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A por todas
Por Publicado el: 13/07/2006Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Los damnificados

Los damnificados
Todas las artes son ingratas, también la música. A veces estamos ante una realidad y a veces, como siempre en la vida, ante deseos desmesurados cuya falta de logro produce insatisfacción. Entre estos últimos, por ejemplo, los de algunos compositores contemporáneos que, tras lograr el estreno de sus obras, pretenden también que se les pague, no ya los justificados derechos de autor, sino el mismo trabajo de composición valorado a no se sabe qué precio según no se sabe qué reglas de mercado. Vamos, como si alguien se pusiese por su propia cuenta a escribir un libro, sin mediar encargo alguno, y luego pretendiese que se lo pagasen. Eso son insatisfacciones no lógicas.
Pero otras veces el arte es ingrato de por sí. ¿Recuerdan los abucheos que acosaron a García Navarro en el Real? Pues parece que ahora ha empezado la racha con López Cobos y los conatos aislados en títulos pasado se han transformado en algo más en «Luisa Fernanda». Quizá le convendría prodigarse menos. En este caso estamos ante -llamémoslo así aunque no sea tal- una «ingratitud» del público. En otros casos tal ingratitud es de los responsables artísticos. ¿Me quieren contar qué pasa por ejemplo con Ana María Sánchez? Hasta hace nada era de las artistas más queridas, no ya en el Real sino también de todos los teatros y temporadas españolas y ahora parece casi una apestada. ¿Por qué no se la ofrece nada? Dicen que no llega para el repertorio dramático y que está muy gruesa para Mimis y similares. ¡Ay, Dios mío! Y se buscan féminas de buen tipo con vocecitas que sólo dan bien ante un micrófono. Y así escuchamos a Fritoli cantar «Tu che la vanita» no de Verdi sino de Mozart. ¿Y qué pasa con Elisabete Matos? Puede, por ejemplo, cantar Santuzza en Nápoles pero no en Madrid. ¿Y qué pasa con Gómez Martínez en el Real? Las guarderías berlinesas merecerían mejor trato. ¿Y con María José Montiel? Triunfo total en «Luisa Fernanda», tanto en la Scala como en Washington o Madrid, pero no se la escoge para las grabaciones del DVD. La carrera se la tiene que hacer en el extranjero, aunque la crítica escriba que la queremos ver y escuchar aquí.
El arte es ingrato, pero a veces hay culpables con nombre y apellido.

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