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Un ridículo penoso (versión ampliada)
Alicia de Larrocha, desde la sencillez
Por Publicado el: 02/10/2009Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

El caso Millet

El caso Millet
No es la ópera de Janacek, pero bien podría ser un libreto de nuestros días. Saltó a la prensa en pleno estío como una posible estafa de un millón de euros y acaba, de momento, con una confesión de parte mientras se habla ya de doce millones. Era un secreto a voces. Cuando el Palau de la Música Catalana empezó en el Auditorio Nacional, el pasado 12 de mayo, una gira internacional para celebrar su centenario, en presencia de la Reina, no pude sino sentir un estremecimiento. Me pareció la huída hacía adelante de Félix Millett.
Se han escrito ya ríos de tinta al respecto, sobre todo en Cataluña, pero es preciso mirar más allá del caso concreto, de la punta del iceberg. ¿Cuántos casos como el Palau y Millet hay en España? Sin duda más de uno. Curiosamente casi todos nacen de los abusos de desaprensivos que se amparan en lo que ellos denominan “la necesidad de dar a la sociedad civil el papel que le corresponde en las instituciones públicas” para hacer carrera o aprovecharse de los fondos públicos. Hay instituciones culturales que realizan pagos sin facturas ni identificación alguna y que se financian con dinero de todos. ¿Acaso pensarán como una exministra que éste es dinero de nadie? La culpa final es de la administraciones públicas -el Ministerio de Cultura, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona en el Palau- que, con dejación de responsabilidades, colocan o permiten que figuren al frente de instituciones culturales punteras personas quizá relevantes, pero de moral más que discutible. Las irregularidades del Palau ya fueron denunciadas en 2002 por la Sindicatura de Cuentas, pero los responsables de aquellas administraciones públicas hicieron oídos sordos. Y, repito, el Palau no es un caso único. Pueden saltar más, porque haberlos haylos.
Gonzalo Alonso

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