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Por Publicado el: 21/01/2007Categorías: Crítica

Haendel en Zurich

Haendel en Zurich
Barroco a lo grande
«Semele» y «El triunfo del tiempo» de Haendel. C.Bartoli, I.Rey, A.Bonitatibus, etc. R.Carsen y J.Flimm, directores de escena. W.Christie y M.Minkowski, directores musicales. Teatro de Zurich. 19 y 20 de enero
El gran Metropolitan de 2800 espectadores y el pequeño de Zurich de poco más de mil son los dos teatros del mundo con los repartos más impresionantes y, posiblemente, con los cambios de títulos más frecuentes. Vaya el ejemplo del pasado fin de semana, aprovechado por unos cuantos españoles, con tres obras en veinticuatro horas: sábado «El triunfo del tiempo», domingo «Fidelio» y «Semele». ¡Qué pena que ninguno en España ofrezca algo así a pesar de contar con tecnologías escénicas mucho más modernas.
Los dos Haendel, con el común denominador de dos mujeres mirándose a un espejo, son ejemplo de como oratorios se pueden convertir en óperas con pocos elementos escénicos pero con mucha imaginación. Carsen en «Semele» y Flimm en «El triunfo del tiempo» demuestran raza teatral.
Cecilia Bartoli deslumbra en su largo tercer acto, tras reservarse en los dos primeros, con una arrebatada escena de coloraturas casi circenses mientras contempla cada parte de su cuerpo ante un espejo de mano. Ella, ídolo en Zurich, sabe que es en teatros de ese tamaño donde el público percibe lo mejor de ella. Isabel Rey consigue, con la ayuda de Carsen, hacer grande un papel menor como el de Iris, a base de una exacta prestación vocal apoyando una divertidísima actuación. Al lado de ambas palidecen los demás, a pesar de los buenos trabajos del tenor Charles Workman y la contralto Birgit remmert, en los papeles de Júpiter y Juno.
Si la dirección de William Christie en esta ópera representa lo que podría calificarse como el lirismo vital, la de Minkowski en el otro Haendel sería la energía en estado compacto. El sonido Minkowski en este repertorio es un hecho. Es una pena que, aunque Zurich pueda hacer dos Haendel seguidos, ello sea imposible para la pareja Bartoli-Rey, quienes estrenaron en su día la peculiar ópera-oratorio de solo cuatro personajes filosofando sobre la belleza efímera. Más cerca estuvo de aquel nivel el «Piacere» de Anna Bonitatibus que la «Bellezza» de Malin Hartelius.
Con bazas como las de Minkowski, Christie, Flimm y Carlsen se pueden presentar dos Haendel seguidos sin que sus músicas suenen reiterativas a pesar de que el propio compositor se copia a sí mismo en algún aria. Y Bartoli está ahí para recordar que el barroco significa opulencia canora y que esto no puede ser olvidado por un teatro que aborde este repertorio. Gonzalo Alonso

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