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Cinco años después
Festivales a la deriva
Por Publicado el: 07/09/2006Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Crisis

Crisis
Presenciar en apenas un mes producciones de los festivales de Bayreuth, Salzburgo, Pesaro, Santander, San Sebastián, El Escorial y algún otro es un sueño anhelado por muchos aficionados pero alcanzado por muy pocos. A estos últimos bien se les podía calificar de afortunados hace algunas décadas, pero actualmente casi hay que tildarnos de locos. Así se lo decía un gran aficionado a un grupo de la directiva de la ABAO que cada día se escuchaba una ópera a kilómetros y kilómetros de distancia. Y es que la calidad de los espectáculos líricos ofrecidos este verano no ha pasado de la discreción, siendo un claro reflejo de la situación que se vive en el mundo, ya no enel de la música, sino del arte en general.
Hay tres o cuatro problemas fundamentales muy entrelazados. Los dos primeros son básicos: la inexistencia de grandes vocalidades canoras y la de directores de orquesta de auténtica talla. Se canta con voces pequeñas y muy musicales o con algunas pocas grandes que desafinan. De ahí que el repertorio actual se centre fundamentalmente de los periodos barroco y clásico y no en el romanticismo. De ahí que obras de Bellini o Donizetti -con Verdi nadie se atreve- sean denostadas a favor de las de Mozart y Rossini. Y es que para las voces de hoy es mucho más fácil cantar Rossina que Anna Bolena. No existiendo las voces adecuadas es imposible abordar Wagner y por ello resultó muy pobre la “Tetralogía” de Bayreuth. Pero tampoco hay una generación de directores como las del pasado. ¿Qué figura alemana ha sobresalido en los últimos veinte años? Ninguna. Por eso ahora alemanes, germanófilos y papanatas de turno se apuntan a un Thielemann. Se entiende que los primeros se hayan de agarrar a un clavo ardiendo, pero los demás no debemos perder la auténtica perspectiva. Faltan los Serafín, Votto, etc. No hay intendentes con capacidad de gestión, conocimientos musicales y ganas de olvidarse de lo que le gusta a uno a la hora de programar. En el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey. Los escenográfos hacen y deshacen hasta en las partituras, lease “Rapto en el serrallo” de Salzburgo, con diálogos cambiados, trama absolutamente diferente, personajes desaparecidos y otros inventados. Y no se ve una solución.

Gonzalo Alonso

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