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Por Publicado el: 05/05/2025Categorías: En vivo

Crítica: Life Victoria con Mark Padmore y Julius Drake

Interesante doble sesión de “lied” en Barcelona

En el Sant Pau recinto modernista tuvo lugar, el pasado 29 de abril, otra de las sesiones del Life Victoria, con una “Schumanníada” que además contó (como ya es habitual desde que el director artístico del festival era Enric Martínez-Castignani y que la actual dirección ha mantenido) con la presentación del Life New Artist, en esta ocasión con el barítono Guillem Batllori. Acompañado al piano por Joaquim Font, no interpretaron a Schumann, pero sí los seis lieder del An die ferne Geliebte de Beethoven y dos canciones del compositor  Xavier Pagés-Comella, presente en la sala Domènech y Montaner del precioso recinto.

Mark Padmore y Julius Drake en Life Victoria

Mark Padmore y Julius Drake en Life Victoria

Los jóvenes artistas han mostrado sobrada materia prima para devenir, con unos años más de rodaje, protagonistas de algunas de las futuras sesiones de este ya imprescindible festival de lied en Barcelona.
Batllori posee una preciosa voz de barítono y también una base técnica y expresiva para hacer frente a este repertorio, con sensibilidad y estilo.

Creo que no han tenido muy presente con Joaquim Font, el pianista acompañante, las particularidades acústicas de la sala, puesto que no ha habido un adecuado equilibrio entre la voz y el piano, siendo este demasiado presente en muchos momentos que quizás requerían más compenetración, sobre todo con Beethoven. El contraste radical con las dos canciones de Xavier Pagès-Comella (Comiat y D’ençà que ella partí), ambas con mucha intensidad dramática, me ha parecido muy interesante, tanto por la interpretación como por la singularidad de la obra del compositor catalán.

La liderabend ha cambiado radicalmente con la presencia de dos veteranos como el tenor Mark Padmore y el pianista Julius Drake, ambos muy avezados en este repertorio y en perfecta compenetración y conocedores de la acústica, haciéndola jugar a favor y equilibrando de manera preciosa unas interpretaciones cargadas de sensibilidad y exquisitez.

En la primera parte, han interpretado dos bloques, primero con los Füfn Lieder OP. 40 y después de una brevísima pausa los Eichendorf Lieder Op 39, dejando ya el listón muy alto por la intensidad expresiva, la extrema musicalidad de sus interpretaciones y las deliciosas sonoridades, a veces naif, de la proyección de una voz, a la que veces, y sobre todo en la zona más grave, le falta suficiente consistencia para proyectarse con la homogeneidad del resto.

En cualquier caso, el tenor sabe cómo driblar los retos de la tesitura, más adecuadas para voces más centrales, con mucha elegancia y sin forzar nunca la emisión. Su canto es elegante, noble y extraordinariamente transmisor, dosificando pero nunca obviando cierta teatralidad en las interpretaciones, sin caer nunca en efectismos superficiales.

En la segunda parte nos esperaba el conocido y precioso Dichterliebe Op. 48 que ha vuelto otra vez a Barcelona, un mes y medio después de que fuera entonces otro cantante inglés, Christopher Maltman, pero también acompañado por Julius Drake, quién lo interpretaran en el Foyer del Liceu y del que también hice la corresponden reseña.

Una vez más los diferentes programadores de la ciudad se pisan sin tener en cuenta que el público del lied es el mismo, y aunque esté bien comparar versiones, quizás preferiríamos más variedad en la programación, sobre todo teniendo en cuenta la proximidad de ambas versiones. El año pasado todavía fue más exagerado, con cuatro Winterreise la misma temporada, tres de ellos el mismo día.

Padmore ha tenido momentos gloriosos, pura magia que ha cautivado al público que llenaba el recinto (de poco aforo hay que decir) con una atención especial, aquella que se percibe en los profundos silencios, sin muchas toses (e iba a decir sin ningún móvil impertinente), pero no es verdad porque tan pronto iniciaron  el lied de Schumann que nos regalaron de propina, ha sonado uno que ha hecho avergonzar a todo el mundo.

El control del matiz, la extrema atención diciendo el texto con la máxima claridad y con especial atención para hacerlo entendedor incluso para aquellos que no sabemos alemán, son los puntos fuertes de un artista dotado de una particular personalidad vocal con la utilización del falsete en ciertas notas, no todas, agudas, provocando una fascinación particular, que quizás no gusta a todos los oyentes, pero que lo distingue fuertemente, de la mayoría de intérpretes.

Julius Drake ya me gustó mucho en el Foyer del Liceu el mes de marzo, pero hoy, a pesar de que la sala es menos agradecida, sobre todo para el piano, me ha gustado más, porque la compenetración con el tenor ha sido exquisita.

Brillante velada, esperanzadora para los jóvenes y absolutamente magnética gracias a dos veteranos de mucha categoría y sabiduría a sus espaldas.

Joaquim Hernández Puig

Publicado en In Fernem Land

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