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Por Publicado el: 15/06/2025Categorías: Crítica

Crítica: La Orquesta de la Comunidad Valenciana con Antonello Manacorda. De Bach a Webern, con Bruckner y Mahler de por medio

De Bach a Webern, con Bruckner y Mahler de por medio

Orquesta de la Comunidad Valenciana. Ekaterina Gubanova (mezzosoprano). Antonello Manacorda (director). Programa: Obras de Bach-Wenbern (Fuga ricercata), Mahler (Rückert-Lieder), y Bruckner (Cuarta sinfonía), Lugar: Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1.200 personas. Fecha: Viernes, 12 junio 2025.

De Bach a Webern, con Bruckner y Mahler de por medioOrquesta de la Comunidad Valenciana. Ekaterina Gubanova (mezzosoprano). Antonello Manacorda (director). Programa: Obras de Bach-Wenbern (Fuga ricercata), Mahler (Rückert-Lieder), y Bruckner (Cuarta sinfonía), Lugar: Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1.200 personas. Fecha: Viernes, 12 junio 2025.

Antonello Manacorda, en su concierto en Les Arts

Por tercera vez, el violinista y director italiano Antonello Manacorda (Turín, 1970) ha regresado al podio de la Orquesta de la Comunidad Valenciana. Si en las dos anteriores centró los programas en El mar de Debussy (2021), y la Sinfonía fantástica (2023) de Berlioz, en esta lo ha hecho con otro obrón del repertorio sinfónico: la romántica y monumental Cuarta sinfonía de Bruckner.

Fue un nuevo éxito del maestro y de una orquesta toda la noche sobresaliente, en la que refulgió el trompa solista Bernardo Cifres, secundado por una sección a tono con su líder. También brilló la sonora y precisa flauta de Magdalena Martínez, el oboe invitado, Alberto Esteve, trompetas, trombones, timbalero… En definitiva, la orquesta en su conjunto se movió en la excelencia en un Bruckner vibrante, musculoso y calibrada densidad sinfónica.

Manacorda, cocinero antes que fraile, concertino fundador  en 1997 con Claudio Abbado de la plurinacional Mahler Chamber Orchestra, conoce bien los entresijos y problemas que a cualquier orquesta plantea afrontar una sinfonía de Bruckner.

Los largos y reiterativos desarrollos se convierten en tedio si no hay un maestro capaz de administrar y estratificar las enormes tensiones y distensiones. Manacorda lo hizo admirablemente, aún sin llegar a las cimas de los grandes brucknerianos de siempre. En el cuidado inició del calmo segundo movimiento, por ejemplo, no existió ese pianísimo límite “sin escalón entre silencio y sonido; ese comenzar sin comenzar” que decía Celibidache.

Esta falta de indagación en las sonoridades más incorpóreas quedó compensada por la extremada amplitud del arco dinámico, en la que los colosales clímax brucknerianos encontraron gloria y solemnidad en unos fortísimos (fff) que en su magnificencia nunca se sintieron excesivos ni forzados. También por la lógica de un fraseo y una articulación que clarificaba el sofisticado tejido contrapuntístico, como ocurrió en el cabalmente planteado fastuoso movimiento final, con sus referencias a motivos del primer y tercer movimientos.

Fue una versión brillante, sí, pero no solo. Cargada de suntuosidad sinfónica y atención al detalle. De brocha fina, finísima. De contrastes, fondo y luminosidades. Y, sobre todo, de  calidad instrumental que evocó las recordadas versiones brucknerianas escuchadas a la OCV bajo la dirección de Zubin Mehta (Octava sinfonía; 2012); Gustavo Gimeno (Séptima sinfonía; 2020), y James Gaffigan (Novena sinfonía, 2024).

Inexplicable que el Palau de Les Arts no indicara qué versión y edición se interpretaba de las tres existentes.Aún más inexplicable es que -como ya es bochornosa costumbre en Les Arts- no hubiera programa de mano. ¡Ni siquiera una modesta hojilla parroquial donde ver qué diablos se tocaba y quiénes sus intérpretes!

Es impresentable que  un espacio escénico como el Palau de Les Arts, que se precia de estar entre los mejores, no ofrezca al público pagador de sus entradas una información que es esencial y que sí brinda hasta el último teatro de provincias. El “programa de mano” es eso, un pro-gra-ma-de-mano: nunca un fichero virtual que obliga al espectador a encender sus móviles e incordiar a dios santísimo con sus lucecitas y trasiego. 

El programa, largo hasta el exceso, incluyó en su primera parte una minuciosa e idiomática lectura de la Fuga ricercata de Bach-Webern, y los Rückert-Lieder de Mahler, cuyas cinco páginas encontraron en la voz de la mezzo moscovita Ekaterina Gubanova impecable y sentida intérprete.

Aplausos entre Lied y Lied (canción y canción), derivados del desconcierto del público por la falta de un programa de mano que indicara cada uno de ellos, rompieron la atmósfera de circunspección que precisa esta colección inspirada por textos del poeta alemán Friedrich Rückert (1788-1866).

Como no podía ser de otro modo, éxito total y sin peros: de la cantante, de la orquesta, del maestro, y, quizá sobre todo y todos, de los compositores. De Bach a Webern, con Bruckner y Mahler de por medio. ¡La música!

Justo Romero

Publicada en el diario LEVANTE el 14 de junio

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