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Por Publicado el: 14/02/2017Categorías: Noticias

Premio Fronteras a Sofia Gubaidulina

Premio Fronteras a Sofia Gubaidulina por “la cualidad espiritual y la dimensión transformadora de su música”

Sofia Gubaidulina ha sido galardonada con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música Contemporánea en su novena edición en virtud de las “extraordinarias cualidades musicales y humanas” de la compositora rusa, cuyas obras demuestran “el excepcional alcance y la calidad de una música que se construye sobre una diversidad de tradiciones de forma tan personal como innovadora, haciendo uso de una amplia gama de instrumentos, algunos extraídos de la música folclórica, así como de la improvisación”, según ha destacado el acta del jurado. También ha señalado la “cualidad espiritual” de la obra de Gubaidulina, así como “la dimensión transformadora de su música, que le ha garantizado un amplio acceso a públicos que van más allá de los convencionales para la música contemporánea”.

Sofia Gubaidulina nació en Chistopol, en la República Tártara de la Unión Soviética, en 1931. Su pasión por la música se manifestó, según ella misma ha declarado en una entrevista nada más conocer el premio, “de manera espontánea, cuando era una niña; por decirlo de alguna manera, no fui yo quien eligió la música, sino la propia música quien se manifestó en mí”. Tras estudiar piano en el conservatorio de Kazan, a orillas del Volga, se trasladó a Moscú para estudiar composición con maestros como Nikolai Peiko –asistente de Shostakovich-  y Vissarion Shebalin.

En 1975 formó, junto a sus colegas Viktor Suslin y Vyacheslav Artyomov, el Ensemble ‘Astreia’, que se especializó en la exploración del folclore del Asia Central, algunos de cuyos instrumentos incorporó en sus composiciones. Su reconocimiento internacional se produjo en la década de 1980, especialmente gracias al decidido apoyo de músicos como el violinista Gidon Kremer, al que dedicó su magnífico concierto para violín Offertorium (1980, revisado en 1986), la obra que proyectó el nombre de la autora más allá de las fronteras de la Unión Soviética. Está basada en el “tema real” de Federico el Grande de la Ofrenda Musical de Johann Sebastian Bach, el compositor que, según reconoce la propia Gubaidulina, ha ejercido la influencia más profunda y duradera sobre su propia obra.

La fuerte impronta espiritual y religiosa de la obra de Gubaidulina le acarreó más de un contratiempo con las autoridades soviéticas, hasta el punto de ser incluida en 1979 en una lista negra de compositores sospechosos para el régimen. No obstante, tuvo también importantes valedores, como el gran Dmitri Shostakovich -quien la animó a “perseverar en su camino erróneo”- o ilustres colegas de su propia generación como Alfred Schnittke o Edison Denisov, además de instrumentistas como Yuri Bashmet, Mstislav Rostropovich, Vladimir Tonkha, Friedrich Lips o el propio Kremer.

En 1985 salió por primera vez de la URSS y su aceptación fue inmediata, también en Estados Unidos, país que visitó por primera vez en 1987 y donde obtuvo el encargo y estreno mundial de numerosas obras. Gubaidulina permaneció en Rusia hasta 1992, y desde entonces reside en un pueblo cerca de Hamburgo, en Alemania.

El catálogo de Sofia Gubaidulina es amplísimo y abarca la práctica totalidad de los géneros musicales, con una notable excepción: la ópera. “En mi juventud compuse óperas”, ha confesado la autora, “pero las retiré de mi catálogo; eran obras muy primerizas. Luego renuncié a este género, pues comprendí que en la ópera hay demasiados elementos materiales y exteriores, y a mí me interesa más lo interior”.

Para Gubaidulina, la música es en sí misma un fenómeno espiritual, un vehículo para alcanzar la unidad con la divinidad mediante un proceso artístico que desarrolla una serie de símbolos musicales para expresar sus ideas. Algunas de sus obras más importantes reflejan también un interés por los antiguos principios de la proporción, como los números de Fibonacci y la Sección Áurea.

Considerada hoy en día como uno de los más grandes compositores en activo, Sofia Gubaidulina recibe con asiduidad encargos de los más importantes solistas, conjuntos y orquestas del mundo, y sus obras han sido estrenadas por nombres de la talla de Simon Rattle, Anne-Sophie Mutter, Gustavo Dudamel, Kent Nagano o el Kronos Quartet. Su discografía asimismo es inmensa y Gubaidulina no ha dejado de componer desde su primera obra, hace 60 años (Phacelia, 1956).  El próximo 23 de febrero, la Orquesta Sinfónica de Boston, bajo la batuta de Andris Nelsons, estrenará su última composición, un Triple concierto para violín, violonchelo, bayan y orquesta.

Como ha destacado el jurado de los premios Fronteras del Conocimiento, “la figura de Sofia Gubaidulina supone un extraordinario ejemplo de un compositor que ha buscado y alcanzado su propia voz sin renunciar a su conciencia personal, a pesar de circunstancias políticas extremadamente complicadas. Su logro es el de la perseverancia y el coraje. Y son esas cualidades de fortaleza individual e integridad artística las que se expresan a través de su música”.

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