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Por Publicado el: 05/11/2020Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

La música ante la pandemia

La música ante la pandemia

Tras analizar la situación de la música por el mundo, que era sólo información, faltaba opinar sobre lo que se debería hacer. Obviamente se trata sólo de una opinión personal.

Lo primero e indudable es que debería imponerse el criterio de los epidemiólogos. ¿Mascarillas no, mascarillas sí? ¿Confinamientos si, confinamientos no?… El problema es que a estas alturas de la película no estamos seguros de que los epidemiólogos sepan realmente de qué va el Covid y cómo tratarlo, después de tantas opiniones contradictorias que, además, aún persisten.

Ante ello queda algo importante: el sentido común. Éste, aunque suela ser el menos común de los sentidos, también nos dice que habrá que llegar a un equilibrio entre la salud y la economía. No sirve el pan para hoy y hambre para mañana. Sorprende, inquieta y enoja ver gente paseando por las calles sin mascarillas, pero es absurdo verla con ellas, en solitario, en medio de un pinar. La educación bastaría para colocarlas si aparece alguien en las proximidades.

La cultura, junto con la educación, son dos bienes preciosos en toda sociedad. Son pilares imprescindibles para el avance social. Sin ellas peligrarían muchas cosas, entre ellas la propia democracia. Basta ver las diferencias existentes entre sociedades como la Suiza y la nuestra. Allí se vota casi todo y en las urnas salen decisiones -como la de no aumentar los días de vacaciones- que aquí serían impensables. Por eso, ambas han de mimarse siempre con esmero y también ahora.

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Foto Ana Jiménez

No será fácil que teatros y auditorios vuelvan a una actividad normal si los dejamos caer. Como será igualmente difícil que una orquesta se recomponga si sus músicos han tenido que, como en Inglaterra, buscarse otro trabajo para comer. Pero tampoco le es fácil al público asistir a espectáculos con la amenaza de enfermar. El público que se pierda hoy será complicado de recuperar mañana. Economía y salud, salud y economía.

Por ello hay que exigir a las autoridades un apoyo decidido y unas medidas proporcionales y bien diseñadas. El legislar solamente un porcentaje de aforo conduce a hechos como los vividos en nuestra primer ópera. Les pagamos porque les suponemos unos conocimientos y para que piensen. No para que, como en marzo, nos digan que una de las excepciones al confinamiento es llevar a los niños al supermercado. Además del aforo son imprescindibles las separaciones entre butacas, a los lados, delante y atrás, ocupación ascensores y aseos, etc. Muy conveniente la ausencia de descansos para que el público no se junte en ellos, como también el orden en entradas y salidas. Estos aspectos fueron modélicos este verano en los espectáculos de los Teatros del Canal en el mini festival de El Escorial. Y, por qué no, pensar en utilizar otro tipo de estructuras para la clásica habituales en la pop.

Y no se trata sólo de evitar contagios, sino también de llevar confianza a un público que está atemorizado, como puede comprobarse por la caída en la venta de localidades. Apenas se han vendido quinientas entradas en Madrid para todo un Juan Diego Flórez. A este público hay que hacerle ver que está más seguro en un auditorio, con mascarillas y distancias, que en un restaurante almorzando sin ellas. Y, así, la cultura le podrá solicitar su ayuda, el apoyo con su asistencia, porque sin su asistencia el parón será irremediable.

De verdad que la cosa no es tan difícil, pero hay que dedicar esfuerzos a pensar y después a comunicar a la sociedad algo más que ideologías. Gonzalo Alonso

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