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Por Publicado el: 22/05/2015Categorías: Recomendación

FIDELIO: BEETHOVEN, POR ENCIMA DE TODO

Fidelio

FIDELIO: BEETHOVEN, POR ENCIMA DE TODO

Por alguna razón no se asocia a Beethoven con la ópera. Él no pudo vivir más de un cuarto de siglo en el XIX, pero le dio tiempo para rematar unas cuantas faenes e inventarse otras  que, aun no fuera de guión, pedían respuestas distintas, y fundamentalmente nuevas. No hay en la historia de la música un compositor tan radical, y sin embargo no inventó ninguna forma muiscal. En materia sinfónica, Mozart y Haydn habían ya puesto unas cuantas cosas en su sitio. En música de cámara, incluido el cuarteto de cuerda, también; y en el piano, Mozart engarzó y construyó un nuevo discurso para el instrumento, a solo o con orquesta. Sin embargo al escuchar la quinta sinfonía, la Hammerklavier o el Cuarteto op.132 se tiene la evidencia inequívoca de que con esta manera de hacer las cosas se está sometiendo a los  procedimientos a una revisión formal de arriba abajo; a veces (Sonata op.111, Cuarteto op.133, por ejemplo) al límite de lo tolerable. Y en materia vocal, Beethoven destrozó cualquier idea anterior con su ´imposible´ Missa solemnis: imposible en su vocalidad e imposible en su concepto. Pues bien: ¿ le ocurrió lo mismo con la ópera?

          Solo un título. Y cincelado sobre una dura pieza de mármol a golpe de sudor y lágrimas. No hay en la Obra toda de Beethoven una composición que le costara tanto y que le hiciera sufrir tanto. Y que le obligara a ir tan a contracorriente: la Viena de la época con quien se entusiasma en ópera es con Rossini (o a lo mejor con la superficie de Rossini, que ese sería otro asunto a tratar). Piénsese que Beethoven tuvo que redactar la obra tres veces hasta dejarla como la conocemos hoy; y no se olvide que escribió hasta cuatro oberturas hasta dar por buena una de ellas; 12 años de trabajo plagado de dudas e insatisfacciones. Primero fue Leonore, una ópera agria y llena de errores, pero de una fuerza increíble; después, la revisión de esta (que llegó a subir a escena dos veces) y por último Fidelio, en 1814, una revisión que en muchos aspectos fue una reescritura; y con tres benditas piezas ´damnificadas´ que quedaron en el camino, las Oberturas Leonora I, II y III.

      A pesar de todo ello, o quizá por todo ello, una obra maestra absoluta como es esta ópera ha sufrido durante mucho tiempo una inmerecida incomprensión: muy buena música (como para decir lo contrario, tratándose de Beethoven), pero una ópera fallida. Es muy curioso observar cómo la dirigieron los grandes beethovenianos de la era dorada de la dirección orquestal especialistas en Beethoven; ciertamente como una música sinfónico-vocal de extraordinaria envergadura, pero sin ´ritmo operístico´. Repasar las interpretaciones de un Wilhelm Furtwängler, un Otto Klemperer o un Karl Böhm pone los pelos de punta, pero no nos ofrecen la impersión de estar escuchando ópera sino una soberbia sinfonía con voces. Hemos de esperar a que algún otro añadiera a tal avalancha musical su verdadero sentido dramático, el de una auténtica ópera, demostrando así que la cuestión no era que sobrara música y faltara ópera sino, una vez más, que los grandes ´decididores´ se habían equivocado en esto. Leonard Bernstein, con un director de escena que tampoco pueda decirse que fuese un revolucionario, Otto Schenck, dio esa vuelta de tuerca en su absolutamente maravillosa versión de 1978 en la Ópera de Viena. Fue un salto vital extraordinario. Más tarde, ya en 1999, Baremboim  recogió el testigo (y de eso tuvimos constancia en el mismo Teatro Real en 2002) y profundizó en la idea: la necesidad de hacer Fidelio como una ópera, quitándose de encima el complejo de una vez. Hubo, sin duda, importantes fuerzas en la reacción: no merece la pena el esfuerzo, dijeron algunos; Beethoven se comporta en su Fidelio como un inocente revolucionario, y desde luego, escribió una anti-ópera.

    ¿Inocente revolucionario? ¿Revolucionario desengañado? ¿Las dos cosas al mismo tiempo? Fidelio nos cuenta la historia de una señora que quiere acabar con la opresión injusta a la que un tirano ha sometido a la persona que ama. Y como no puede hacerlo blandiendo las leyes, decide actuar a la desesperada: convertirse en hombre para aterrizar en el mundo de los que mandan, o sea, los hombres, para ser así escuchada. De esta historia principal se descuelgan otras pequeñas, pero siempre en un tono como mínimo tan teatral. Así que, primer error: decir que el tema no es operístico es estar un poco ciego. Pero lo que realmente destroza cualquier comentario o idea despectiva referida a la ´inocencia´ con que Beethoven trata el asunto es la música (exactamente como ocurre con en la Novena sinfonía). La magistral e irrepetible forma en que Beethoven describe las interioridades del alma humana humillada y maltratada, entre las sombras y la luz,  es de una sinceridad y una fuerza absolutamente sobrecogedora. Y especialmente emocionante cuando habla de la salvación y de la justicia aplicada con certeza y compasión. Son conceptos grandes, y que por eso mismo el intelectual teme: su autodefensa, decir que son ideas demasiado ´básicas´, demasiado ´inocentes´. Seguramente expresadas por una pluma elemental, lo sean; pero cuando nos son entregadas en un contexto expresivo como el que Beethoven crea se convierten en auténticas y poderosas razones para comprender que el ser humano no está tan perdido como puede parecer.

        En 2006 vimos Fidelio en el Palau del es Arts, de Valencia. Fue una producción de Pier´Alli más que plausible; la dirigió un otoñal y muy centrado Zubin Mehta. Esa es la que va a sustituir a la programada inicialmente, una nueva de Olex Ollé y los fureros. La dirigirá musicalmente Hartmut Haenchen, y será interpretada por Michael König como Florestán; Adrianne Pieczonka en Leonore; Franz-Josef Selig en el papel de Rocco; Anett Fritsch como Marzelline; Ed Lyon en Jaquino; Alan Held en Pizarro, y Goran Juric en Don Fernando. Es un reparto solvente, pero hay que recordar cómo se las gastaba Beethoven cuando escribía para la voz, y aquí hay al menos cuatro que pueden sufrir de lo lindo. Puede suceder cualquier cosa, tanto en el foso como en la escena. Pero por encima de todo va a estar Beethoven, auténtica razón de mi recomendación. No todos los días se puede escuchar y ver en un escenario esta maravilla única que es Fidelio. Pedro González Mira

BEETHOVEN: Fidelio. Michael König, Adrianne Pieczonka,Franz-Josef Selig, Anett Fritsch, Ed Lyon, Alan Held, Goran Juric. Coro y Orquesta del Teatro Real. Dirección musical: Hartmut Haenchen. Director de escena: Pier´Alli. Miércoles 27, Sábado 30 de mayo, 20.00; 2 de junio, 20.00. Próximas funciones: 5, 7, 11, 14 y 17 de junio. Entre 10 y 381 €. (día 27); entre 10 y 213 €. (resto)

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