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Por Publicado el: 25/06/2015Categorías: Crítica

Volodin en el Auditorio: positiva limpieza

POSITIVA LIMPIEZA

Beethoven: “Conciertos para piano números 1”, “2” y “3”. Alexei Volodin, piano. Orquesta Clásica Santa Cecilia. Director: Daniel Raiskin. Serie Grandes Clásicos. Fundación Excelentia. Auditorio Nacional, Madrid. 23-6-2015.

Hay que celebrar, lo hemos dicho más de una vez, que una institución privada como ésta, creada en 2002 y conectada con asociaciones provida, haya conseguido crecer en tan pocos años en torno a un conjunto como la Orquesta Clásica Santa Cecilia. Aunque la calidad ofrecida sea a veces relativa. No en el caso que nos ocupa, protagonizado por un excelente pianista, que ha actuado ya alguna vez en Madrid. Volodin (San Petersburgo, 1977), serio y circunspecto, posee un mecanismo muy pulcro y una innegable limpieza de ejecución. Emplea muy juiciosamente el pedal y consigue sonoridades claras y matices variados, que jalonan un discurso en el que podríamos preferir un menor preciosismo en beneficio de una pátina de mayor densidad y un fraseo más sustancioso.

Dicho lo cual hay que reconocer que la interpretación de los tres primeros conciertos de la colección beethoveniana fue brillante y comunicativa. En el “nº 1 en do mayor, op. 15” –que se tocó en segundo lugar (cosa lógica: en realidad se escribió después que el “nº 2 en si bemol mayor, op. 19”), sin que tal circunstancia se recogiera en el sucinto programa de mano- Volodin mostró algunos detalles de clase como ese toque ingrávido en el cierre del desarrollo del primer movimiento. La solidez en la reproducción de la extensa cadencia marcó cotas muy altas. Delineó exquisitamente, casi con excesiva delectación, el “Largo”. Aéreo y clásico, con ribetes poéticos muy apreciables en el “Adagio”, se nos ofreció el “op 19”. El “nº 3, op. 37, en do menor” dio paso a la expresión más decididamente romántica. El artista logró momentos de éxtasis en el “Largo” y acentuó graciosamente los “sforzandi” del “Rondó”.

Lo mejor que se puede decir de Raiskin, también natural de San Petersburgo, es que contribuyó a sostener el diáfano discurso del solista, sin aportar nada demasiado personal pero con buena y cauta letra. Logró encajar, con algunos fallos de dicción, así en el comienzo del último movimiento del “Concierto nº 2”, pero con orden y general claridad, las voces de una orquesta compuesta en su gran mayoría de gente muy joven –lo que contradice el dato consignado en el programa-, con gran presencia de féminas. Arturo Reverter

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