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Zarzuela en el Español
Por Publicado el: 30/08/2006Categorías: Crítica

Ruido con nueces

Quincena Donostiarra
Ruido con nueces
Obras de Tchaikovsky y Rimsky-Korsakov. V.Repin, violín. Orquesta Sinfónica de Londres. V.Gergiev, director. Auditorio Kursaal. San Sebastián, 29 de marzo.
A pesar de haber escuchado a Gergiev en más de una veintena de ocasiones y de tener una impresión clara sobre lo que realmente puede esperarse del mejor Gergiev, que es el que ha venido a Donostia, sus lecturas producen sentimientos encontrados. Sin duda estamos ante un director carismático, que ha sabido utilizar muy bien los medios de comunicación y las relaciones públicas para situarse él y al Mariinsky. No olvidemos que antes se llegaba a las primeras páginas de las revistas semanales por haber realizado una carrera profesional importante, mientras que ahora se hace la carrera importante tras haber aparecido en unas cuantas portadas. Tiene personalidad sobre el escenario, empezando por su costumbre de utilizar atril hasta para las obras de gran repertorio y en cambio prescindir del podio. Esto último no es extraño, puesto que le impediría trasladarse de un sitio a otro para aleccionar a las primeras filas de profesores, quienes arriesgan sus ojos ante los expresivos gestos de manos y brazos del maestro. Ama intensamente las tres “f”, es decir, le encanta trasladar hacia arriba los decibelios de las partituras, logrando una gran brillantez cuando las orquestas le responden. La Sinfónica de Londres lo hace y vaya cómo responde. Sometidos a un tremendo esfuerzo, rinden con calidad excepcional. Le gustan también los rebatos, los cambios de ritmo y el realce de líneas melódicas o balances orquestales diferentes a los habituales. Todo ello mezclado produce impacto en el espectador, que es musical y sonoramente avasallado y sometido. “Sí, señor”, es lo que le faltó decir al público de esta Quincena, en la que se echa de menos la presencia de su artífice José Antonio Echenique, cuya recuperación y pronta vuelta a su mesa de despacho todos deseamos.
Ambos programas, muy populares, entusiasmaron al público y el segundo de ellos dejó saturados los oídos del crítico, pero también admirados de personalidad, control y entrega. Hubo mucho ruido y menos nueces, pero las hubo, especialmente en una “Scheherezade”, que fue la antítesis de la que hacía Celibidache. Es bueno que existan tales contrastes y el oyente pueda inclinarse por unas versiones u otras, desde luego nada anodinas. Sí resultó en cambio algo anodino el concierto para violín de Thaikovsky, bien tocado por Vadin Repim, aunque con algún problema de afinación puntual, pero sin la magia de los grandes solistas. Al fin y al cabo no hubo tanta diferencia entre él y el concertino en los solos del Rimsky-Korsakov. Un concierto de los redondos para el gran público. Gonzalo Alonso

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