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Por Publicado el: 20/03/2010Categorías: Crítica

Doble Turandot en Sevilla

Temporada de la Maestranza

Una Doble Turandot

“Turandot” de Giacomo Puccini. M. Guleghina/ J. Baird, F. Armiliato/ M. Berti, D. Dessì/ N. Ansellem, J. Ruiz, A. Vinogradov, M. Esteve, J. Palacios, G. Peña, M. Bellanova. S. Frisell, dirección escénica. P. Halffter, dirección musical. J.P. Ponelle, escenografía y vestuario original. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza, Escolanía de Los Palacios. Teatro de la Maestranza. Sevilla, jueves 18 de marzo.

Cayó sin remedio ante la crisis económica la proyectada nueva producción de “Forza del destino” y en su lugar se recurrió a una “Turandot” sacada de fondo de armario, propiedad del teatro y vista en Sevilla hace más de diez años. El mítico Jean-Pierre Ponelle diseñó, hace más de treinta años, una producción bellísima y adelantada para su época, que ha inspirado a muchas otras que han llegado más tarde. Es además muy eficaz pues con sus dos decorados, cara y cruz de una plataforma giratoria, hasta se podrían evitar sus dos descansos. Otra cosa es que nos siga pareciendo moderna o que el uso que Sonja Frisell haga de ella sea el más adecuado e inspirado, porque el genio de Ponelle, fallecido en 1988, obviamente no se puede buscar en la dirección actoral, simplemente discreta, ni en una iluminación ampliamente mejorable. Aún así el público ha de rendirse a una escena en la que encuentra todo lo que se puede esperar en una “Turandot”. 
Pedro Halffter, que tuvo el acierto de programar hace semanas la ópera homónima de Busoni, plantea una versión personal, caracterizada por centrase en el color más que en la agresividad, sin que ello suponga una reducción en sus siempre amados volúmenes sonoros. Si se traduce en una especial lentitud de tempos, que le sirven para ir poco a poco dibujando los clímax finales de acto pero que pudo perjudicar a algunos de los cantantes en momentos concretos. Su concepto llega al público, gracias también a las muy aceptables prestaciones de la orquesta y el coro, éste en lo que para él supone un auténtico reto. 
La Maestranza presenta dos repartos de indudable relieve y dignos de cualquier primer teatro del mundo. María Guleghina posee la auténtica voz dramática, amplia en tesitura y caudal, perfecta para el papel. La de la canadiense Janice Baird resulta algo más lírica y por ello también más humana, menos “princesa de hielo”, aspecto que acentúa con un tratamiento escénico más completo que el de la rusa, a quien se detectó nerviosa en más de una ocasión. Liú siempre muere pero siempre triunfa. Así sucedió con Daniela Dessi, solventando la lentitud de tempos como artista de raza e impregnando de intensidad su escena final, y con Norah Amsellen, de fresco timbre y técnica inteligente para suplir sus limitaciones de potencia con gusto y musicalidad. Para técnica la de Fabio Armiliato, quien tiene muy estudiado vocal y escénicamente el papel de Calaf , logrando un “Nessun dorma” en la que se combinan al cincuenta por ciento poesía y potencia. De ahí la espontánea ovación tras el aria, aunque la música continuara sonando, ovación que no llegó a provocar Marco Berti, tenor con un material vocal mucho más brillante y adecuado al papel, pero manejado con menor sutilidad. Todo el resto del reparto mantuvo la deseable homogeneidad, colaborando al gran éxito alcanzado en ambas representaciones. Gonzalo Alonso

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