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Por Publicado el: 10/01/2007Categorías: Crítica

Inauguración del Festival de Canarias

Inauguración del Festival de Canarias
Un Réquiem por nuestras guerras
“War Réquiem” de Britten. A.Roocroft, D.Wilson-Johnson, I.Bostridge. Coro Infantil de la OFGC, Coro Sinfónico de la BBC, Orquesta Sinfónica de Tenerife. V.Pablo Pérez, director. Auditorio Alfredo Graus. Las Palmas de Gran Canaria, 9 de enero.
Empezó la 23 edición del Festival de Música de Canarias con un nuevo responsable a su frente, Juan Mendoza, lo que indudablemente habrá de marcar una nueva etapa, aunque gran parte de la programación de este año venga heredada de Rafael Nebot. Ante un cambio de rumbo, por limitado que pueda ser, se imponen indudablemente muchas reflexiones. Baste hoy una de ellas: ¿Tiene sentido abrir festival un martes con una obra tan escasamente popular como el “War Réquiem”? ¿Acaso no habría sido más acertado haber llevado a esa fecha una cita con mayor potencial de reclamo como la misma de la segunda jornada, caídas de cartel aparte? Ofrezco esta meditación tras los numerosos claros que se percibían en el auditorio, que deberían evitarse en toda inauguración.
Con el “War Réquiem” Britten intentó cicatrizar musicalmente las heridas originadas por la Segunda Guerra Mundial, enfocándola más hacia una reparación para los difuntos que a un consuelo para los supervivientes. Pacifista profeso, logró, tras su clamoroso estreno en 1962, una de las obras más alabadas en la historia de la música reciente, considerada por algunos como la mejor en su género. Britten supo «idear y planificar» este alegato pacifista con gran inteligencia, añadiendo a los textos latinos tradicionales poemas de Wilfred Owen, soldado muerto en combate en la I Guerra. Requiere medios amplísimos: una gran orquesta, un numeroso coro mixto, un coro de niños, soprano, tenor y barítono, órgano… y hasta un grupo instrumental, que reflejan tres mundos: el tradicional de difuntos -con soprano, coro y el grueso de la orquesta-, el de las víctimas de la guerra – tenor, barítono y conjunto instrumental- y el del más allá -coro de niños y órgano-.
Hubo un elenco solista de altura: la soprano Amanda Roocroft, con buena musicalidad pero muchas destemplanzas en el registro agudo, un Ian Bostridge de gran limpieza en el decir y David Wilson-Johnson, que sustituyó a Matthias Goerne logrando que no se echase de menos al anunciado. Britten siempre entregó la mayor expresividad a las voces masculinas y tenor y barítono no pudieron estar mejor. Cumplió muy bien el Coro Infantil de la OFGC, se lució una vez más la Sinfónica de Tenerife y, sobre todo, fue un placer escuchar al Coro Sinfónico de la BBC, siempre empastado, rotundo en los ataques y etéreo en los pianos. Victor Pablo Pérez realizó un gran trabajo, controlado pero sacando al aire todo el extenso rango expresivo de la obra.
“Soy el enemigo que mataste, amigo mío” entona el barítono al final de su recitativo en inglés. Otros en Ecuador, Iraq, Oriente Medio, Somalia y tantos sitios podrían cantar lo mismo y, lo peor, es que este canto jamás cesará. Gonzalo ALONSO

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