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El milagro Domingo en Ifigenia
Por Publicado el: 07/12/2008Categorías: Crítica

DON CARLO SCALA 2009 desde el cine

DON CARLO SCALA 2009
“Don Carlo” de Verdi. S.Neil, F.Furlanetto, D.Jenis, A.Kotcherga, F.Cedolins, D.Zajick. Orquesta y coro del Teatro de la Scala. S.Braunschweig, diección escénica. D. Gatti, dirección musical. Teatro alla Scala. Milán. Cines Yelmo, Madrid 7 de diciembre.
Con opiniones para todos los gustos, vítores y abucheos, terminó una accidentada inauguración de la Scala que pudo haberse cancelado días atrás por una huelga sindicalista y que ha tenido su colofón en la sustitución del tenor protagonista (inicialmente Filianotti) y el Gran Inquisidor (inicialmente Salminen). Pero lo cierto es que la ópera seguirá siendo un género vivo mientras haya fuego en las opiniones encontradas, Eso sí, probablemente haya de encontrar su futuro en salas fuera de los teatros, dados los altos costes de las producciones y, en consecuencia, de las entradas para el vivo. Falta que la tecnología permita la imagen tridimensional y que el público que asiste en los cines pierda la vergüenza y también se lance a aplaudir o abuchear, pero aún sin ello la experiencia merece la pena.
Por lo demás, nada nuevo bajo el sol, tan sólo lo previsto. Una dirección sólida, vibrante y muy sonora de Daniele Gatti, que abrió el «Lacrimosa» de la prisión, frente a una dirección dramática inexistente. Stéphane Braunschweig se limitó a presentar unos decorados en plan postal minimalista que recordaban viejas pinturas flamencas. Embocaduras encerradas en otras embocaduras, mucha limpieza y belleza, lujoso y costosísimo vestuario, algunos cuadros excesivamente austeros hasta para Felipe II y estatuas escénicas en vez de intérpretes. Un par de aciertos –niños para recordar el pasado en vez del acto de Fontainebleau o la impresionante aparición de tumbas al calificar de “paz horrenda de tumbas” la política real- que no lograron que hasta el veterano Ferrucio Furlanetto fracasase en delinear dramáticamente el pusilánime Felipe II que se pretendía. Triunfaron vocalmente Fiorenza Cedolins y sobre todo –tampoco nada nuevo cuando hay una buena mezzo- la Éboli de Dolora Zajick. Muy discretos el Posa de Dalibor Jenis y el Inquisidor de Kotcherga y bien el físicamente inmenso Stuart Neill como Carlo. A Lissner le habrá quedado un sabor agridulce: ni ha tenido espectadores de relieve y no ha conseguido para inaugurar más que una discreta producción de teatro alemán para una ópera italiana a pesar de estar firmada por un francés. Gonzalo Alonso

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