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Por Publicado el: 20/12/2022Categorías: En vivo

Critica: La Sonnambula, primero y segundo reparto

LA SONAMBULA, BRILLAN LA MÚSICA Y EL BUEN CANTO

Bellini: “La sonnambula”. Nadine Sierra, Xavier Anduaga, Roberto Tagliavini, Rocío Pérez, Monica Bacelli, Isaac Galán, Gerardo López. Director música: Maurizio Benini. Directora de escena: Barbara Lluch. Teatro Real, 15 de diciembre de 2022.

Nadine Sierra en «La Sonnambula»

“La sonnambula” de Bellini (1831), una ópera de un encanto indiscutible, de unos valores melódicos y expresivos de primer orden, aunque en ella, y en eso están de acuerdo muchos autores, se perciban las limitaciones musicales y aun la falta de preparación de su autor. Lo curioso es que, por encima de ellas, el canto, en su expresión más alta, consigue brillar y llegar al corazón del oyente. Y lo definen muy bien en sus notas al programa de mano Mario Muñoz Carrasco y Joan Matabosch. Es desde estas premisas cómo hay que entender la música del catanés y cómo debe ser asimilada y puesta en escena. La anécdota es mínima y se apoya en el sonambulismo de una joven pueblerina

Hemos de hablar en primer lugar de lo mejor de la representación, y eso fue el apartado musical, especialmente de parte de la protagonista, la soprano estadounidense Nadine Sierra, una lírica con ribetes de ligera, de centro anchuroso y carnoso, de timbre sensual bien poblado de armónicos. Voz cremosa y dúctil, flexible y elástica; extensa y bien redondeada, con apoyo firme, un fiato descomunal y un espléndido control de la coloratura más ardua. Se exhibe también, a veces en exceso, en unos ataques fúlgidos a la zona sobreaguda, de la que abusa y en la que se sitúa su posible talón de Aquiles: Los Do, Re y Mi 5 suenan afilados y faltos de cuerpo. Un sobresaliente en todo caso, con un “Ah, non credea mirarti” de impresión.

Elvino estuvo en la voz del creciente Xavier Anduaga, un lírico-ligero de excelente encarnadura, valiente y decidido, con agudo y sobreagudo bien proyectado, aunque abuse del llamado “portamento di soto” (no atacar las notas altas “sul fiato”). Delineó con ardor su “Ah perché, perché non posso odiarti”, que canto con repetición, e hizo algunos pianísimos de excelente clase, aunque su fraseo es con frecuencia poco fino, agreste, falto de delicadeza, a veces ligeramente “vicino al tono”. Bien sin más en una parte que no ofrece problemas como la del Conde Rodolfo, Roberto Tagliavini. Algo apuradilla y pasajeramente estridente, aunque valentísima en sus escaladas, Rocío Pérez como Lisa. Bien los secundarios, con una todavía audible Bacelli y unos entonados Galán y López.

En el foso sonó estupendamente la Sinfónica bajo el mando seguro, conocedor y elástico de Maurizio Benini, que se atuvo a las constantes exigidas de estilo, fraseo, dinámica y precisión en los ataques, de las que también se benefició el Coro, que pasa por un gran momento: afinado, compacto y empastado. Tempi lógicos y “ritardandi” expresivos, como en el coro que narra la aparición del fantasma.

El planteamiento escénico, sobre bellos decorados y figurines de época fue a nuestro muy subjetivo juicio menos afortunado. Barbara Lluch ha querido buscar significados a la luz de lo que hoy se sabe de la enfermedad del sonambulismo y de las teorías de científicos como Carl Jung. Y nos muestra los sueños corporeizados en un grupo de diez bailarines, todos ellos magníficos, movidos de acuerdo con una estupenda coreografía de Iratxe Ansa e Igor Bacovich. Sueños a la vez que los miedos, el qué dirán, la desconfianza, el subconsciente. Lluch apunta: “los sueños intentan gestionar lo que ella no es capaz de hacer mientras está despierta”. Esta nueva e innecesaria dimensión complica el curso de la sencilla acción, la detiene y la hace morosa.

Al cierre, tras la luminosa caballeta “Ah, non giunge!”, Amina permanece en lo alto del edificio y no se abraza por tanto a Elvino, pero canta lo que tiene que cantar y dice lo que tiene que decir con el entusiasmo prescrito. Frases amorosas que en modo alguno dan a entender, como dice la directora de escena, que el final “queda abierto en manos de una heroína que va a tomar las riendas de su destino tras la experiencia traumática de los acontecimientos que ha vivido”. El movimiento escénico, quitando el de los bailarines, es más bien estático, poco ágil y dinámico. La escenografía, de Christof Hetzer, y los figurines, de Clara Peluffo, ambos muy bellos y decorativos, con una buena y poética iluminación de Urs Schönebaum, son gratos y coloristas. Arturo Reverter

Segundo reparto

Esta representación corresponde al segundo de los repartos programados, cuyo resultado ha quedado vocalmente por debajo del primer reparto.

Nuevamente, se ha ofrecido la nueva producción de Bárbara Lluch, sobre la que nada tengo que añadir respecto de los dicho el día anterior en el primer reparto.

También tuvimos de nuevo en el podio a Maurizio Benini y aquí sí que hay alguna novedad. En el primer reparto hubo momentos en los que los tiempos fueron particularmente lentos en los dos actos de la ópera, lo que no ha ocurrido en este segundo reparto. Me lleva eso a la conclusión de que esos tiempos tan lentos se debieron a Nadine Sierra y el maestro Benini no hizo sino atender a sus intereses vocales. Lo cierto es que, si ayer la duración musical fue la más larga que me había tocado experimentar en muchos años, en esta ocasión la duración ha sido mucho más normal, ya que ha sido 6 minutos más corta que la del día anterior.

Sonambula-Pratt-Demuro

Jessica Pratt y Francesco Demuro

La nueva Amina era la soprano Jessica Pratt, que fue sin duda la mejor del reparto, aunque su prestación quede por debajo de la que nos ofreció Nadine Sierra el día anterior. Conoce perfectamente el personaje que lo ha cantado muchas veces y lo hace francamente bien, destacando en su interpretación del aria Ah, non credea mirarti, aunque el sobreagudo le queda un tanto metálico.

Elvino fue el tenor sardo Francesco Demuro, que resulta vocalmente adecuado para las exigencias del personaje. La voz tiene atractivo y cuenta con una buena técnica de canto, siendo su mayor problema que la voz se estrecha en las notas más altas. Me quedo claramente con Xabier Anduaga. Se ha hecho cargo de funciones inicialmente programadas para Lawrence Brownlee, que ha cancelado.

El nuevo Conde Rodolfo era el bajo argentino, afincado en España, Ferrnando Radó, a quien tantas veces hemos visto en personajes secundarios en el Teatro Real. Su actuación me ha resultado claramente insuficiente para el personaje, particularmente en un aria de entrada, que no fue capaz de conseguir aplausos.

Sonambula-serena-saenz

Serena Sáenz

Lisa era la soprano catalana Serena Sáenz, que confirmó la muy positiva impresión que me había producido en otras ocasiones. La voz tiene calidad, sin problemas de tesitura y canta con gusto. Superior a Rocío Pérez en el primer reparto.

En los personajes secundarios tuvimos una nueva Teresa, interpretada por Gemma Coma-Alabert, que estuvo correcta, con voz de no mucha calidad.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 54 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 19 minutos, es decir 6 minutos más rápida que la del día anterior. Cinco minutos de aplausos, en los que las mayores ovaciones fueron para Jessica Pratt.

El Teatro Real ofrecía una ocupación de alrededor del 98 % de su aforo. La entrada más cara costaba 287 euros, habiendo butacas de platea al precio de 235 euros. La localidad más barata costaba 43 euros.

Fotos: J. del Real

José M. Irurzun

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