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Por Publicado el: 21/05/2006Categorías: Crítica

Milva y Pradera, dos artistas de raza

Fiestas de San Isidro
Dos artistas de raza
Milva canta Brecht. María Dolores Pradera, toda una vida. Teatro Español. Madrid, 19 y 20 de mayo.
San Isidro ha traído de nuevo a Madrid a dos grandes artistas, sobre todo artistas de raza, de esas que pueden poner el pié un escenario en el entorno de unos otoñales setenta años y poner al público de cabeza. ¿Cuántos jóvenes talentos de los hoy admirados podrán llegar a otro tanto?
Milva no oculta su edad. Cumplirá sesenta y siete años en julio. Creía que no hacía falta contar quién es Milva, pero me he dado cuenta estos días de lo flaca que es la memoria y lo gorda que es la ignorancia. La cantante italiana se empezó a dar a conocer a finales de los cincuenta con el inolvidable “Milord” de Piaf. Inauguró la década de los sesenta participando con éxito en los Festivales de San Remo y siendo proclamada en 1962 como la mejor cantante del año. En 1965 tomó su primer contacto con el Piccolo Teatro de Milán al grabar “I canti della libertá”. Comenzó entonces a separar su camino del de Mina, su gran rival en la canción italiana. Ornella Vanoni e Iva Zanicchi cantaban a sus sombras. Dos años más tarde estrenó “Io, Berthold Brecht” en el citado teatro de la mano de Giorgio Strehler, quien siempre la consideró la artista más capacitada para este repertorio.
Al celebrarse los cincuenta años de la desaparición de Brecht, y con las nuevas ideas de Cristina Pezzoli, se ha retomado el espectáculo inicial para ofrecerlo por todo el mundo. Milva se viste y desviste, se sube al piano, deslumbra con su inconfundible melena roja, hace gala de respiración y, delante de una serie de proyecciones de nuestro inquietante tiempo, canta y expresa con arrojo y sentimiento. Es la expresividad personificada y hasta parece que cante con el capital cuando es la madre de Breslan llora a su hijo o cuando aborda “Surabaya Johnny”.
Siempre y más ahora, ha cantado con el interés del capital la también extraordinaria María Dolores Pradera. Es la forma de estar en el escenario a los setenta y dos años como si no pasara el tiempo. “Toda una vida” supone un repaso a sus ya inmortales creaciones y recreaciones. Hay mucho de lo que no puede faltar –“La flor de la canela”, “Amarraditos”, “Caballo prieto azabache”, etc- pero también tres piezas de Carlos Cano, el “Tu nombre me sabe a hierba” de Serrat o “El libro” de Solano. Todo un paseo por el folklore de España e Hispanoamérica, lleno de elegancia y madurez.
Dos grandes artistas, con mucho en común, entre otras cosas el ser mujeres de “rompe y rasga”. Bastaba la mirada de una cuando falló ligeramente un micrófono y las palabras de la otra frente al aire acondicionado. Ellas son así y pueden permitírselo. Gonzalo ALONSO

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