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Sueldos en do menor
Por Publicado el: 05/03/2017Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Quien hace la ley…

Quien hace la ley…

Es este el tercer y, de momento, último de mis artículos dedicados a los gerentes de nuestras instituciones musicales. En el primero – “El zorro en el gallinero”- se advertía de la inconveniencia de elegir a directores de orquesta o escena como gerentes o intendentes. En el segundo -“Sueldos en do menor”- me refería a lo mal e injustamente pagados que pueden estar algunos de los responsables de instituciones clave como el CNDM o el Teatro de la Zarzuela. Concluía éste con una pregunta: ¿Creen ustedes que el responsable del Palau de les Arts puede ganar 55.000€ con dedicación exclusiva? y prometía contarles cómo algunos de quienes no cobran lo que deberían consiguen obtener ingresos aún superiores. Como el asunto es de fábula, se lo voy a explicar a través de un cuento.

Erase una vez un teatro cuyo máximo responsable llevaba a la vez la intendencia y la dirección artística percibiendo por ello algo más de 150.000€. Era una cifra alta para España pero muy inferior a los 250.000€ que percibía en otro teatro quien no era su máximo responsable pero sí director artístico y, sólo supuestamente, director musical. El responsable de cultura de la administración pública de la que dependía aquel teatro quería deshacerse del intendente para controlarlo más directamente por medio de alguien de menor potencia personal. Le despidió y convenció al presidente de su administración de que el intendente nunca debería haber ganado más que él, pero he aquí que el cesado, que amaba demasiado su teatro, se avino a rebajarse el sueldo a menos de la mitad. Ante ello el responsable cultural no se amilanó y alimentó una operación espectacular tras la cual se quedó de amo y señor del teatro. Sin embargo no pudo colocar a su frente a quien deseaba y se tuvo que contentar con un director de escena que, según declaró, sólo iba a ganar 55.000€ y no podría dedicarse a otras actividades fuera de aquel teatro ni facturar a éste por las regias que firmase, aunque a él le prometió que las cosas cambiarían. ¡Qué bonito y que falso!

Las cosas nunca llegaron a cambiar de verdad y el nuevo responsable no podía permitirse ingresar solamente el salario pactado porque, además, ni era justo ni era un precio de mercado para él. La solución a su problema le llegó de un compañero que había vivido la misma situación. Para resolverlo estaban los “derechos de autor”. Estos quedaban fuera de su contrato. Así que no sólo viajó a otro teatros para reponer producciones que había realizado con anterioridad sino que no paró de firmar nuevas regias que, obviamente, no respondían exactamente al concepto de “derechos de autor”, puesto que se trataba directamente de nuevos trabajos, pero a los que la superioridad tendría que hacer la vista gorda sino quería que se exteriorizase la gran metedura de pata en la que había incurrido. También habría de hacer la vista gorda a los consabidos “intercambios”.

Quien hace la ley, hace la trampa. Como expresó Fellini: “E la nave va”. Gonzalo Alonso

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