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Por Publicado el: 01/05/2023Categorías: En vivo

Critica: Desparrame Kitsch en Trato de favor

Desparrame kitsch en Trato de favor

Vidal: Trato de favor. Ainhoa Arteta, Nancy Fabiola Herrera, Enrique Ferrer, Amelia Font, María José Suárez, Boris Izaguirre, Gurutze Beitia, Amparo Navarro y Lara Chaves. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección del coro: Antonio Fauró. Dirección de escena: Emilio Sagi. Dirección musical: Andrés Salado. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 29 de abril 

La útltima parada oficial del periodo Bianco (queda una reposición para cerrar la temporada) se estrenó ayer en el Teatro de la Zarzuela con todas las miradas puestas en la búsqueda de salidas al intrincado laberinto de la nueva creación en la zarzuela. Trato de favor se articula en base a un libreto de Boris Izaguirre que se lanza al desvarío tras un inicio más convencional y que toma como punto de partida el ingreso de una gran diva en la cárcel. Enamoradas/os y ambiciones varias van trasladando la acción desde las celdas hasta Eurovisión, con un presentador (Izaguirre) interactuando con el público desde el patio de butacas. Los personajes, las situaciones y los diálogos están basados en la memoria reciente del espectador, que reconocerá la sobreabundacia de guiños y una serie de lugares comunes que siempre funcionan, sea cual sea la época (corrupción, personajes extremos, caricaturas políticas, etc.). El libreto tira habitualmente de rima facilona, pero eso no es un problema —no es que destaquen muchos textos de zarzuela por su refinada poética—. Tampoco lo apegado de su peripecia con la actualidad ni su tendencia final al absurdo. En lo que no acaba de funcionar es en el silueteado excesivo de algunos personajes y lo apenas esbozados que están otros; en el tiempo dedicado a algunas situaciones secundarias y a lo escaso de otras principales. El texto trata de explicar todos los elementos en boca de personajes, lo que siempre es complicado de naturalizar y en ocasiones termina por resultar forzado, principalmente en la primera escena.  

Por su parte, Lucas Vidal propone una música ecléctica para dar soporte a todos los paisajes sonoros, hundiendo las raíces en la banda sonora de cine y en la revista musical pura. Ninguno de los términos, vistos en singular, son malas ideas a priori, y se agradece el riesgo de Vidal al hilvanar un nuevo lenguaje para un género en reconstrucción. La dificultad está, a pesar de algunos momentos logrados, en que no se produce una suma orgánica sino una concatenación de estilos que por momentos da sensación de castillo de naipes multirreferencial que prima el guiño a la memoria emocional del espectador. El montaje tenía dirección escénica de Emilio Sagi, que maneja el libreto con elegancia y se deja llevar a donde el verso quiere, manejando las masas corales sin aspavientos y colocando en primer plano la comodidad del canto. Su idea teatral se sustancia en un escenario carcelario con diseños de Daniel Bianco, que acerca al público una prisión amable, estéticamente coherente y donde los desparrames argumentales encuentran su lugar sin complejas transiciones técnicas.   

El aspecto vocal estaba cubierto con un reparto repleto de grandes nombres, con Ainhoa Arteta o Nancy Fabiola Herrera. El resultado fue un tanto irregular, aunque funcionaron de manera más convincente la Chelo de Amparo Navarro (gran aparición y aria final) y la Mayka de Nancy Fabiola Herrera, con una mayor exigencia dramática y sobrados recursos vocales. Los descargos cómicos (La Colombiana de Amelia Font o La Venenosa de María José Suárez, por ejemplo) cumplieron con su cometido ante una sala con muchas ganas de reír. Enrique Ferrer (Juan Miguel), el único personaje masculino del reparto, destacó en los primeros momentos de la obra, aunque la desaparición inexplicable de su personaje durante buena parte del segundo acto le hicieron pasar más desapercibido. El coro tenía que enfrentarse a una partitura más compleja de lo que podía parecer en un primer momento, por la prosodia confusa de alguna de sus intervenciones, algo que resolvieron tras algunas dificultades iniciales. La dirección musical corrió al cargo de Andrés Salado, que se entregó a fondo en marcar las diferencias estilísiticas de la música y en subrayar los momentos de pretendida coralidad épica. 

En definitiva, un intento de nueva creación en un mundo donde las novedades no siempre son bien recibidas. Sirva no tanto para crear un modelo sino para acostumbrar al público a lo inesperado. Mario Muñoz Carrasco.

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