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ALIENTO TRÁGICO
Por Publicado el: 29/07/2009Categorías: Crítica

Madera y maneras

Festival de El Escorial
Madera y maneras
Obras de Albéniz, Navarro y Mahler. A. Suárez, clarinete. Joven Orquesta Nacional de España. P. González, director. Teatro de El Escorial.
El joven Pablo González (Oviedo, 1975) ha logrado hacerse con una excelente reputación en los ambientes musicales. Ha sido director asistente de la London Symphony Orchestra, la joven Orquesta Nacional de España, la Bournemouth Symphony Orchestra o la Bournemouth Sinfonietta y ha dirigido la Orquestra de Cadaquès, la Orquesta Nacional de España y otras muchas agrupaciones españolas y extranjeras de cierto peso. Hace escasas fechas conocíamos su nombramiento como nuevo titular de la Orquesta Ciudad de Barcelona, en lo que sin duda es un reto para el joven director y una importante apuesta de la institución. Su ciudad natal le ha confiado nada menos que “Don Giovanni” en su próxima temporada. Son datos que avalan los pasos firmes de quien, sin aún cumplir treinta y cinco años y con el hándicap de más de tres años en el dique seco a causa de una enfermedad pasajera, se configura como uno de los artistas con muchas posibilidades de convertirse en una figura. Hoy día ser figura se ve muy facilitado por el físico. El del ovetense no lo tiene a su favor. Hay quien de lejos le podría confundir con un Woody Allen alto y desgarbado, pero otros dirían que les recuerda las viajas fotos de Mahler dirigiendo. Con una de sus sinfonías se atrevió en la amplia gira que realiza la JONDE, con cuyos músicos ha logrado crear un magnífico ambiente a tenor de las entusiastas manifestaciones de entusiasmo y cariño que le dedicaron en el largo turno final de saludos entre aplausos.
La primera parte del concierto nos deparó “Evocación” y “Triana”, en edición del maestro Arbós, tocadas con demasiada corrección, en perjuicio de las etereidades de la primera y los desparpajos de la segunda. Cerró el “Concierto para clarinete” de Óscar Navarro, obra que destila los ambientes hollywoodenses donde el joven alicantino ha estudiado y con la que el coruñés Antonio Suárez se sintió compenetrado. Pero la prueba de fuego venía con la “Quinta” de Mahler. González la abordó con madurez y logró una lectura que en todo momento ofreció interés y en la que no hubo desmayos. Sus gestos, sin batuta en la derecha y con una expresiva izquierda, resultan tan claros como buenos traductores de algo más que entradas y compases. Estamos ante un joven cuyo talento real es percibido por músicos y espectadores. Con él y a pesar de no contar con las influencias de muchos otros artistas puede llegar lejos. Madera y maneras no le faltan. Gonzalo Alonso

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