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Por Publicado el: 14/05/2025Categorías: Crítica

Crítica discográfica: Lise Davidsen maravilla en “El holandés errante”

Crítica discográfica: Lise Davidsen maravilla en “El holandés errante”

La DECCA ha publicado un nuevo álbum operístico con la grabación de Der Fliegende Holländer, proveniente de unas representaciones en directo de la Ópera Nacional de Noruega, celebradas el mes de agosto del año 2024, bajo la dirección del maestro inglés Edward Gardner y con un equipo de cantantes magnífico al frente del cual encontramos al barítono Gerald Finley y la opulencia de Lise Davidsen.

Lise Davidsen en la Portada de la nueva grabación de la DECCA

Lise Davidsen en la Portada de la nueva grabación de la DECCA

La alegría, independientemente de los resultados es enorme, porque las grandes casas discográficas parecen haber abandonado la, en otro tiempo, estimulante tarea de poner a la venta los grandes títulos operísticos por los grandes directores y cantantes de cada generación y será porque ahora ya no hay tantos como antes o sencillamente porque los hábitos del consumo musical han cambiado mucho y las ventas no justifican la aparición de nuevas grabaciones, pero el caso es que aquello que hace unos años era un estímulo para operófilos adictos visitantes en las casas de discos de todas las ciudades del mundo que visitábamos, en busca de rarezas de títulos y grabaciones de nuestros ídolos, ha dejado de ser habitual y ni siquiera existen aquellos maravillosos negocios de discos donde ir a remover el dedo y hacer estallar la tertulia con sus trabajadores y clientes habituales mientras dejábamos pequeñas fortunas en la caja y muchas veces grandes satisfacciones en nuestras estanterías.

También es cierto que a parte del sello inglés Opera Rara, que publica en cuenta gotas rarezas admirables con repartos casi siempre interesantes, el resto, cuando publican grabaciones de óperas enteras, ninguna de ellas está realizada en estudio (la última creo que fue el Tristan und Isolde de la EMI con Stemme y Domingo de protagonistas y dirigidos por Pappano) y todas ellas aprovechan representaciones o versiones en concierto, que supongo que debidamente retocadas, si hace falta, son publicadas con un sonido a veces espectacular (nada comparable con las épocas doradas de la discografía de la segunda mitad del siglo pasado).

Grabar aunque sea en directo una representación, no quiere decir que lo escuchemos tal y como lo escuchó el público que asistió a las representaciones de Oslo, puesto que en la grabación no se aprecia, como acostumbra a suceder siempre, los diferentes planos sonoros de la proyección vocal de los cantantes: todos y todas, parecen tener una proyección muy notable y sabemos que esto no es así, por lo tanto, a pesar de ser una toma sonora de lo mejor de las cuatro representaciones del mes de agosto (días 20, 22, 24 y 25) Arne Akselberg, ingeniero de sonido, hizo de las suyas para que Finley y Davidsen sonaran con la misma presencia sonora y esto, los que hemos tenido la fortuna de disfrutar de ambos cantantes en directo, sabemos que no es así.

Si hay algo que me ha sorprendido en “negativo” es la dirección musical de Gardner, nuevo director titular de la ópera noruega y muy valorado, pero que para mí, con un tempo excesivamente rápido, desvirtúa totalmente la tensión misteriosa y nocturna del drama, con una carrera a veces incluso enloquecida hacia la redención de Senta, exenta de la emotividad y la trascendencia que yo necesito.

Está claro que esta valoración es muy personal y cuando se escucha la versión se observa una orquesta espectacular, de sonoridades espléndidas y detalles exquisitos a pesar de la velocidad vertiginosa de la versión (131 minutos frente a los 135 de Sinopoli o Barenboim, 138 de Karajan, 145 de Dorati o 152 de Knappertsbusch en Bayreuth 1955, entre mis preferidas). Este tempo ha condicionado la valoración global de la propuesta, por otra parte, vocalmente casi perfecta.

El barítono canadiense Gerald Finley es un Holandés exquisito, quizás demasiado lírico y detallista en una versión del rol bordeando un liederabend, donde la voz suena espléndida, pero demasiado clara para un personaje tan torturado, misterioso y oscuro, condenado a navegar eternamente por mares exaltados para pagar las fechorías del pasado y que solo lo salvará una santa abnegada.

Su entrada (Die Frist ist um…) quizás es la más detallista que haya escuchado nunca, llena de matices y de una claridad sorprendente, dudo que en el teatro causara el mismo efecto, pero el mencionado ingeniero de sonido ha hecho posible que esta interpretación llegue como si se tratara de un lied del Winterreise. En momentos de más intensidad dramática, como el dúo con Senta del segundo acto o el dramático final, he echado en falta al bajo barítono rotundo y apocalíptico habitual (Uhde, sobre todo). Aun así Finley hace su notable creación del rol.

Lise Davidsen es en realidad el motivo y la razón principal de esta nueva propuesta del Fliegende Holländer, su Senta es esplendorosa y estoy absolutamente convencido que en el teatro, el impacto es todavía más definitivo. Las grandes voces (hablo de volumen) no caben como deberían dentro del amplificador y los altavoces de un equipo de reproducción, a pesar de que este sea de alta gama. El milagro vocal de Davidsen, su capacidad de matiz es absolutamente sensacional en su entrada en la balada (casi un cuchicheo) o la explosión del Preis deinen Engel und sein Gebot final son los extremos de un anchísimo abanico de recursos vocales, técnicos y expresivos, de una voz privilegiada como pocas (una voz de las de antes) al servicio del drama, con unos ataques precisos y contundentes.

También la sensación de frialdad que puede motivar escucharla en casa, sabemos que desaparece cuando se escucha en la sala de conciertos o en el teatro, porque la extrema emotividad de una voz tan generosa y excepcional, a la vez que bella, se expande con naturalidad sin herir ni distorsionar, puesto que no existe ningún impedimento ni ninguna manipulación técnica que la desvirtúe. Una Senta sensacional que seguramente no disfrutaremos en muchas más ocasiones una vez se reincorpore a la actividad, con las Isolde y Brünnhilde previstas y que todos anhelamos, además de sus incursiones al repertorio italiano que no me interesan mucho.

Brindley Sherrat, el bajo inglés que asume el rol de Daland, desmerece a la pareja protagonista. La voz suena cansada con tendencias oscilantes y poca rotundidad en un registro más bien desdibujado. No he entendido nunca su presencia en teatros de relieve. ¡Una lástima!

El resto del cast sí que es de gran nivel. El tenor francés Stanislas de Barbeyrac ya ha sorprendido al público wagneriano con Siegmund (Baden-Baden) que repetirá este mes de mayo en la ROH, después de un inicio como tenor lírico mozartiano (en el Liceu cantó un espléndido Pélleas la temporada 2021/2022), también acaba de cantar la Erik en el Palau de les Arts. La voz es dúctil y puede hacer cosas, a pesar de que este rol no ofrece muchas posibilidades de lucimiento, que los tenores wagnerianos no hacen, sobre todo matices y medias voces que otorgan al rol una expresividad nada tensa, habituados como estamos con la carencia de flexibilidad de las voces wagnerianas, sobre todo los esforzados tenores. Exhibe un canto legato muy satisfactorio y una emisión elegante a pesar de ciertos sonidos metálicos en la emisión de algunas notas. Un wagneriano a explorar (Lohengrin y Walther, sobre todo).

Una revelación para mí ha sido el marinero de Eirik Grøtvedt, primer tenor a la compañía noruega y una vez escuchada su breve intervención se entiende el motivo. Magnífico. Finalmente, la poderosa mezzosoprano húngara Anna Kissjudit hace frente a la siempre poco relevante Mary con una notoriedad vocal poco habitual.

Coro y orquesta suenan espléndidamente y otorgan a la propuesta, una nota final notable a pocas décimas de lograr la excelencia como lo hace sin ningún tipo de duda, LA DAVIDSEN. Muy recomendable.

Joaquim Hernández Puig

Publicado en “In Fernem land”

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