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Por Publicado el: 08/02/2023Categorías: En vivo

Crítica: Ernani en la Ópera de Oviedo

Retrato demodée y voces sanas

Verdi: “Ernani”. Reparto: Alejandro Roy, Juan Jesús Rodríguez, Marigona Qerkezi, Gianfraco Montresor. Oviedo Filarmonía. Coro Intermezzo. Director musical: Daniele Callegari. Directora de escena y escenógrafa: Giorgia Guerra. Teatro Campoamor de Oviedo, 4 de febrero de 2023.

Escena-Ernandi-c-Ivan-Martinez.-Opera-de-Oviedo

Escena Ernandi (c) Iván Martínez. Ópera de Oviedo

Accedía al escenario del histórico Teatro ovetense este drama perteneciente a la etapa llamada de galeras del compositor, en la que tantas futuras obras maestras se fueron perfilando. Drama histórico, lleno de inexactitudes extraído por Piave y Verdi de la obra de Victor Hugo. En él el Verdi joven comenzaba ya a mostrar su sentido teatral, su manejo milagroso de las voces, su habilidad para los grandes concertati y su vena melódica más directa.

Un buen título para cerrar la temporada de la antigua Asociación de Amigos de la Ópera, hoy Ópera de Oviedo a secas. Celestino Varela, actual responsable artístico, que con un muy reducido presupuesto ha de hacer casi milagros, ha levantado, tras un muy meritorio “Hamlet” de Thomas, este “Ernani”. Ha contado con dos cantantes españoles ya experimentados, que poseen instrumentos raros por estos andurriales. El tenor, Alejandro Roy y el barítono Juan Jesús Rodríguez. El primero, un “spinto” o lírico-“spinto” de timbre oscuro, varonil, emisión segura y vibrante, agudo en el fulcro, igualdad de registros, es un artista sólido, expresivo lo justo. Relativamente refinado y fraseador pulcro, algo limitado en colores y matices, pero honrado a carta cabal, que no rehúye ningún compromiso. Marcó ya una cota alta en su aria de salida, a la que –algo usual- faltó algo de lirismo. No se escondió en los conjuntos.

Como tampoco lo hizo, por supuesto, Juan Jesús Rodríguez, de emisión amplia, homogénea, de fraseo no exquisito pero sí bien cincelado. Grave, centro y agudos anchurosos, notorios, potentes. Cantante más en la línea de un Bastianini que de un Bruson por citar ilustres antecesores. La falta de refinamiento la suple con entrega y con sonoridades plenas. Dibujó a buril su sinuosa aria “Oh de verd’anni miei”, a falta de una mayor juego de medias voces. Y se explayó en el monumental conjunto “O somo Carlo”. Con sus limitaciones y sus notables virtudes, tanto él como Roy deberían cantar más en nuestros grandes Teatros.

Marigona Qerkezi es una soprano todavía muy joven, pero promete. No está aún para defender a satisfacción un papel de bigote como el de Elvira. No es una dramática de agilidad. No es la suya una voz ancha, vigorosa, rompedora, con graves plenos y coloratura perfecta, que es la que se demanda. Pero puede estar en camino. Le fallan los fundamentales graves, ya que la primera parta de su primera octava es escasamente audible; no hay apoyo. Y eso se nota en una parte como esta. En el centro y arriba crece, y bien, con proyección hasta el Do y el Re y agilidades más que decorosas. El timbre es sedoso y agradable, quizá en exceso nasal. Tuvo problemas por todo ello en ciertos instantes, como en su gran aria de salida “Ernani, involami”.

Gianfranco Montresor, un bajo lírico de tinte agradable, poco sobrado de resonancias graves, dijo con hechuras y buena línea su parte del vengativo Silva, a la que concedió escasa grandeza. Los papeles menores fueron bien atendidos por la veterana mezzo lírica María José Suárez (Giovanna) y los muy rodados y no siempre bien tratados Josep Radó, tenor lírico (Don Ricardo) y Jeroboám Tejera, bajo (Jago). Fueron acompañados desde el foso por una muy cumplidora y presta Oviedo Filarmonía dirigida, como el esforzado y casi siempre empastado y aguerrido Coro titular (Coro Intermezzo), por el resuelto maestro Daniele Callegari, que marcó con claridad y mantuvo un ligero y vivificante, a veces excesivo, tempo-ritmo verdiano, huyendo de sonoridades gruesas. Hubo línea y general y aceptable conjunción.

Todo ese entramado fue situado por la directora de escena Giorgia Guerra en un espacio realista de época, con decorados, fondos y figurines un tanto pasados de moda y un movimiento escénico poco natural. Un cliché que olía a muy antiguo, sin ninguna propuesta original. Demodée. Hubo cosas curiosas. Entre otras, que Carlos V apareciera constantemente rapado al cero (la imagen habitual del barítono) mientras durante un buen rato se viera su conocido retrato en el que luce abundante cabellera y luenga barba. Buen éxito al final. Arturo Reverter

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