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Menotti, 93 años y de nuevo en Spoletto. Un recuerdo
Entre "dones"
Por Publicado el: 13/06/2004Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Alarma roja en Valencia y Sevilla

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Los resultados electorales han alterado el panorama musical en Valencia y Sevilla. En la primera chocan los silencios de Helga Schmidt. Ella, en otros tiempos persona importante en el Covent Garden londinense y con renombre y amistades en el sector fue contratada para poner en marcha el nuevo y emblemático edificio dedicado a la música y muy especialmente a la lírica en el Palacio de las Artes. Los políticos no han escatimado en su magnífico sueldo, gastos de representación, etc. Schmidt ha estado diseñando programaciones y comprometiendo artistas amigos “de palabra” por años. No podía hacerlo de otra forma ya que no tenía firma. A cambio de los compromisos los artistas obtenían su palabra, que estaba avalada por las fechas que los políticos le daban a ella para la terminación del edificio. Hubo un momento de verdadero desmadre en la obra, ante el que el Presidente de la Generalitat optó por ampliar las competencias de Schmidt a la misma, de forma que se coordinase directamente con el arquitecto Calatrava en vez de tener que pasar por los órganos administrativos del gobierno autonómico. Pesaron mucho hechos como la caída de Jesús López Cobos del proyecto quien, ante los continuos retrasos, fichó por el Real o las advertencias de Zubin Mehta, llamado a asumir un papel importante en el proyecto. De otro lado se declaró que el futuro teatro contaría con una orquesta nueva a la que se pretendía dar la máxima excelencia. Parecía que las cosas se encauzaban. Pero no, o al menos no como se preveía.
David Serra, secretario autonómico de cultura, declaraba estos días que “las orquestas valencianas de música clásica tienen “suficiente nivel para ser el soporte del Palau de les Arts” y tanto Mayrén Beneyto como Ramón Almazán, responsables del Palau, se apuntaban a la nueva idea ofreciendo ampliar la Orquesta de Valencia para que sirva a ambas instituciones. La nueva agrupación podría ser sustituida por la Orquesta de Valencia, la Orquesta Joven de la Comunidad y la Sinfónica del Mediterráneo. Otro proyecto muy distinto al diseñado por Helga Schmidt, quien mantiene absoluto silencio y cuyo puesto es ambicionado por muchos cada día que el final de la obra se halla más próximo.
Desde un punto de vista de racionalidad y economía del gasto parece conveniente el aprovechamiento al máximo de los conjuntos existentes, mientras que desde un punto de vista artístico habrá que ver si realmente se puede ampliar la Orquesta de Valencia, dotarla de la calidad que precisará el nuevo teatro y si se pueden compatibilizar los servicios en uno y otro sitio. Para todo ello es preciso saber qué proyecto artístico se va a emprender en el Ciudad de las Artes, con qué público potencial se cuenta y el presupuesto disponible. Mucho me temo que tales cuestiones estén sin aclarar.
Y si estos sucede en una comunidad gobernada por el PP, en otra gobernada por el PSOE ocurre un situación parecida. El nombramiento de Juan Carlos Marset como delegado de cultura del Ayuntamiento sevillano ha promovido la fusión entre la Orquesta Sinfónica de Sevilla y el teatro de la Maestranza, así como la creación de una fundación que englobe todos los festivales que se desarrollen. Los problemas han venido reiterándose en la orquesta desde hace años. Ninguno de sus últimos directores titulares –Klaus Weise, Vjekoslav Sutej o Alain Lombard han llegado a cuajar, llegándo éste último a ser apodado el “titular ausente”. Los problemas internos ocasionaron huelgas que obligaron a que López Cobos no tuviese más remedio que ofrecer “Otello” a piano en algunas de las representaciones de la Maestranza.
La buena relación de la anterior consejera y actual ministra de cultura, Carmen Calvo, con Daniel Barenboim permitió que éste desarrollase su orquesta multicultural en Sevilla y, al parecer, sería quien estaría guiando el proceso de reconversión musical en la ciudad andaluza al modo de la Staatsoper Unter den Linden de Berlín. Se trataría, como se ha dicho, de unificar en una misma entidad orquesta y teatro. Los primeros pasos ya se han dado cesando al Luis Rufino, gerente de la orquesta desde hacía apenas año y medio. Para ello se ha aducido su “escaso nivel artístico”, lo cual no deja de ser sorprendente cuando era ya un dato en el momento de su contratación. El próximo treinta de junio vence el contrato del José Luis Castro, responsable del Teatro de la Maestranza desde hace diez años, y todo apunta a que, si es que llega a existir acuerdo, el contrato no será renovado en las mismas condiciones.
Si de un lado, como en Valencia, puede obedecer a una cierta lógica la fusión de instituciones, no es menos cierto que acechan importantes peligros. Nunca, por ejemplo, deberían confundirse dirección artística y dirección musical. Todo está ya inventado y comprobado. Personas de la autoridad de Wolfgang Sawallisch, en un tiempo responsable de ambos campos en la Ópera de Munich, lo han declarado taxativamente: “las direcciones artística y musical no pueden caer bajo el mando de una misma persona”. Se cayó en ese error en el Teatro Real nombrando a García Navarro como responsable único y más tarde se remedió al desdoblar el puesto para Sagi y López Cobos. Un cajero no puede ser a la vez responsable de la contabilidad y cualquier auditoria lo rechazaría tajantemente, pero en la música abunda mucho la ignorancia. No deberían caer en el error en Sevilla. Como no deberían caer bajo la influencia tentadora de Daniel Barenboim. Sería estupendo para cualquier orquesta española tener a Barenboim por titular, pero trabajando él directamente y no a través de terceras personas. Se les ha trasladado a profesores de la orquesta sevillana que la próxima titularidad se negociaba con Jesús López Cobos, Silvain Cambreling, Antoni Ros Marbà y Pedro Halffter. Pues bien, esto no es exactamente cierto, sino que más bien parece ser un mero subterfugio para llevar al podio al joven Pedro Halffter, nombrado director titular de la Orquesta de Gran Canaria hace apenas unos meses. Son decisiones que han de meditarse con mucha seriedad y objetividad. La relación de amistad existente entre la familia Halffter y Juan Marsé -para más detalles libretista de la ópera que sobre Lázaro escribe Cristobal Halffter- no debería traducirse en un favoritismo que podría llegar a caer en la prevaricación. ¿Puede un joven de experiencia tan corta hacerse cargo simultáneamente de dos orquestas tan problemáticas? Y, desde luego, no habría ni que hablar de la posibilidad de que, además de todo ello, pudiese llegar a ser responsable artístico y musical de un teatro, caso de que se fusionasen ambas instituciones y, en contra de todas las advertencias, se crease un solo cargo responsable de ambas.
Así pues los políticos de Valencia y Sevilla andan inquietos reorganizando sus vidas musicales. Deseémosles suerte pero exijamos que actúen y decidan con conocimiento y responsabilidad. Gonzalo ALONSO

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