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Bodas de fino, fandango y azahar
LA CULPA LA TUVO PÉREZ REVERTE
Por Publicado el: 08/07/2009Categorías: Crítica

La Bruja en Sevilla

La Bruja en Sevilla
Zarzuela en tres actos con libreto de M. Ramos Carrión y V. Aza y música de Ruperto Chapí. Intérpretes: N. F. Herrera, J. Bros, S. Cordón, J. Morales, F. Latorre, M. Moreno. Dirección de escena: Luis Olmos. Escenografía: Gabriel Carrascal. Coreografía: Fuensanta Morales. Producción del Teatro de la Zarzuela de Madrid. Coro de la A. A. Teatro Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Direccion musical: Miguel Roa. Fecha: Martes, 7 de julio. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Lleno.

El centenario de la muerte de Ruperto Chapí (1851-1909) ha permitido la oportunidad de que el Maestranza dé a conocer una faceta poco conocida del popular compositor de Villena. El gran público lo suele asociar más con sus sainetes líricos y sus aportaciones al Género Chico, apartado en el que sin dudas dejó para siempre obras maestras. Pero no se conoce tanto al Chapí que siempre luchó, desde sus tiempos de pensionado en Roma, por aportar al teatro musical español una mayor complejidad argumental y musical en un intento de encontrar una vía intermedia entre la ópera (género en el que también se ocupó) y la zarzuela costumbrista.

En su tiempo (estreno en 1887), La bruja fue un enorme éxito en toda España, incluida Sevilla, donde sólo en 1889 se representó en el San Fernando, el Eslava y el Cervantes, según la investigación en curso de Andrés Vallés. El público pudo sin problemas identificar los códigos de la gran ópera a lo Meyerbeer, Gomes o Ponchielli, con cuya La Gioconda tantos paralelismos guardan fragmentos como el concertante final del segundo acto.

Dado lo ambicioso del estilo musical de esta zarzuela, se hace necesario contar con elementos familiarizados con el estilo de canto operístico, pues las exigencias vocales de los personajes principales son más que notables. Afortunadamente, anoche se pudo disfrutar de un conjunto de altísimo nivel, comenzando por un incomensurable José Bros que volvió a brillar en el Maestranza. La voz es clara, brillante y luminosa y se va agrandando conforme se afianza en el forte, proyectándose sin fisuras. Sólo se detectan ciertos tonos nasales cuando apiana, pero en general la voz de Bros va tomando cada vez más cuerpo y anchura, lo que, unido a su dominio del legato y del fraseo matizado y detallado, hace que escucharle sea cada vez un placer mayor. Estuvo vibrante en la jota y magistral en la romanza del segundo acto.

Nancy Herrera fue el segundo lujo de la noche. Fue Blanca/La Bruja en todos sus perfiles, con esa bellísima voz, todo terciopelo, que la caracteriza y con esa pasionalidad en la expresión que tanto seduce. Magnífico también el Inquisidor de Fernando Latorre, todo un raudal de voz muy bien colocada y proyectada como un cañón. Susana Cordón resolvió con gusto y gracia su papel, con voz muy ligera pero audible. El vibrato incómodo de Julio Morales y su afinación no siempre exacta jugó en su contra.

Pocos maestros hay hoy que sepan sacarle todo el jugo a esta música como Miguel Roa. Hizo que la ROSS sonase con brillantez en la jota y en el final del segundo acto y subrayó con sabiduría el tremolo de las cuerdas en la breve romanza de Blanca en el tercero.

La propuesta de Luis Olmos jugaba con la ingenuidad de los cuentos de hadas y con la comicidad de muchos pasajes, una dirección en la que marchaba también la escenografía. A veces se pudo detectar una tendencia a llenar en exceso el escenario de movimiento, como en el Romance morisco. Y confusa y amanerada la coreografía de la jota.
Andrés Moreno Mengíbar

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