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Por Publicado el: 20/02/2012Categorías: Crítica

El Gato Montés: Dramón a ritmo de pasodoble

Temporada de la Zarzuela
Dramón a ritmo de pasodoble
“El Gato Montés” de Penella. A.Blancas, M.Martín, A.Ódena, A.Gorrotxategui, E.Baquerizo, L.Cansino, etc. C.Hoyos, coreografía. J.C.Plaza, dirección de escena. C.Soler, dirección musical. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 19 de febrero.
Recuerdo la energía con la que José Antonio Campos defendía la necesidad de eliminar la caspa con la que habitualmente se ofrece la zarzuela. Se sentirá feliz cuando vaya a este “Gato Montés” en el que José Carlos Plaza sabe combinar admirablemente los tópicos españoles con la elegancia y la eficacia dramática para crear un espectáculo de primera categoría. Hacía falta algo así en el teatro de la calle Jovellanos. La belleza es inherente a todos los cuadros, con un predominio absoluto de las tonalidades oscuras, pero hay algunos en los que las composiciones de grupo resultan especialmente admirables y efectivas. Aquí también encaja con precisión la coreografía de Cristina Hoyos. El modo inspirado en que resuelve toda la escena de la corrida resulta ejemplar, con los muros de la plaza en negro machados por el rojo de la sangre y los diversos tercios simulados con sutileza a través de un portón. La obra de Penella tiene sus cosas, entre otras un final excesivamente largo que Plaza sabe llevar sin que decaiga la tensión. Queda como lo que es: un director de raza. Cuando la escena inspira, también suele influir sobre el director musical y Cristóbal Soler se contagia para ir de menos a más, manteniendo orden y concierto en todo momento, pero también pulso.
El reparto no es aquel inolvidable de la Expo del 92 con Pons, Domingo, Villarroel, Berganza, Chausson y un joven Álvarez, pero casi alcanza a no empañar aquel recuerdo. Ángel Ódena canta con rotundidad el personaje central, Andeka Gorrotxategui se muestra como un tenor a tener muy en cuenta y Ángeles Blancas compone una personal Soleá, como no podía ser de otra forma, en la que la fragilidad cede paso a ese “aquí estoy yo”, a veces algo destemplado, pero lleno de pasión. Ésta es algo que comparten los tres personajes centrales, a los que no se les puede discutir que ponen toda la carne en el asador y esto siempre es de agradecer. El resto del reparto no les va a la zaga.
El público, que llena el teatro, responde con entusiasmo desde que escucha la frase de pasodoble del dúo que ha quedado como lo más representativo de la partitura a pesar de su extremada brevedad. No se pierdan el espectáculo. Gonzalo Alonso

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