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Por Publicado el: 26/06/2010Categorías: Crítica

DUDAMEL VENCIÓ

DUDAMEL VENCIÓ

Festival Internacional de Música y Danza de Granada
CARREÑO, GINASTERA, STRAVINSKY. Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana “Simón Bolívar”. Director. Gustavo Dudamel. 25 de junio de 2008, Palacio de Carlos V, Granada.
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Para un festival cuyo tema genérico, en esta edición 59 de la muestra, es la mirada al otro lado del Atlántico y al mundo iberoamericano, es difícil imaginar inauguración más “sonada” –nunca mejor dicho- y con más gancho que la presencia del ya fenómeno mediático Gustavo Dudamel (29 años) y sus chicos de la Sinfónica juvenil venezolana. Otra cosa es que el apostolado del artista, aprendido de su gran maestro Juan Antonio Abreu, sobre la necesidad de que la música llegue a la mayor cantidad de personas, se quede en eso, en discurso, frente a la industriosa realidad de que el maestro no acepta la presencia de los micrófonos de la radio en su concierto, se supone que por el exclusivo y sustancioso contrato que le vincula a una multinacional discográfica. Pero a Palacio de Carlos V lleno, la primera jornada de Granada 2010 fue, no sólo sonada, incluso atronadora.
Dudamel, debutante en el coliseo alhambrista, no midió la desmesura acústica que sus ciento y bastantes músicos pueden montar cuando tocan -¡y cómo tocan!- a pleno pulmón, y esto ya se advirtió desde la primera obra, la ligeramente plúmbea “Margariteña” de Inocente Carreño. Pero la pieza no fue nada frente al despliegue de decibelios de las danzas de “Estancia” de Ginastera, cuyo ‘Malambo’ final es, de por sí, una de las páginas más estrepitosas del repertorio sinfónico. Aquí hubo despistes y deslices técnicos, pero la audiencia estaba rendida desde que el proteico Dudamel subió al escenario y el éxito fue rotundo. Para cerrar sesión, y seguir en la onda, quedaba “La consagración de la primavera”, de la que el joven director hace una interpretación arrolladora que, fue, en conjunto, lo mejor de la noche. Las tres propinas terminaron de poner boca arriba al local y al público, Dvorak, Falla –con el trompa fallando la mitad de las notas, pero ya daba igual- y, sobre todo, el ‘Mambo’ de “West Side Story” de Bernstein, que los venezolanos han convertido en su pieza fetiche, bailada/jaleada por toda la orquesta sin parar de tocar.
Noche de oropel y gloria, pero Dudamel, además de vencer –convencer algo menos- y de crear espectáculo, puede dar más y mejor música. Lo del Carlos V se puede decir más claro, pero no más alto. José Luis Pérez de Arteaga

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