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¿Por qué nombres y no un proyecto?
Un guión intrigante, digno de Hitchcock o Almodóvar, en el Real
Por Publicado el: 14/11/2008Categorías: Artículos de Beckmesser

Lo que dice el BOR

El B.O.R. (Boletín oficial del Real), también conocido como «El País», incluye hoy en una información (ver «Enlaces de prensa») con opinión subliminal frases como: «El Teatro Real de Madrid se ha convertido en un auténtico objeto de deseo», «se ha abierto una auténtica carrera por su sucesión al más alto nivel internacional», «Mortier… El gestor cultural más deseado del mundo queda libre…», «Tres músicos, colaboradores habituales del gran gestor cultural, se turnarían al frente de la orquesta. Son Semyon Bychkov, Sylvain Cambreling y otro joven valor con brillante futuro por delante: Pablo Heras», «Un nuevo tropiezo puede resultar gravísimo para la historia del teatro. El hecho de que gestores de prestigio mundial muestren interés en desembarcar en él prueba las posibilidades futuras que tiene el coliseo madrileño. Algún encanto tendrá para que los pesos pesados quieran desembarcar aquí», etc.
¡Qué pena que su autor pasase por alto las propias declaraciones de Mortier en el New York Times «Mr. Mortier said he was saddened and frustrated to see two years of work thrown away. “I never worked so hard,” he said. He will look for a new position, he added, but with his 65th birthday coming up on Nov. 25, “maybe nobody wants me anymore.”
Seamos sinceros: el Real no debería apostar por dos perdedores. Lissner tuvo su oportunidad hace diez años y fracasó. Si hubiese venido a Madrid habría sido por serios problemas con los sindicatos en la Scala, que le habrían hecho dimitir o por las presiones de su señora de la que supuestamente se habría separado ahora. Mortier triunfó en Bruselas a costa, al parecer, de dejar a su sucesor un agujero de cinco millones de euros de la época; lo hizo bien en Salzburgo durante sus dos primeros años y luego se peleó con medio mundo (cantantes, directores de orquesta y escena, restaurantes y hasta los políticos de derechas que lo nombraron y a quienes llegó a ridiculizar en un «Murcielago») y testamentó otro déficit; fracasó en París, donde el público quedó más que harto de las casi 50 funciones al año a cargo de su amigo del alma Sylvain Cambreling y donde Nicolas Joel se ha encontrado otro buen agujero; y, de últimas, ni siquiera ha podido tomar posesión en Nueva York -¡gran mosqueo en el consejo de administración al enterarse por la prensa de su pretensión de ir a Bayreuth- porque ha sido incapaz de establecer acuerdos presupuestarios. ¿Acaso nos creemos que va a ser más flexible en Madrid o que en el Real hay más dinero que en Nueva York? Si Mortier negocia con el Real es por la simple razón de que está en paro. Que nadie intente engañar al público envolviendo bisutería como si fuese una joya de Cartier (si «Cartier» porque parece que a cierto grupo sólo le interesa la cultura francesa).
Pero todo esto no deja de ser «pecata minuta» y no seremos nosotros quienes caigamos en la frivolidad que desborda el vaso del Real. Este asunto no es una caseta de feria de tiro al balnco. ¿Lissner?, ¿Mortier? Bueno, pero quizá haya nombres más adecuados para el Real y sus circunstancias. Hay que hablar de otras cosas más serias que meros nombres y lo haremos. Con tiempo y cordura.

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