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Por Publicado el: 22/03/2010Categorías: Crítica

El milagro de Gruberova

Grandes Voces del Real
El milagro de Gruberova
Obras de Rossini, Donizetti, Bellini, Verdi, Massenet y Thomas. Edita Gruberova. Orquesta Titular del Teatro Real. Michael Gütttler, director. Teatro Real. Madrid, 21 de marzo.
Edita Gruberova (Bratislava, 1946) volvió al Real seis años después de su ya histórico concierto triunfal. Éste aún lo ha sido más si cabe. Ya desde la acogida comenzaron los vítores de un público dividido entre fanáticos seguidores y quienes asisten estupefactos a la explosión de júbilo que suscita la que es una referencia entre las sopranos ligeras de las últimas décadas. Tras el concierto oficial y las propinas -unas “Linda de Chamonix” y “El Murciélago”, quizá lo mejor de la noche- se superaron los quince minutos de aclamaciones a las salidas de la artista, acompañada y muchas ya en solitario. Pocas veces, si alguna, se ha vivido un éxito así en el Real.
Todos sabemos ya lo que es y no es Edita Gruberova. Conocemos la extraordinaria combinación que en ella se da de técnica e inteligencia, que le ha permitido conservar a los sesenta y tres años una voz todavía fresca, sin vibrato perceptible. Conocemos su amplio caudal vocal y un fiato admirable que apenas se resiente. Conocemos sus increíbles agudos, ahora más forzados pero aún sorprendentes. Conocemos la facilidad circense para las coloraturas. Conocemos también sus limitaciones en el registro grave, que nunca se molestó en ocultar, y la forma en que se lleva las partituras a su terreno, a veces en perjuicio del estilo. Así ha sido y es Gruberova y quienes disfrutamos con su canto lo sabemos sobradamente y nadie puede dejar de respetar su valentía al dar todo y arriesgar con un programa de miuras.
Abrió boca con el aria de “Lucrecia Borgia”, cantada en estilo al igual que la gran escena de “Beatrice di Tenda”, quizá lo mejor del programa a pesar de un último agudo algo calante, para terminar la primera parte con el aria del primer acto de “Traviata”, derrochando poderío aunque con demasiado “staccato”. Mostró las mayores debilidades en notas, coloraturas y fiato en “Puritani”, para recuperarse en la espectacular escena de la locura de “Hamlet”. Luego, con generosidad tras tanta dificultad, las dos propinas citadas, los quince minutos de aplausos y la hora firmando dedicatorias. Estuvo bien acompañada por Michael Güttler, proclive a sonoras dinámicas con una orquesta que funcionó bastante mejor de lo habitual en estos conciertos.
¿Sabía el público que estaba ante la despedida de la artista al Real? Será muy difícil su regreso, pues no representa el perfil deseado por la nueva dirección del teatro y seis años de espero son ya muchos cuando ya se tienen sesenta y tres. Gonzalo Alonso

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