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Por Publicado el: 27/01/2022Categorías: En vivo

Crítica: La clemenza di Tito en ABAO. El gran Mozart

LA CLEMENZA DI TITO (W. A. MOZART)

El gran Mozart

Fecha: 24-I-2022. Lugar: Auditorio Euskalduna, Bilbao. Programa: La clemenza di Tito, ópera seria en dos actos de Wolfgang Amadeus Mozart. Intérpretes: Paolo Fanale, tenor (Tito); Daniela Mack, mezzosoprano (Sesto); Vanesa Goikoetxea, soprano (Vitelia); Veta Pilopenko, mezzosoprano (Annio); Itziar de Unda, soprano (Servilia), Josep Miquel Ramón, barítono (Publio). Coro: Ópera de Bilbao. Orquesta: Euskadiko Orkestra – EO. Director de escena: Fabio Ceresa. Director musical: Riccardo Frizza. Producción: Ópera de Lausanne.

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Escena de La clemenza di Tito. ABAO

Al llegar a las 70 temporadas líricas sin fallar ninguna (incluida la del terrorífico pandémico 2020/2021), la ABAO Bilbao Ópera (ABAO), ha estrenado la última ópera escrita por Mozart – Wolffi, como le llamaba cariñosamente su esposa Constance -, mientras en su bullicio neuronal acababa de lidiar con el final de su Die Zauberflöte y se encontraba en plena faena, entre fiebres precursoras de su agonía, con su tormentoso Requiem, de la mano de su querido discípulo Süssmayr. Pero como le habían ofrecido un jugoso cachet por escribir una ópera en honor de la coronación del emperador de Bohemia, Leopoldo II de Baviera, pues para Praga que se fue acompañado por su citado discípulo y esposa y, en breves e intensas jornadas dejó dispuesto su testamente operístico que fue muy aplaudido en su estreno en el Teatro Nacional de Praga, el 6 de septiembre de 1971 (el mismo año de su fallecimiento, el 5 de diciembre. Bien se puede decir que en las intensas 2 horas y 25 minutos de la Clemenza di Tito, se encuentra y se descubre al gran Mozart.

En la representación que aquí se valora, la segunda del título en Bilbao, la grandeza de semejante música tuvo una servidumbre de lujo a cargo de la batuta del maestro Frizza, tanto en la forma de embridar a la Euskadiko Orkestra (EO) como en llevar la concertación por derroteros de autentico brillo. Con la cuerda dejó esencias de elegancia pocas veces escuchada en el terreno de la sutileza sonora, igual que con la sección del viento, tanto metal como madera, alzando las expresividades ideales para dar el debido marchamo dramático a cuando verbo se cantaba sobre el palco escénico y resultó algo fuera de lo común la forma de buscar el permanente encaje entre la creación sonora del clavicémbalo con los complejos recitativos de las voces canoras. Tal fue así que en los aplausos finales, ya en la fase de los saludos, Frizza hizo especial significación sobre los dos músicos que llevaron el trabajo -perfecto- de dicho instrumento de pulsión y al titular del clarinete bassetto. Desde luego con semejante orgánico, la EO a buen seguro (ojalá me equivoque en que no volverá a interpretar esta obra), tuvo una tarde/noche verdaderamente memorable.

En el terreno escenográfico no fue tan pleno el acierto, pues la versión escénica creada por Ceresa resultó un tanto inadecuada y poco explicativa con cuando mucho había de psicológico en el drama lirico cantado. Bien podría la ABAO programar en sus actividades previas a cada título una sesión con el director artístico en la que explique su versión creativa. Amén de ilustrativa sería una actividad que permitiría al público asistente ponerse en situación del por qué de muchas cosas que ocurren en escena, y, mediante la divulgación de ello a través de los distintos medios de comunicación, al ausente.

Un tenor como Fanale, que en su repertorio está el don Ottavio de Don Giovanni, que requiere una voz especialmente lírica, no resulta adecuada para acometer la tesitura del emperador Tito, ya que en este caso su trabajo careció del brillo necesario, dejando muy de paso el registro agudo, casi olvidándose del grave, como se pudo observar en el canto del “Basta, basta, o miei fidi” del acto primero, llegando con notorio cansancio al comprometido final de “Sesto, de’ tuoi delitti”.

No pudo Daniella Barcellona hacerse cargo del rol de Sexto, como estaba concertado desde un principio, por cuestiones de salud, atreviéndose con semejante pugna la mezzosoprano bonaerense Daniela Mack, que salió con notorio mérito de semejante encuentro; su voz no tiene el brillo requerido para el papel (Mozart lo pensó para un tenor y luego terminó haciéndolo con castrato), pero en el esperado “Parto, parto”, con el lujoso apoyo del citado clarinete, recibió bien merecidos y generosos aplausos; sin duda alguna, su entrega escénica fue en verdad apreciable. Sorpresón la actuación de la soprano duranguesa Vanesa Goikoetxea haciendo una Vitelia muy interesante, estando dotada de una voz ancha y larga, de buena proyección, aunque ha de cuidarla para evitar determinadas brusquedades en la emisión, pues a Mozart hay que mimarlo en cada nota y, sobre todo en los ataques iniciales, sobresaliendo en su “Vedrai, Tito, vedrai che alfin”. Con uno notable sólido estuvieron las actuaciones de la mezzo florentina Veta Pilipenko en Annio, la soprano bilbaína Itziar de Unda como Servilia (acertado su “Ah, Vitelia!) y Josep Miquel Ramón como Publio. El coro, casi siempre colocado en la parte trasera del escenario, tuvo su mejor momento en el postrero “Che del ciel”. Manuel Cabrera

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