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Por Publicado el: 26/11/2013Categorías: Crítica

CRÍTICA: «Otello» (G. Verdi). Grand Théâtre de Burdeos (24/11/13)

OTELLO (G. VERDI).
Grand Théâtre de Burdeos. 24 Noviembre 2013.

Como para gustos están hechos los colores, me adelanto a decir que siempre he considerado Otello como la mejor ópera Verdi, independientemente de que no sea su obra más popular. Volver a asistir a una representación de Otello apenas 48 después de haber visto La Forza del Destino,   no hace sino que me reafirme en mi opinión. Ambas son obras de madurez, pero tanto dramática como musicalmente la distancia entre ambas óperas es muy notable en lo que a calidad se refiere. Si en La Forza hay momentos sublimes, en Otello toda la partitura es un auténtico regalo.


El resultado artístico de este Otello ha sido bueno, en general. Una destacada versión musical, un espectáculo escénico aceptable y sin muchas pretensiones, y un reparto vocal interesante.

La producción de la alemana Gabriele Rech es una colaboración de los teatros de Burdeos y Nürnberg, donde se estrenó el pasado mes de Septiembre. La producción sigue el modelo, cada vez más habitual, del escenario único, cerrado por paredes y columnas laterales, dejando un gran espacio en el centro, donde elementos de atrezzo configuran las distintas escenas. Estos elementos no son sino una mesa de billar en los actos II y III, figurando una sala de oficiales del ejército, un atril para la llegada de Ludovico y una cama para el acto final. La escenografía se debe a Dieter Richter y va acompañada de algunas proyecciones para la tempestad con la que arranca la ópera. La acción se trae a tiempos modernos y en gran parte los uniformes militares son sustituidos por trajes de ceremonia, resultando adecuado el vestuario de Gabriele Heimann, particularmente para el coro en la recepción del embajador veneciano, y mucho menos para la pobre Desdémona.  Correcta la iluminación de Thomas Schlegel.

La dirección escénica se centra más en los personajes que en las masas y narra bien la historia, sin mayores originalidades. Otello no es negro en esta producción, aunque se pinta la cara para el acto final. Como diría Mimí, Il perché non so. Desdémona es la pobre mujer atormentada de siempre, mientras que Iago es excesivamente malvado desde el principio. Yo siempre he concebido este personaje como mucho más sibilino. Cuesta creer que nadie pueda confiar en él. Una de las aportaciones de Gabriele Rech es presentar en escena a Bianca, el objeto de los deseos de Cassio, que no es sino una prostituta de lujo, muy atractiva, por cierto. A la mesa de billar se le saca mucho partido, ya que tanto sirve para el encuentrote Iago y Cassio, como para ocultarse Otello, como para que Bianca y Cassio muestren sus irreprimibles deseos. La escena de la llegada de Ludovico resulta francamente atractiva, siendo lo menos conseguido la escena de la tempestad, produciéndose la entrada de Otello, el famoso Essultate, desde un palco del teatro.

La directora británica Julia Jones ofreció una brillante lectura de la ópera, llena de vida y atenta a todos los detalles. Aunque permitió lucirse a la Orchestre National Bordeaux Aquitaine, que ofreció un notable sonido, supo controlarla perfectamente sin perjudicar en absoluto a los cantantes en escena. Es una de las mejores interpretaciones que recuerdo de Julia Jones, que volverá por Burdeos en unos meses para ofrecer el Castillo de Barba Azul de Bela Bartok. A destacar la actuación del Coro de la Ópera Nacional de Burdeos, al que he encontrado claramente mejorado.  Sobre el Coro de Niños no puedo decir sino que de tales tenían muy poco, ya que se trataba de jovencitas que habían abandonado la infancia hace algunos años.

El tenor uruguayo Carlo Ventre era el intérprete de Otello y su actuación ofreció luces y sombras. Este cantante ha ido ensanchando su voz y hoy es la de un auténtico tenor spinto, que debutó el personaje de Otello hace un par de años en Frankfurt. La voz es adecuada a las exigencias del personaje, con anchura suficiente y notas altas firmes y brillantes. No son muchos los tenores que pueden enfrentarse a esta partitura y hay que decir que Carlo Ventre supera la prueba en este sentido. Otello es más que voz y ahí es donde Carlo Ventre queda más corto y su interpretación no es muy convincente. Abre excesivamente los sonidos y así acaba resultando un Otello un tanto monocorde, al que le falta mayor interiorización y expresividad.  Con sus virtudes y su defectos puede tener recorrido en el personaje, teniendo en cuenta la situación actual de posibles intérpretes de Otello.


El director de la Ópera de Burdeos, Thierry Fouquet, tiene un oído muy fino y sabe utilizar muy bien los concursos de canto, en los que actúa de jurado, para descubrir nuevos valores, a los que  invita a cantar en su teatro. Así ha ocurrido en los últimos años con Heidi Melton y  Elza Van Den Heever, y ahora se repite la historia con la soprano americana Leah Crocetto.  Esta soprano americana tiene todo para hacer carreta importante en el mundo de la ópera. La voz es muy atractiva, tiene volumen suficiente y está francamente bien manejada. Desde que ganara las Audiciones del Metropolitan en el año 2010 su carrera está ya lanzada y resulta una cantante muy interesante. Como pasa con  otras colegas suyas del mismo país (Heidi Melton, Amber Wagner, Angela Meade, Tamara Wilson) se trata de una mujer voluminosa, de las que hoy no se llevan en escena. Sin duda, es su mayor hándicap para triunfar en este mundo de la ópera.

El barítono francés Laurent Naouri fue un Iago muy desenvuelto en escena, un notable actor, pero poco convincente en términos vocales. Su instrumento tiene poco atractivo, corto de armónicos, en general. Tampoco su interpretación de Iago me resultó muy interesante. Tiene tendencia a abrir sonidos, en busca de mayor volumen y eso  no casa muy bien con la sinuosidad y matizaciones que requiere este personaje. Un Iago malvado desde que aparece en escena no es el Iago que me interesa.

Buena impresión la dejada por el tenor Benjamín Bernheim como Cassio, voz bien timbrada y emitida. El resto de personajes secundarios estaba formado por una solvente Svetlana Lifar (Emilia), un escaso Mischa Schelomianski (Ludovico), un Xin Wang (Roderigo) de voz reducida, un David Ortega (Montano) cumplidor, y un Davide Ronzoni (Heraldo) sin interés.


El Gran Teatro de Burdeos estaba completamente lleno en su aforo. El público aplaudió con calor a los artistas, siendo la mejor recepción la dedicada a Laurent Naouri, con bravos también para Carlo Ventre, Leah Crocetto y Julia Jones.  La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 39 minutos,  incluyendo un intermedio.  Duración musical de 2 horas y 14 minutos. Cinco minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 97 euros, siendo el precio de la más barata de 49 euros. Las había con visibilidad reducida por 8 euros.  José M. Irurzun.

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