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DOBLE JUEGO ESCÉNICO Y MUSICAL EN LA ZARZUELA
"La finta giardiniera" en el Real con Jacobs
Por Publicado el: 07/10/2011Categorías: Crítica

Hermes Luances, premio Reina Sofía

Premio Reina Sofía
Yermes Luances, justo ganador
Obras de Hermes Luances, Alexander Muno, Giuliano Bracci y María Rodrigo. Coro y Orquesta Sinfónica de la RTVE. Ara Malikian, violín. José Luis Temes, dirección musical. Teatro Monumental. Madrid, 6 de octubre.
La composición sinfónica actual se encuentra en una difícil encrucijada. Los lenguajes de la un día denominada vanguardia se han agotado y los nuevos caminos resultan obtusos. Quizá de ello venga el más que evidente acercamiento entre las músicas más «populares», como el rock o la electrónica, y las consideradas como «cultas». ¿Será porque los autores de las primeras han evolucionado hacia formas más elaboradas o porque los de las segundas andan dando bandazos en su despiste? Dijo una vez Leonard Bernstein que contenía tanta música una canción de Lennon-Mcartney que un lied de Schubert, pero muchos otros se niegan a admitirlo.
Algo de todo ello se pudo comprobar a través de las tres obras finalistas de la XXVIII edición del Premio Reina Sofía. Acertó el jurado presidido por Jose Luis Turina, ganador del certamen hace ya venticinco años. Se alzó con la victoria la partitura más equilibrada, quizá mejor orquestada y menos pretenciosa. «Agujeros negros» de Hermes Luances (Madrid, 1975), de unos dieciocho minutos de duración y con una copiosa plantilla, recoge las citadas influencias en sus ritmos «cañeros», pero también hace guiños a Stravinski y Varese. La percusión a veces crea instantes obsesivos, mientras que otras rompe los más tranquilos, aquellos con los que la pieza se denvanece. «Non sei di quelli che si incanato al preaggi» de Giuliano Bracci (Roma, 1980) no acababa de tener, con sus nueve minutos, entidad suficiente para el primer premio a pesar de su sensible y casi perfumado contenido musical, en el que resalta el coro que musita unos versos oníricos casi como desde fuera del escenario. Por el contrario el concierto para violín y orquesta «Fehler. Fose ideal» de Alexander Muno (Saarburg, 1979) pecó de excesiva complejidad y ambición en sus veinticinco minutos. La partitura para el violín durante su parte primera casi parece estar escrita en su contra, no pretendiendose que destaque sino que se difumine con el resto de instrumentos. Esa poderosa orquesta se recoge en una larga segunda parte en la que el solista casi entona un solo de carácter muy cinematográfico. El activísimo Ara Malikian fue excelso protagonista, como también la orquesta, comandada por José Luis Temes en un estupendo trabajo que roza el milagro dada las dificultades que rodean este tipo de conciertos de estrenos.
La presencia de la Reina da aliento al Premio establecido por la Fundación Ferrer Salat que, con sus veintiocho años de vida, se ha convertido en referencia internacional. En plena crisis hay un país en el que se estrenas tres obrcomplegue tildas exigencias orquestales. Gonzalo Alonso

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