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Excepcional gala lírica
Por Publicado el: 02/11/2007Categorías: Crítica

Bartoli, Un diamante excesivamente pulido

Bartoli en el Real
Un diamante excesivamente pulido
Obras de García, Persiani, Mendelssohn, Rossini, Donizetti, Balfe, Hummel, Bellini, etc. Cecilia Bartoli, soprano. Orquesta La Scintilla de la Opera de Zurich.
Pocas artistas del mundo de «lo clásico» de nuestro tiempo han alcanzado la notoriedad y el impacto de Cecilia Bartoli (Roma, 1966), si bien es cierto que, a diferencia de Callas o Pavarotti, su fama se circunscribe sólo a los aficionados. Con una voz bastante pequeña, pero de un color tímbrico seductor, musicalidad, una increíble capacidad para coloraturas y ornamentaciones, inteligencia en los planteamientos de su carrera y el formidable apoyo mediático de una multinacional discográfica ha logrado uno de los cachés más altos de hoy. Se puede permitir ahorrarse los largos ensayos de las óperas en los teatros, pasearse por todo el mundo cada dos años para promocionar su último disco, mantener una agenda conn muchas fechas libres por si hay ocasión de un muy remuneradísimo recital y cantar ópera escenificada de forma fija prácticamente sólo en Zurich. A nadie pueden escapársele las razones fiscales de esto último, pero también que el reducido tamaño del teatro se adecua perfectamente a sus medios vocales y personalidad.
En España es también un fenómeno desde su presentación en el Auditorio Nacional allá por 1991. Prueba de ello no es sólo la enorme ovación con la que fue recibida, sino también hechos anteriores como que el Alcalde de Madrid escriba un previo sobre ella o que el Ministro de Cultura pose en el carromato de María Malibran, en parte financiado por su departamento. Que estas líneas no parezcan una crítica, pues nada más lejos de la realidad. Admiro a Bartoli en lo personal y profesional, admiro la sabiduría con la que ella y Decca planifican su carrera -fundación incluída- y no me pierdo ni una de las óperas que interpreta en Zurich.
Tras los formidables éxitos de los Vivaldi o Salieri en discos y giras, le toca turno a un homenaje a la cantante española María Felicia García, la Malibran (1808-1836), figura mítica en su tiempo que redondeó su fama al morir en un accidente a los 28 años. Repertorio mezcla de bellísimas páginas piezas desconocidas y otras muy populares. No podía faltar entre ellas algunas del célebre Manuel García, padre de Malibrán. Bartoli lució todo su esplendor desde la impetuosa página inicial de «La hija del aire» del citado compositor, cantante y profesor de canto andaluz al pirotécnico rondó de «Cenerentola». Todas arias del reciente disco, aunque en el Real sin coro ni segundas partes. Uno disfruta con las agilidades casi circenses y menos con los agudos, ya un poco estrechos, pero se rinde especialmente ante el canto en legato, ese canto íntimo que parece dirigido a cada uno de los oyentes, como si no hubiera nadie más alrededor Así sucedió con el «Cari giorni» de la «Inés de Castro» de Persiani, el maravilloso aria del sauce del «Otello» rossiniano o el «Ah, non credea mirarte» de «La sonambula» belliniana.
La acompañó, bajo dirección de la concertino, la Orquesta La Scintilla de la Ópera de Zurich, bastante falible pero muy atenta en no apagarla nunca. Éxito apoteósico coronado , incomprensiblemente no coronado con la propina «Yo soy contrabandista» de García, única pieza en español del cd. Cierto es que precisa un cuadro flamenco, pero también es cierto que los honorarios dan más que suficiente para ello y que, en el peor de los casos, se hubiera podido adaptar. La amplia gira por España bien lo merecía. Lástima que los inspectores de su director artístico se encargasen de evitar cualquier «contrabando» visual o sonoro, impidiendo que el propio personal del teatro pudiera seguir el concierto por los monitores interiores o incluso que los dos de la sala funcionasen con normalidad para compensar a las entradas sin visiibilidad. Lo dicho, admiro a la artista pero no soporto la mercadotecnia que la rodea. A ella, está claro, le ha hecho millonaria. Gonzalo Alonso

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