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Por Publicado el: 11/11/2012Categorías: Crítica

Un «Rigoletto» de doscientos diez minutos

Temporada del PALAU de les ARTS

Un «Rigoletto» de doscientos diez minutos

«Rigoletto» de Verdi. J.J.Rodríguez, E.Morley, I.Magri, P.Burchulazde, A.di Paola, A.Enkhbat, etc. Orquesta de la Comunidad Valenciana y Coro de la Generalitat Valenciana. G.Deflo y B. Redo-Dobber, dirección escénica. O. Meier Wellber, dirección musical. Palau de les Arts. Valencia, 10 de noviembre.

Empezó la temporada lírica valenciana con ambiente revuelto y una amenaza de huelga para el día 13 que hubiera empalmado con la general del 14. La actuación decidida de la empresa la evitó, pero un ERE está a la vuelta de la esquina, que viene a sumarse al reciente recorte voluntario de las nóminas de los trabajadores que ha abarcado hasta a la directora general, que cobra ahora un tercio de lo que cobraba hace un año. Los empleados repartieron un manifiesto que el titular de la orquesta, Meier Wellber, leyó para sí en silencio de forma elegantemente provocativa, desde su podio antes de alzar los brazos para introducir la primera nota. Una parte del público aplaudió la iniciativa. No es éste lugar para analizar dicho manifiesto, pero es algo de lo que conviene tratar y por ello les emplazo a uno de mis dos próximos artículos «En Solfa» de los sábados en estas mismas páginas.

La actual temporada de les Arts presenta sólo seis títulos y ninguna producción propia, efecto claro de la reducción presupuestaria en un teatro que se ha colocado en apenas siete años en un lugar importante del panorama internacional gracias a Maazel, Mehta y producciones propias, ya de referencia, como las de la «Tetralogía», «Fidelio» o «Turandot». Jamás hubiera alcanzado su actual relevancia con una oferta como la de esta temporada o las que se anuncian para el futuro y eso ha de tenerlo claro quien es responsable de la política cultural y económica de la Generalitat. El objetivo de esa programación resulta claro: llenar el teatro en base al gran repertorio. A «Rigoletto» le sucederán «Boheme»-con Chailly en el foso-, «Barbero de Sevilla», «Flauta Mágica», «Otello» e el más infrecuente «Due Foscari» que, para compensar, contará con Plácido Domingo debutando el papel principal de barítono.

Les Arts ha arrendado una  monumental producción, de estilo clásico, firmada por Deflo y proveniente de Polonia que «copia» la del mismo regista para la Scala, pero que  se ha traído por la mitad de precio  de lo que costaba el original. Es vistosa y muy del gusto del público valenciano, que la aplaudió con entusiasmo a pesar de obligar a tres interminables descansos de media hora cada uno, el primero a los veinte minutos del inicio. Desafortunadamente no fue Deflo, sino una ayudante, quien se responsabilizó de la regia, lo que se dejó notar en la falta de teatralidad y parquedad de movimientos en medio de los preciosos decorados y vestuario de Frigerio y Squarciapino. Cantó bien Gilda la americana Erin Morley, una lírico-coloratura ancha y mostró interesante material el joven tenor italiano Ivan Magri, muy seguro en el agudo, si bien le queda bastante por madurar tanto vocal como escénicamente. También este aspecto ha de trabajarlo Juan Jesús Rodríguez, posiblemente la mejor voz baritonal española, con ese timbre de color verdiano tan escaso hoy, notable proyección y nada de engolamiento o coberturas engañosas. Tiene gran camino por delante, dada su juventud, si a la mejora actoral une un mayor cuidado en evitar el canto monocorde, a piñón fijo. En cualquier caso un notable Rigoletto, que ya es bastante. Cumplió Adriana Di Paola como Magdalena, prestó autoridad como Sparafucile el veterano y profesional Paata Burchulazde ya con bastante vibrato y apenas se logró escuchar Amartuvshin Enkhbat como Monterone.

Omer Welber se quiere mucho. Lo muestran sus brazos y manos ante el atril o la forma de recoger los aplausos. Marketing por delante de la música. Tiene talento, pero le falta implicarse más emocionalmente en vez de elegir el camino más fácil del volumen y la velocidad. Al ritmo que llevó la ópera casi duran más descansos que notas. El público respondió con entusiasmo, sin levantarse de sus asientos a pesar de duración y hora. Gonzalo Alonso

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