (Así son todos, o sea el destino de los infieles). Como bien escribe, en la actualidad, el novelista español don Javier Pérez Reverte “El amor, por ausencia o por presencia, es la clave de todo”.
Entiendo que puso sobre el papel pautado la realidad musical de su tiempo, que ha sido muy reconocida durante tres siglos después, aunque nuestra virtualidad social -ahora- sea bien distinta.
Sia la Pace in Dio per lei, e per noi la Pace emotiva che ci doni con la sua Música. Suo eterno ammiratore e delle donne. >> Manuel Cabrera.

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