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"Bodas de Fígaro", vuelta a la esencia
Por Publicado el: 14/12/2011Categorías: Crítica

Gergiev en Madrid

Guergiev en Madrid
“Romeo y Julieta” de Berlioz. Ekaterina Gubanova, Kenneth Tarver y Mijaíl Petrenko. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Coro de la Generalitat Valenciana.
“Cantos y danzas de muerte” de Mussorgsky, “Petrushka” y “La consagración de la primavera” de Stravinski. M. Petrenko. Orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo. Director: Valeri Gerguiev. Teatro Real. Madrid, 11 y 13 de diciembre.
Los conjuntos rusos siempre han tenido su publico en España, fundamentalmente entre la progresía cultural de los años sesenta y setenta, de la que aún quedan bastantes vestigios como pudo apreciarse en el segundo de los conciertos de Gergiev en el Real, aquel en el que se presentaba junto a la Orquesta del Mariinski. También había curiosidad por ver al maestro ruso al frente de la Orquesta del Palau de les Arts y poder comparar una y otra, sin embargo ambas circunstancias no fueron capaces de llenar el teatro, en el que quedaron unas cuatrocientas entradas por vender para cada concierto.
Al final casi no fue posible la comparación, quedando el resultado en un Valencia 2-San Petersburgo 2, dada la diferencia de repertorio entre ambos espectáculos y la escasa profundidad y capacidad de matiz del propio director. Hubo mucho que admirar en la actuación de las huestes del Turia, tanto coro como orquesta, especialmente la delicadeza de la que hicieron gala en la “Escena de amor” o el formidable dúo entre viento-madera y cuerda grave en el “Cortejo fúnebre” de la partitura de Berlioz, pero la lectura de Gergiev adoleció de profundidad. El ruso ha logrado situarse en primera fila, pero gran parte de esa ascensión radica más en su faceta de hombre de negocios musicales que en sus capacidades propiamente artísticas. Quedó patente en “La consagración de la primavera” tras la brillante pero insípida “Petrushka”. Bajo su batuta todo suena potente, directo, con impulso, pero el discurso carece de matiz. Así en la “Consagración” falló no ya todo lo que hay en ella no rítmico, sino hasta el propio ritmo. El final fue un claro ejemplo. El bajo Mijaíl Petrenko, que había participado en el “Romeo y Julieta”, también abordó los “Cantos y danzas de la muerte”, en donde no pudo esconder limitaciones en el legato ni evitar marcar algunas frases más que cantarlas. Gonzalo Alonso

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