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Por Publicado el: 04/03/2021Categorías: En vivo

Crítica: ¡Viva Verdi! ¡Viva Les Arts!

FALSTAFF (G. VERDI)

¡Viva Verdi! ¡Viva Les Arts!

Comedia lírica en tres actos. ­Libreto de Arrigo Boito basado en Shakespeare (Las alegres comadres de Windsor y pasajes de Enrique IV). Reparto: Ambrogio Maestri (Falstaff), Davide Luciano (Ford), Ainhoa Arteta (Alice Ford), Chiara Amarù (Meg Page), Violeta Urmana (Mrs. Quickly), Sara Blanch (Nanetta), Juan Francisco Gatell (Fenton), Joel Williams (Bardolfo), Antonio di Matteo (Pistola), Jorge Rodríguez Norton (Dr. Cajus). Direc­ción de escena: Mario Martone. Escenografía: Margherita Palli. Iluminación: Pasquale Mari. Cor de la Generalitat Valenciana (Francesc Perales, director). Orquestra de la Comunitat Valenciana. Direc­ción musical: Daniele Rustioni. Lugar: Palau de les Arts. Entrada: Alrededor de 800 personas. Fecha: martes, 2 marzo 2021 (se repite los días 7, 12 y 14 de marzo).

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Escena Falstaff en Les Arts ©Miguel Lorenzo y Mikel Ponce

Gran día de ópera y rotundo triunfo de la música en Les Arts. Después de mil y un problemas, entre ellos el contagio por Covid-19 de no pocos cantantes solistas, coristas e instrumentistas, Falstaff, la revolucionaria obra maestra de Verdi, se ha encontrado finalmente con el público de Les Arts tras la obligada cancelación in extremis del estreno, el pasado 21 de enero, y de la que incluso se llegó a celebrar el ensayo general con público. Les Arts y sus responsables han tenido el coraje y talento de poder salvar las funciones y recuperar apenas unas semanas después la presentación del inocuo montaje escénico procedente de la Staatsoper de Berlín, firmado por Mario Martone.

Y lo ha hecho, además, casi respetando el reparto vocal original, lo cual, para cualquiera que conozca mínimamente los entresijos del complicado mundo de la escena lírica, es casi un milagro tan formidable como el que obra Verdi en 1893, cuando estrena en la Scala de Milán, a sus casi ochenta años su última ópera. Una genial vuelta de tuerca en la que el genio de Busseto rompe con todo e inventa un lenguaje “declamado-melódico” que se desarrolla de modo ininterrumpido y toma de Wagner. Un modelo que abre las puertas al siglo XX, con el antagónico Pelléas de Debussy –estrenado solo nueve años después– como asombrosa primerísima recalada.

La sala principal del Palau de les Arts lucía el martes bien hermosa, con todas sus localidades disponibles ocupadas por un público ansioso de reencontrarse con la ópera. En la sala y en los vestíbulos se notaba el ambientillo positivo y feliz de los viejos estrenos. Corrillos sin cava y caras enmascaradas y distanciadas. ¡Ya queda menos! Pero lo más importante fue que se disfrutó de un Falstaff de altísimo nivel musical. Jesús Iglesias ha logrado amalgamar un reparto vocal de campanillas, sobre todo por la presencia en el rol titular del mejor Falstaff de las dos últimas décadas, Ambrogio Maestri (Pavía, 1970). El barítono italiano se adentra en la oronda piel del grandioso personaje creado por Shakespeare y lo ilumina con esa ironía burlesca y ya de vuelta de todo con la que el genio longevo y juvenil de Verdi embadurna al grandioso personaje shakesperiano. Es curioso que asombre tanto el genio temprano (como los de Mozart o Albéniz), y no el aún más portentoso y no menos juvenil que destila el viejo Verdi en Falstaff.

Maestri recrea a Falstaff desde su propio yo. No lo interpreta, es. Por vocalidad y por presencia física –en la balanza de la realidad, sería difícil adivinar a qué lado se inclinaría el fiel de la balanza: si al del orondo Sir John o al de su alter ego en la tierra-. También por identificación con el canto y su consustancial expresividad socarrona. Como él mismo dice, se “divierte” en su transfiguración, sí, pero sobre todo, subraya los mil personajes de un personaje único, cargado de matices, reflejos y sensibilidades de una existencia –la de Falstaff, pero también la de Verdi- que recapitula las mil y una experiencias de quien se ha bebido su larga vida a sorbos de “jerez” y de todo lo que se le ha puesto por medio. Para todo ello, Maestri recurre a sus grandes dotes de actor, y a unos medios vocales definitivamente excepcionales, que él administra con naturalidad y una técnica de primera factura.

Fue la estrella absoluta. A su lado, brillaron todos los demás componentes del nutrido y redondo reparto. Con una crecida Ainhoa Arteta que dio vida a una notable y creíble Alice Ford (por más que en ocasiones despendolara la gestualidad y pareciera más La Menegilda de La Gran Vía que la distinguida esposa de un rico caballero inglés), y una Violeta Urmana en el inesperado papel de Mrs. Quickly. La diva lituana, otrora soprano, ha recalada en este grave personaje armada en una experiencia verdiana de primer orden, con personajes en su haber tan emblemáticos como Elisabetta, Aida, Amelia, Leonora o Lady Macbeth. Como siempre, ha vuelto a dejar constancia de su clase como artista y categoría de cantante, aunque la vis cómica de la reverencial comadrona case poco con su naturaleza expresiva. Sus famosos “Reverenza” casi hacían temblar más a las paredes del Palau de les Arts que al pobre Sir John.

Notable y siempre bien cantado el efectivo Ford de Davide Luciano (uno de los pocos cambios habidos en el reparto original), y decididamente excepcional la parejita belcantista de Nanetta y Fenton, encarnados por la soprano tarraconense Sara Blanch y el tenor argentino Juan Francisco Gatell. No faltaron en tan calibrado elenco las voces del asturianovalenciano Jorge Rodríguez Norton (un más que solvente Dr. Cajus) y de Antonio Di Matteo y Joel Williams, quienes dieron buena y creíble presencia a los golfos Pistola y Bardolfo.

El Cor de la Generalitat estuvo particularmente bien en una ópera de tan decidido carácter de conjunto. Sobresaliente, matrícula de honor y todo lo que haga falta a una Orquesta de la Comunitat Valenciana que estuvo toda la tarde –la función comenzó a las 18 horas, cosas de la pandemia- verdaderamente esplendorosa. Ágil, ligera, empastada. Con una sonoridad cuidada, rotunda y de alta y precisa respuesta. Mucho tuvo que ver en ello el fluido trabajo concertador del maestro Daniele Rustioni (1983), quien cuidó cada detalle y encauzó con imaginación, sensibilidad y claridad el inmenso caudal musical de la partitura. Algunos momentos de decibelios y entusiasmos excesivos no lograron emborronar su cuidadoso trabajo. Estupendo el solo de trompa, tocado valientemente desde las alturas de la caprichosa escenografía. La genial fuga final, “Tutto nel mondo é burla”, fue colofón perfecto de una gran noche de ópera que hoy, en este curioso país, solo es posible escuchar así de bien en València.

¿Y del concepto y montaje escénico de Mario Martone? ¡El inmenso Falstaff aguanta hasta la nada! Algo que sabemos particularmente bien quienes el 27 de febrero de 1993 tuvimos la fortuna de escuchar la versión de concierto que presentó el Palau de la Música bajo la dirección de Manuel Galduf y con la Orquesta de València. ¿El reparto de aquel Falstaff ya legendario?  Giuseppe Taddei, Paolo Gavanelli, Renata Scotto, Fiorenza Cossotto, Ivo Vinco, Josep Bros, Piero De PalmaJusto Romero

Publicada el 4 de marzo en el Diario Levante.

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