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LA LUZ NEBULOSA DE SOTELO
DEL AMOR Y DE LA MUERTE
Por Publicado el: 01/06/2008Categorías: Crítica

Debut de Gómez-Martínez en Vísperas sicilianas en Viena

Ópera en Viena
Debut de Gómez-Martínez en Vísperas sicilianas
«Vísperas sicilianas» de Verdi. Nucci, K. Ikaia-Purdy, P.Burchladze, S.Radvanovsky, etc. H.Wernicke, dirección escéna original. M.Gómez-Martínez, dirección musical. Opera de Viena, 31 de mayo.
En el próximo fin de semana se ofrecen en Viena tres títulos con importantísimos repartos: «Forza del destino» -Licitra,Alvarez,Stemme Alvarez, Stemme y Mehta-, «Capriccio» -Fleming, Jordan- y «Vísperas sicilianas», aquí comentada.
Gómez-Martínez es persona muy apreciada en Viena, sobre todo por los músicos de la Filarmónica, pero también por fans que le obligan a sentarse en la mesa de firmas al acabar la representación para que estampe la suya en libretos y carátulas de discos. Hace seis meses dirigió «Manon Lescaut» y próximamente volverá con la de Massenet. Nadie lo sabía, pero era su debú en La obra verdiana. No sorprende que no lo supieran los cantantes, ni Renee Fleming que fue a saludarle al final de la representación para alabar su seguridad, pero sí que Hollander, el hasta ahora intendente del teatro, también lo ignorara. Ya se sabe cómo funcionan los teatros de repertorio, con apenas tres ensayos para las reposiciones, pero en ellos Gómez-Martínez logró perfilar una lectura coherente y viva de la que no está entre las mejores partituras verdianas, con especial atención a las voces, a las que dejó respirar y jamás apagó. Supo también conjugar los momentos más líricos con aquellos dramáticos llevando muy bien las transiciones. Afortunadamente se cortaron pasajes como el ballet, entre otras razones porque en el escenario no había donde bailar, ya que una enorme escalera ocupaba toda su anchura y toda su profundidad. Un vestuario pobretón y poco inspirado completaba una muy débil producción de Wernicke.
Dos figuras sobresalieron claramente en el reparto. De un lado un Leo Nucci por cuya voz no pasa el tiempo. Canta como decía Kraus que había que cantar, con el interés y nunca con el capital. Está por encima de todo y canta sus papeles sin implicarse emocionalmente -así le dura la voz, sin vibrato alguno- pero da gusto escuchar a un barítono de verdad. Fue muy ovacionado en su aria «In braccio alle dovizie». De otro la soprano Sondra Radvanovsky, una de las voces de lírico-spinta más importantes y con mayor personalidad e interés de la joven generación. Un nombre a tener muy en cuenta. También fue ovacionadísima en el «Arrigo, parli a un core» y no tanto en el célebre «Bolero», en cuya nota final arriesgó y perdió. A Paata Burchuladze sí le van pesando los años. La voz continúa imponente, pero el vibrato es muy ostensible y las faltas de medida también. El tenor Keith Ikaia-Purdy defendió con valentía y una voz de fácil agudo pero escasa belleza, una parte tan difícil como ingrata. Lo mejor de la ópera quizá se dio en el primer duodécima entre barítono y tenor. El público, que llenaba la sala, salió entusiasmado con una obra de las más largas de su autor. Gonzalo Alonso

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