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Cura triunfa como Sanson
Por Publicado el: 30/08/2008Categorías: Crítica

Los nacionales toman Donostia

69 Quincena Musical Donostiarra
Los nacionales suben a Donostia
Obras de Brahms, Messiaen y Mahler. O. Sala, A. Dohmnen, P. Lang y B. Heppner. Orfeón Donostiarra, Coro y Orquesta Nacionales de España. J. Pons, director. Auditorio Kursaal. San Sebastián, 28 y 29 de agosto
La bandera española ondea en el Ayuntamiento… Con perdón, que aún estamos en verano. Había expectación por el regreso de los conjuntos de la OCNE a San Sebastián con dos programas de enjundia pero también muy delicados en los que, además, era inevitable la comparación entre las cuerdas femeninas del coro de la OCNE y del Orfeón.
Empecemos por el entorno. Un acierto el ofrecer, como en las óperas, los textos proyectados. Otro acierto el sentido homenaje a Ataulfo Argenta, recibido con emoción por sus hijos con palabras de agradecimiento de Fernando. Un lapsus que el sonido del concierto que se ofrecía en la sala de cámara pasase a la principal en medio de la obra de Messiaen.
La Orquesta Nacional atraviesa momentos de reorganización que inevitablemente se han de reflejar en sus prestaciones. En Donostia hubo patentes desequilibrios dentro de un sonido más que digno. Mientras la orquesta pasó prácticamente desapercibida en el “Réquiem alemán” brahmsiano, sonó con excesivos decibelios en “La canción de la tierra” de Mahler, donde Ben Heppner pasó más apuros de los ya habituales para dejarse oír por encima de la orquesta en “La canción báquica”. El tenor mantiene una voz de calidad pero ahora con problemas de emisión. Más suerte tuvo la voz mejor proyectada de Petra Lang, en acompañamientos también más comedidos. Un descenso uniforme de decibelios les habría ayudado cuando, sorprendentemente, luego tampoco se desmelenó la orquesta en el amplio pasaje orquestal de “La despedida”, a cuyo final “Ewig…ewig” le faltó etereidad. A Josep Pons aún le quedan por incorporar los detalles de sutileza que hacen que una versión pase de correcta a llegar al corazón. No lo logró en el personal réquiem de Brahms, bien planteado pero sin emotividad. Cantó en él un Orfeón Donostiarra que no ofreció una de sus mejores intervenciones. Quizá tuviesen razón cuando excusaron su participación en la recogida de su importante premio en la gala lírica de Oviedo aduciendo cansancio. Cierta es la belleza del sonido en la mayor parte de las tesituras y cierto que hubo detalles preciosos, como el mismo inicio en piano de las sopranos, pero también que éstas mostraron problemas en más de un forte. Albert Dohmnen y Ofelia Sala cantaron sus partes magníficamente, aunque la voz de la soprano no sea adecuada para la obra. Por su parte, el coro femenino de la OCNE realizó un muy meritorio esfuerzo en las infrecuentes “Tres pequeñas liturgias de la presencia divina” de Messiaen. Gonzalo Alonso

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