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Por Publicado el: 29/11/2006Categorías: Crítica

“El viaje de invierno” de Schubert.: ¿Por qué?

XIII Ciclo de Lied
¿Por qué?
“El viaje de invierno” de Schubert. Christine Schäffer, soprano y Eric Schneider, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 27 de noviembre.
Warum? -¿Por qué?- se titulaba la canción del austriaco Udo Jürgens quedó en el segundo puesto del Festival de Eurovisión en 1964, cuando triunfó una canción titulada “No tengo edad” cantada por Gigliola Cinquetti, la “chica de agua y jabón”, como inmediatamente la bautizaron. Otra cantante de aquellos años, Francoise Hardy, publica estos días un nuevo álbum en el que canta una canción acompañada al piano por Helène Grimaud. Todo ello me ha venido a la cabeza escuchando a Christine Schäffer tratando de interpretar ese ciclo genial que el “Viaje de invierno” de Schubert, que grabara con el mismo pianista Eric Schneider en 2003.
¿Por qué en vez de ponerse el listón tan alto, Scäffer, Cinquetti, Hardy y Grimaud, tal vez con la ayuda de Maria Joao Pires, no han preparado juntas un espectáculo musical con bellas músicas, suaves y lights? El “Viaje de Invierno” es demasiado tomate para una soprano ligera. Su honda profundidad, la amargura, las frustraciones de ese largo viaje en el que también hay breves momentos para recuerdos más alegres, nos lo contó Schubert con textos para ser dichos por un hombre -“mi amada” está por todos lados- y tradicionalmente ha estado acaparado por bajos y barítonos, para abrirse en los últimos años a tenores y mezzosopranos. El caso es que en ese viaje han de quedar bien patentes los contrastes y eso es lo que no puede lograr una soprano ligera como Schäffer, por mucho que haya ensanchado la voz, que ésta sea bellísima, que esté en gran momento y que cante con estupenda línea, gusto y musicalidad. Simplemente por una razón: por falta de densidad vocal, tanto en extensión como en volumen. El pianista acompañante -y estuvo muy bien Schneider- ha de controlar demasiado el volumen de una partitura en la que a veces hay que dejar que el dolor se desmelene.
Fue por tanto, como diría cualquier crítico alemán con ironía, un “schöne und susse winterreise” –un bello y dulce viaje en invierno- que empezó dando el cante por un “Gute Nacht” a un tempo improcedentemente ligero y que voló más alto en las canciones que mejor se ajustan a la voz de Schäffer, como “Der lindenbaum” o el “Leiermann” conclusivo. Fue un bello recital, pero no “Winterreise”. Gonzalo Alonso

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