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Por Publicado el: 08/02/2015Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Reflexión y ayuda

Reflexión y ayuda

En fechas últimas se han publicado dos reportajes realmente interesantes sobre la crisis en música. Uno en ABC mostraba, a través de una entrevista con Alfonso Aijón, la desesperada situación de Ibermúsica y otro, en Beckmesser, profundizaba en las razones por las que la música se hunde.

 La falta de visión de los gobiernos a la hora de dedicar presupuesto a la educación musical se ha traducido en la ausencia de jóvenes en los auditorios. Estos ni conocen la música ni se les ha ayudado a desarrollar capacidades de reflexión, primando la inmediatez y la ausencia de esfuerzo en los estudios. El público actual peina canas y cada vez son más los asientos vacíos porque unos se mueren y otros ya no pueden salir de casa. La proliferación de espectáculos y la crisis obligan al espectador a elegir. Como consecuencia, ya no se buscan abonos por el compromiso que suponen a fechas fijas y muy distantes. Los abonos han sido la forma en la que han basado su supervivencia todas las instituciones musicales, compensando el coste de unos espectáculos con otros y sabiendo con la recaudación que podían contar a la hora de las nuevas programaciones y sus correspondientes contratos. Todo ello se ha desmoronado. Sabemos que más de un promotor tiene su vivienda hipotecada, embargada o a la venta.

Para colmo las actuales ayudas públicas están mal planteadas. No deberían servir para subvencionar espectáculos descoordinados –lo de las óperas es de juzgado de guardia- sino para mantener las orquestas existentes y mejorar la educación. Mucho menos para entrar en competencia, dumping claro, con la actividad privada. ¿Cómo puede mantenerse la actividad privada si ha de pagar 12.400€ -8.700€ en caso de entidad sin ánimo de lucro- por alquilar la sala grande del Auditorio Nacional cuando hay conciertos promovidos por el propio INAEM con ella gratis y con subvención para los contratos artísticos? Imposible competir en precios.

 Cierto es que el mudo cambia y que quizá la oferta musical habrá de reorganizarse pero, de momento, creo que sería bueno un apoyo a lo que hoy hay por parte de las administraciones. Todos los caseros han tenido que rebajar rentas a sus inquilinos. Sería más que razonable que el INAEM y demás instituciones similares a lo largo de la geografía española cediesen gratis sus salas a aquellos arrendatarios que han estado pagándolas durante años y años. Ibermúsica, Juventudes Musicales, etc tienen serios problemas que en parte podrían reducirse sin los costes de arrendamiento.

Y, señores patrocinadores, ¿acaso no les merecería la pena ser cabeza de ratón como primera firma en prestigiados ciclos antes que uno más en una lista interminable por muy de moda que esté la institución? ¿Y su responsabilidad social? A unos y otros les pido hoy reflexión y ayuda. Gonzalo Alonso

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