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Pasodoble convertido en dramón: los dos repartos
Comentarios previos a la Carmen del Teatro Real
Por Publicado el: 19/11/2017Categorías: Sin categoría

Teatro Real, veinte años

Teatro Real, veinte años

El Teatro Real, se quiera o no, es tan joven como para cumplir sólo veinte años, porque el antiguo Real es otra historia y muy lejana, pues fue muy larga la interrupción entre 1925 y 1997. Sin embargo, ¡Ay que ver cuantas cosas han sucedido en él en estos veinte años! He tenido la suerte de vivirlas en primera línea de su patronato durante sus primeros quince.

Vaya por delante mi enhorabuena a todos aquellos que han hecho posible que esta semana reciba la Medalla de Honor de la Academia de San Fernando ante los Reyes que presiden su patronato desde su reapertura, porque el camino no ha sido nada fácil. Dudas, tropiezos y aciertos han jalonado su última historia, desde la polémica decisión de recuperar el edificio para la ópera y desechar la oferta que realizó la Fundación March para un nuevo emplazamiento. Javier Solana anunció su recuperación en 1985, para aprobarse el proyecto de remodelación de Rodríguez Valcárcel en 1990 con un presupuesto de 7 mil millones. Siete años de obras, fallecimiento del arquitecto, lámparas que se cayeron, murales y bustos que han desaparecido, directores musicales nombrados que nunca llegaron a ejercer como tales, el coste ya en 16 mil millones reconocidos… y el inicio de una infinita lista de políticos implicados empezando por los ministros Solana, Semprún, Solé Tura y Carmen Alborch antes de su inauguración. Lo abriría Aguirre, entre guerras por el título a elegir (“Parsifal”, uno ligado a su historia o un estreno), y luego llegarían Rajoy, del Castillo, Calvo, Molina, González-Sinde, Wert y Méndez Vigo. Todo ellos –excepto los tres últimos- con mando en plaza, así como sus secretarios de Estado y subsecretarios, a veces peleados entre ellos. Como muchas veces enfrentadas estuvieron las dos administraciones públicas implicadas, Cultura y Comunidad de Madrid. Ni Salgado, su primer responsable, ni Lissner, elegido por ella como director artístico llegaron a la reapertura. Tampoco Alfredo Kraus, porque a Lissner no le dio la gana de programarle. Cambreleng, su primer responsable efectivo, eligió a García Navarro como titular artístico. Acabaron por no llevarse bien y hasta programar espectáculos diferentes el mismo día y ambos pagaron un alto precio. Uno Musiespaña, el otro su vida. Inés Argüelles llegó inesperadamente porque el puesto se le había ofrecido a José Antonio Campos un secretario de Estado sin que del Castillo se hubiese enterado. Llegó sin saber nada del teatro y se fue dominándolo. Le sucedió Muñiz, que logró permanecer largos años con diferentes políticos. En las direcciones artísticas Sagi y Moral sucesivamente y en el foso López Cobos. En las arcas muchos fondos ahorrados. En el escenario una inolvidable “Boheme” que hizo ver por vez primera todas las posibilidades del teatro, un equipo técnico muy competente -luego desestabilizado-  y grandes avances en coproducciones y en repertorio.

El año 2007 marca final e inicio de etapa, cuando Cesar Antonio Molina ofrece a Gregorio Marañón la presidencia del patronato. Persona relevante de la sociedad civil logra desembarazar al teatro de las injerencias políticas, intenta en vano recuperar a Lissner y aterriza Mortier por carambola. Su nombre, su intensidad, su personalidad en definitiva, potencian enormemente la internacionalidad del teatro, crea polémica y con “San Francisco de Asis” y algunas otras ocurrencias vacía la hucha. Fallece casi con las botas puestas y así empieza la etapa actual con Marañón, García Belenguer, Matabosch y Bolton, en la que las aguas parecen por fin correr con tranquilidad y se convierte en la tercera institución cultural del país. Viene bien el reconocimiento de la Academia para la institución y para todos los que, entre aciertos y errores, han logrado llevarla hasta su hoy. ¡Enhorabuena a todos! Gonzalo Alonso

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