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Por Publicado el: 04/09/2021Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso, Entrevistas

Nuestros melómanos populares

Nuestros melómanos populares, por Gonzalo Alonso

Iniciamos esta semana una serie de más de veinte capítulos que recoge las grabaciones del programa «Melómanos» que dirigí y presenté en 1989 en la 2 de TVE. Cada semana les dejaremos uno de los programas en Youtube. Esta serie tuvo un share enorme por cuanto aún no había televisiones privadas y se emitía a las 21,30.

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Gonzalo Alonso entrevista a Montserrat Caballé

El objetivo inicial del programa MELÓMANOS que dirigí y presenté en TVE era acercar la música clásica al telespectador medio e interesar al melómano declarado mediante la combinación del gancho de la entrevista con populares aficionados a la música y la inclusión de breves fragmentos musicales, accesibles y en versiones de interés. Esto último no siempre fue sido posible. Para preparar un programa en televisión no se dispone desgraciadamente del tiempo necesario. Las negociaciones para obtener los derechos de las versiones de obras dirigidas por Karajan, Giulini, Bernstein, etc, resultaron prolijas y sobre todo lentas, de modo que hubo que recurrir al fondo propio de TVE con una frecuencia superior a la prevista. Incluso, al inicio de las grabaciones, se llegaron a realizar entrevistas sin aún conocer las piezas exactas que podrían insertarse. Todo ello se tradujo en la imposibilidad de que cada invitado conociese, mediante un visionado previo, las obras que se incluirían en su programa y en consecuencia pudiese referirse a ellas e incluso comparar lo visto con otras versiones por él conocidas.

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Alberto Ruiz-Gallardón y Gonzalo Alonso

Las conversaciones, por tanto, se desarrollaron normalmente en dos frentes. Uno, el principal y más extenso cuanto más próximo a la música se hallaba el invitado, referente a los distintos temas de la vida musical, sus preferencias y relación personal con este arte. El otro, centrado en la actividad profesional del protagonista. Se buscaron personajes suficientemente conocidos y atractivos, supuestamente melómanos y capaces de mantener una conversación distendida, aspecto primordial por cuanto se trata de llevar al espectador la sensación de participar en una charla entre amigos, huyendo por tanto de presentaciones y despedidas protocolarias. Estos personajes representaban a una buena parte de los sectores de la vida española. Ahora han desaparecido muchos de ellos. Había periodistas y escritores como Juan Luis Cebrián, Joaquín Calvo Sotelo, Terenci Moix, Rosa Montero, Guillermo García Alcalde o el Duque consorte de Alba; políticos como Alfonso Guerra, Javier Solana, Jerónimo Saavedra o Alberto Ruiz-Gallardón. Los empresarios y banqueros estaban representados por Carlos Ferrer Salat y José Ramón Álvarez Rendueles; el mundo de la medicina por José Antonio Vallejo Nájera y hasta por un premio Nobel: Severo Ochoa. Y para que no todo sea tan serio, también participaron populares del espectáculo como Massiel, Alaska, Víctor Manuel, Lluís Llach, Silvia Munt, Lluis Pascual, Elías Querejeta o Pilar Miró. Sin embargo, y justo es reconocerlo, las opiniones más directas surgieron en sendos programas finales dedicados a los melómanos anónimos. No es oro todo lo que reluce y, en algunos pero afortunadamente pocos casos, la supuesta melomanía del invitado no era tal. No todos han podido alcanzar el nivel de los Álvarez Rendueles, Ruiz-Gallardón, Saavedra o García Alcalde, pero entre todos ellos se obtuvieron comentarios de interés e incluso polémicos en ocasiones.

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Alfonso Guerra y Gonzalo Alonso

La afición a la música clásica puede surgir espontáneamente, como fue mi propio caso, o ser inculcada por terceros. Así, para Vallejo Nájera fueron decisivas las reuniones que su padre convocaba en casa los fines de semana para escuchar música en un silencio que no podía romper ni el vuelo de una mosca. Una anécdota de entonces que contó Cristóbal Halffter le obsesionó: cómo era posible que una persona en un momento que peligraba su vida al volar en un avión que estaba siendo ametrallado durante la Guerra Mundial pudiese confesar que en aquel momento lo único que deseaba era escuchar La Pasión según San Mateo. Algunos, como Luis Llach, crecieron en el seno de una familia aficionada a la música pero en un tiempo en el que era impensable ser músico de oficio. Sin embargo, su actividad en la música ligera surgió como consecuencia de su afición inicial a la música clásica. Otros, como Alberto Ruiz-Gallardón, confesaron que «en su tiempo fue una vocación frustrada. Estudié solfeo y piano pero al descubrir que no era un buen intérprete me tuve que dedicar a disfrutar de lo que hacen los demás».

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Javier Solana y Gonzalo Alonso

La música ha sido importante en determinados momentos de la vida de muchos de ellos. El mismo Ruiz-Gallardón conoció a su esposa en el Teatro Real y se comprometió antes de entrar a un Otello en La Zarzuela. César Manrique se reunía de joven con Antonio López y Lucio Muñoz, cuando los tres empezaban a escuchar música de Bach, Stravinsky y Bartók. Joaquín Calvo Sotelo vivió sus primeros enamoramientos por una vecina a la que un joven cantaba como reclamo. Terenci Moix casi descubrió el sexo en un teatro de ópera y Pilar Miró ahogó sus penas escuchando el dúo de la amistad del Don Carlo.

Las preferencias de los populares eran variadas aunque los espectadores estarían cansados de escuchar a Mozart, Beethoven y Bach si sólo se hubiera recurrido a ellos para seleccionar los fragmentos a emitir. Entre las curiosidades destacaron la obsesión de Alaska por Wagner, en particular Parsifal, y la de Lluis Llach por Shostakovich. Rosa Montero derrochó sinceridad al confesar que «Alfredo Kraus es un hombre educadísimo, amabilísimo y encantador pero yo soy una persona apasionada y él es muy frío. Es como si tuviera sangre de horchata. Su tiempo vital es demasiado monótono». Más entusiasta de Plácido Domingo, sin embargo, lo encontraba «demasiado amable, con demasiada necesidad de que la gente le quiera» y fue tajante al declarar «Montserrat Caballé me encanta como cantante pero en la entrevista que le hice estuvo conmigo muy antipática y fuera de lugar, la pillé en un momento horrible y hasta tuve que dulcificar la entrevista». Jesús Aguirre tuvo para ella todo un elogio: «Ejemplo de profesional y artista es Montserrat Caballé«; y a sus encantos vocales se rindieron desde Ruiz-Gallardón a Silvia Munt pasando por uno mismo y, naturalmente, su querido Terenci Moix.

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Víctor Manuel y Gonzalo Alonso

Ruiz-Gallardón fue preciso y nada purista al explicar lo que busca en una interpretación: «Tiene que ser una recreación. Crea el autor de la música y recrea el intérprete. Cuando un intérprete es capaz de no ser solamente el instrumento que traslada las notas de la partitura a los oídos del oyente, sino que además aporta su arte haciendo creación artística, se merece todos los respetos. Así, Glenn Gould hacia cosas nuevas y distintas a veces, sin respetar la intención del compositor, pero creaba arte». La ópera era género predilecto de muchos, ya que como expresaba Jerónimo Saavedra «supone el espectáculo artístico integral», a lo que Vallejo Nájera añadió «la ópera es teatro, arte de grandes pasiones, y vivir las grandes pasiones siempre es atractivo». El mismo psiquiatra, pródigo en su conocimiento de anécdotas y admirador profundo de María Callas, relataba cómo la conoció : «Llegó a Sotogrande hundida, medio despeinada, con la raíz del pelo gris, las medias un poco arrugadas… un desastre, en plan de una mujer que ha tirado la toalla con abandono, pero Pipo di Stefano logró arrancarle la primera carcajada con el relato de sus noches de fulanas en San Sebastián y cambiarla de tono sentimental hasta embarcarla en aquella catastrófica turné de su regreso». En el capitulo referente a su quehacer profesional justificaba como Schumann tenía «alucinaciones auditivas en las que oía las notas que le enviaba Mendelssohn desde la tumba como inspiración y algunas de sus composiciones finales están hechas sobre el pie forzado de las notas que percibía en las alucinaciones» y explicaba también que «el estrés a que están sometidas los artistas es tremendo. Se juegan la carrera en cada nueva ocasión. Cuando son muy famosos les pasa lo que a los toreros, que el público le exige que se arrimen más. Esto les coloca en un estrés que les hace portarse histéricamente con esos arrebatos de prima-donna, quizá motivados por el miedo que pasan. Los artistas tienen en común un narcisismo de fondo, una necesidad de exhibirse y un afán de aprobación».

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Severo Ochoa y Gonzalo Alonso

No todos opinaron bien sobre todos los artistas y, así, el Duque de Alba resultó drástico al decir del tenor Francisco Ortiz que «tiene una voz extraordinaria y poquísima cabeza. Luego no sé dónde estará ya porque la voz hay que administrarla con la cabeza» o al referirse a la mezzosoprano Fiorenza Cossotto como «una señora muy poco recomendable en su divismo y que impone a un tremendo marido como bajo». Para él, un problema fundamental de los artistas de entonces era «la abundancia de conciertos. Los medios de transporte son tan rápidos que hoy se puede tocar en Madrid y mañana en Nueva York y eso es un disparate. No se hace un viaje tan largo teniendo sensibilidad sin que ocurra algo por dentro y esto se refleja luego en una interpretación». Pero quizá con todo -y al margen de comentarios entre líneas como aquel contado en el encuentro con Isabel II de «mi mujer hizo la reverencia propia a cualquier cabeza coronada como la hubiese hecho a la Reina de Suecia, que creo que era una azafata antes de casarse»; sus opiniones más polémicas pero acertadas, como casi todas las que expresó, se vertieron sobre las Orquestas estatales: «La ONE deja mucho que desear y la RTVE también . Mientras sigan siendo funcionarios estarán ahí, trabajen o no trabajen y lo hagan mejor o peor hasta los 65 años… y en el Coro lo mismo, lo cual es un dislate» para apuntar como solución: «Habría que convocar un consejo de ministros en el día A para extinguir la ONE y en el mismo consejo crearla por oposición y con contrato de tiempo. Si siguen trabajando, adelante, y en caso contrario, que se busquen la vida».

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Juan Luis Cebrián y Gonzalo Alonso

Para Juan Luis Cebrián la música se estaba convirtiendo «en uno de los elementos de comunicación más importantes debido a que no sufre por la diferencia de lenguas en el diálogo cultural europeo». Es el elemento más armonizador entre las viejas y nuevas generaciones y se beneficia ahora de las nuevas tecnologías. Para él «España vive un momento de excitación musical. La música se ha puesto de moda». En ello coincidió Alberto Ruiz-Gallardón, quien a demás observaba que «la afición madrileña quizá pueda haber caído en una especie de esnobismo. Ahora, en esos grandes acontecimientos donde van a estar presentes los periodistas y la televisión, te encuentras con una gran cantidad de caras públicas que habitualmente no van a la ONE a la RTVE. Pero eso no veo que sea objetivamente malo para la música porque todo lo que sirva de reclamo bienvenido sea y a lo mejor esas personas notorias por otras actividades pueden llegar a aficionarse. Lo único que me molesta es que las entradas que ocupan quizá las pudiesen utilizar mejor unos buenos aficionado». La adquisición de entradas no era un problema para algunos como Cebrián que reconoce que «es un privilegio no tener que hacer cola puesto que tengo quien hace la cola por mí». Otros como Álvarez Rendueles, o la melómana Lucrecia Ensenat recordaban sus largas noches de colas para conseguir entradas para Karajan en las que se creaba toda una camaradería e incluso amistades, antes de que como apunta otro melómano, José Rodríguez Tapia, surgiesen las empresas de reventa organizada que copan todas las localidades e incluso llegan a amenazar al resto del público.

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Massiel y Gonzalo Alonso

De la capacidad del público para distinguir lo bueno de lo malo dudaba mucho Vallejo Nájera cuando explicaba que «las leyendas crean un modo automático de percibir. Por eso ante un gran artista el público se entusiasma aunque tenga una noche desastrosa. Se trata del fenómeno de la percepción selectiva». Otros melómanos anónimos apuntan que «ese público esnob que ha pagado diez mil pesetas por una entrada tiene que aplaudir y entusiasmarse como propia autojustificación». Fernando García y Lucrecia Ensenat, ingeniero de caminos y arquitecta respectivamente, eran bastante drásticos al opinar sobre las calidades de los nuevos auditorios y en especial del de Madrid en cuanto al cumplimiento tanto de sus objetivos acústicos como los de punto de encuentro para los amantes de la música: «Hay chapuzas constructivas que son inadmisibles para cualquier jefe de obra y que jamás deberían haberse tolerado».

Alaska y Gonzalo Alonso

El panorama de la crítica era abordado por Ruiz-Gallardón cuando aplaudía el que «la crítica ha cambiado en los últimos tiempos. Tras largos años de criticar sólo los conciertos realizados ahora se empieza a notar un intento de formación, de crear expectación, avanzando la obra e informando de los artistas. La labor de un crítico debe ser ayudar a que la gente disfrute y eso se tiene que hacer antes y no después». Para Jerónimo Saavedra existía » una avaricia de espacio en los grandes periódicos que obliga a resumir en dos líneas las opiniones de un gran concierto» y por ello compadece al crítico.

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Jesús Aguirre en Melómanos

Álvarez Rendueles, al igual que Cebrián, añoran una información discográfica que «no es tan buena ni tan abundante como debería ser’ ‘ y el segundo revela como un mal de la crítica la «pertenencia a sectores o mafias » más que las presiones de tipo económico , justificando que aunque la crítica se encuentra mal pagada hay quien puede vivir éticamente de ella. Mucho más exigentes eran los melómanos anónimos que denunciaban hechos como el cobro de las notas a los programas o las conferencias paralelas como impedimentos a la imparcialidad crítica y en general se quejaban del compromiso de los críticos con los estamentos oficiales y su poca sinceridad y contundencia. Para ellos tampoco existían realmente buenos programas musicales ni en televisión ni en radio aunque recuerdan alguno ya no en antena. En cambio Álvarez Rendueles disfrutaba escuchando la entonces denominada Radio-2 «especialmente ahora que han vuelto a la música y se han dejado de tanta palabrería».

Otro aspecto comentado, y sobre el que Lluis Llach era tajante, se centraba en las tendencias de la música contemporánea. Para él era «muy grande el esfuerzo de investigación pero no tanto el de comunicación. La investigación se puede justificar por sí misma pero la música adquiere su total sentido y fuerza cuando a la innovación se le une el talento de la comunicación. El impass que vive la música se debe a que se ha descuidado este aspecto y sin comunicación no hay música». En referencia al mundo de la composición era igual de claro «al no tener el público la soberanía de lo que quieren y lo que no, la decisión de lo que es bueno y lo que es malo está en manos de cuatro señores a quien nadie sigue, nadie cree y nadie sabe quién les ha dado ese poder”.

 

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Lluís Llach y Gonzalo Alonso

Participando en el programa, los políticos no podían eludir temas como la música y los problemas electorales. Así, Jerónimo Saavedra consideraba todo lo del auditorio canario como un asunto lamentable: «una serie de personas opinaron que el sitio elegido al final de las Canteras no era el adecuado, cuando además se pretendía revitalizar una zona en crisis por la competencia del sur de la isla, y al llegar la campaña electoral ganaron los que apoyaron esta postura, con lo cual mucho me temo que acabemos sin auditorio en las Palmas». Tanto él como Ruiz-Gallardón conocían la problemática autonómica y para el primero «la política musical autonómica necesita de una coordinación con un plan estatal. Desde el centro hay que elegir una extensión de la vida musical apoyando allí donde hay iniciativas. Es el momento de hacer experiencias para crear centros líricos según el modelo italiano o francés a base de montar temporadas  estables con producciones propias realizadas en colaboración con producciones propias realizadas en colaboración con los centros ya establecidos». Para el segundo era fundamental abordar una política educativa ya que «las cosas están mal porque no se distingue entre la educación general musical, que debiera darse en la EGB y la formación especializada. Hay además que elaborar una política de coordinación del Estado con las comunidades autonómicas que posibilite que esa vocación que se ve en los auditorios se pueda convertir en un quehacer artístico, ya que la música espectáculo no puede agotarse en sí misma. A la música hay que amarla pero para amarla hay que conocerla y eso no se puede hacer de un día para otro». En cuanto a la intervención estatal en el campo artístico opinaba que «no hay una música de derechas ni una de izquierdas, sino que como todas las artes la música obedece a una evolución de la sociedad. Lo que sí ha existido es gobiernos que han intentado utilizar las grandes expresiones artísticas para sus propios fines políticos y siempre han fracasado. El artista es un ser independiente y libre por naturaleza que puede estar identificado con una determinada ideología política pero que no puede instrumentalizar su música al servicio de ninguna actividad política».

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Lluis Pascual y Gonzalo Alonso

El más grave problema de la música en España radicaba, a juicio de la mayoría de los participantes y en especial de los melómanos aficionados, en la educación musical.  Ellos fueron los últimos invitados en este ciclo, que fue emitido por la 2 de TVE los jueves a las 21 horas y que Montserrat Caballé se encargó de cerrar. Horario de primtime. Eran otros tiempos y, además, sólo existía TVE, por lo que el programa alcanzó una popularidad inusitada, impensable hoy día.

Han pasado justo 30 años y algunos de nuestros protagonistas lamentablemente ya no se encuentran entre nosotros. De verdad que volver a visionar las grabaciones ha resultado emocionante y, a muchos de ellos, les echo mucho de menos tanto en lo personal como en lo que supusieron en la sociedad española. Gonzalo Alonso

 

Empezamos con Jesús Aguirre, que fuera duque consorte de Alba

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